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Un héroe polaco-argentino de la SGM llega hoy a los 90 años

Un héroe polaco-argentino de la SGM llega hoy a los 90 años

Casimiro Bernaski, cumple hoy 90 años y lo celebrará con sus hijos, nietos y amigos más cercanos. Desde 1998 vive en Gualeguaychú y durante la Segunda Guerra Mundial (SGM) combatió en la 1ª Brigada Karpática polaca bajo el Alto Mando británico.


Casimiro Bernaski es un testigo viviente de una de las peores guerras de la humanidad y fue en nuestro país donde tras seis años de sufrir el desarraigo de su patria, el estruendo de las bombas de la guerra y el horror que eso significa, encontraría paz y prosperidad.
Llegó en 1947 a nuestro país, se radicó en el barrio de Olivos, donde se casó con Eleonora Von Fiszer y tuvo dos hijos, Jorge Andrés que vive en Gualeguaychú y es comerciante, Marco Antonio quien trabaja en la Cancillería Argentina. Además tiene cinco nietas.
Por su lucha contra el nazismo, recibió diez condecoraciones, entre la que se destacan la “Estrella de la guerra” 1939-1945 y la “Cruz de Combate” de las Fuerzas Armada Polacas.
A los 87 años eligió a Gualeguaychú como su última morada. Su constante actitud positiva ante los inesperados giros de la vida y una vida metódica son sus secretos para una vida longeva.
Su gran respeto hacia la vida y hacia el ser humano, han hecho de Casimiro una persona respetada en nuestra comunidad.
El gualeguaychuense por adopción, nació el 4 de febrero de 1922 en un pequeño pueblo cercano a Cracovia una de las ciudades más importantes y antiguas de Polonia, situada en las márgenes del río Vístula. Tradicionalmente ha sido uno de los centros científicos, culturales y artísticos del país. Durante gran parte de la historia polaca fue la capital de la nación. Por eso, todavía es el corazón de Polonia para muchos polacos.
Fue el lugar donde el joven Karoll Józef Wojty?a (el Papa Juan Pablo II), combatió a la ocupación nazi pacíficamente desde sus ideas e intentó ayudar a sus amigos judíos para evitar la deportación a los campos de concentración. Varias décadas después Casimiro tuvo el honor de verlo en persona en una celebración religiosa en el Vaticano.
Fueron los primeros disparos de fuego de proyectiles de 28 cm, lanzados desde el veterano acorazado alemán de la I Guerra Mundial Schleswig-Hostein dirigidas en tiro directo al polvorín polaco situado en la cima del Westerplatte, que marcaría el comienzo de la SGM aquel 1° de septiembre de 1939.
Aquel acontecimiento cambiaria la vida de millones de personas en Europa y frustraría los sueños de un joven de 17 años, que quería ser un buen soldado, pero de Dios.
Casimiro deseaba que su única arma en la vida fuera la Biblia para predicar la palabra del Señor. Su sueño, al igual que el de Karoll era el de ser sacerdote.
Se crió en un hogar de una familia católica, desde muy pequeño comenzó a interpretar los pasajes bíblicos y leía revistas especializadas en temas religiosos.
Al terminar sexto grado su padre se quedó sin trabajo, y para seguir estudiando tuvo que trabajar y hacer la secundaria nocturna de tres años.
Al finalizarlos, pensaba ir al seminario para comenzar sus estudios de sacerdote, pero aquellas primeras bombas que cayeron en su tierra, disparadas desde el veterano acorazado alemán, le cambiarían la vida para siempre.
Cuando el conflicto armado comenzó en septiembre del 39, Casimiro tenía 17 años. Para aquel entonces contaba con una preparación militar a través de un entrenamiento básico que les daba el Estado en agrupaciones de jóvenes del estilo boy scout, donde todos los veranos, les permitía a los jóvenes ayudar a sus familias al ganar algo de dinero mediante distintos trabajos.
En aquel tiempo el servicio militar obligatorio se hacía a los 21 años, pero como había tanta pobreza en Polonia, el Estado le brindaba la posibilidad a los jóvenes de poder trabajar y estudiar en este tipo de agrupaciones semi-militarizadas, que les posibilitaba estar en mejores condiciones y a la vez, se le daba un entrenamiento básico en manejo y mantenimiento del fusil.
Cuando su unidad estuvo lista para combatir a los invasores ya no había nada más que hacer, la maquinaria militar nazi junto al ingreso del Ejercito “Rojo” de la Unión Soviética con fines anexionistas, se perdió toda posibilidad de poder salvar a su país.
Casimiro escapó a Hungría donde estuvo un año en un campo de refugiados polacos. Desde allí se organizaría la futura brigada Karpática polaca que un año y medio después combatirían junto a los británicos en el frente africano, que estaba bajo las órdenes del mariscal de campo Bernard Law Montgomery, desde 1941.
De Hungría pasó hacia Yugoslavia junto a un grupo de camaradas a través de la frontera fuertemente vigilada por los guardias de ese país.
El objetivo del pequeño grupo era llegar a la ciudad de Zagreb –hoy una de las principales ciudades de Croacia- para reunirse con los demás compatriotas que se dirigían a Palestina.
Al llegar a Zagreb, viajaron en tren durante dos semanas por Yugoslavia, Bulgaria y Grecia, hasta llegar a Turquía, para embarcarse hacia Palestina, mientras los nazis les pisaban los talones. En abril de 1941 había comenzado la invasión a Grecia.
El viaje por mar duró diez días, las condiciones dentro del barco no eran buenas, la mayor parte del tiempo Casimiro lo hizo en la cubierta. Al llegar a Palestina integró la 1° Brigada Karpática bajo las órdenes del Alto Mando británico.
En Palestina, bajo un intenso calor y las tormentas de arena, tuvieron unos cuatro meses de entrenamiento para luego ser asignado a la defensa de Tobruk, en Libia, una ciudad portuaria sobre el mar Mediterráneo sumamente estratégica en la guerra del desierto, que había sido liberada por los británicos un año antes del dominio italiano al expulsarlo de Libia.
En Tobruk estuvo durante todo 1942, soportando bombardeos aéreos y un fuego constante de la artillería enemiga, mientras intentaban vivir lo mejor posible en las trincheras, donde recibían un litro de agua por día y una cuota de ron.
Tras un año en las trincheras cavadas en la arena del desierto, la Brigada Karpática fue relevada por soldados británicos y los polacos fueron a las afuera de Alejandría, Egipto a descansar.  
Al poco tiempo el general alemán Erwin Rommel con su Afrika Korps, atacó Tobruk y tomó la ciudad. Muchos soldados ingleses que remplazaron a Casimiro y sus compañeros en los puestos de combarte murieron o fueron tomados prisioneros por los alemanes.
Su derrotero de guerra continuó durante todo el 44 en Italia hasta el final de la contienda el 5 de mayo de 1945, y fue en la batalla de Monte Cassino, estando en una unidad de logística detrás de las líneas aliadas, donde Casimiro vivió su experiencia más terrible.
Derrotar la línea defensiva alemana Gustav, le costó a los aliados 100 mil bajas y la victoria les abrió el camino a la conquista de Roma.
Al terminar la guerra Casimiro tenía el grado de teniente. Quiso intentar regresar a su país, pero al estar bajo dominio ruso, tuvo que refugiarse en Inglaterra.
Después de seis años se reencontró con su familia, fue algo muy emotivo y su padre le dio a entender que no volviera a Polonia bajo dominio comunista. Era algo inaceptable para un hombre que luchó por la libertad durante seis años. 
Al terminar la guerra se refugió en Gran Bretaña, donde podían elegir ir a cuatro países para rehacer sus vidas, a Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia y Argentina.
Como ya estaba harto de la vida militar, eligió venir a la Argentina junto a su compañero de armas y entrañable amigo Esteban Mirsen, además en Londres donde estaba la embajada Argentina consiguieron muy rápido la visa y arribó en 1947 a nuestro país donde se quedó para siempre.  
Casimiro pudo volver a Polonia y ver su ciudad natal en las afuera de Cracovia, recién en 1968, tuvo que entrar con pasaporte como un extranjero a su propia tierra a la que tanto defendió combatiendo al nazismo durante seis largos años de guerra, pero aún faltarían varios años para que Polonia se liberara del comunismo.
En 1947, integró un comité junto a un sacerdote para luchar contra el comunismo desde Argentina, y por esa actividad estuvo en la lista negra de la KGB la policía secreta rusa.
Por su conocimiento en mecánica, aprendido en las unidades de logísticas aliadas, a Casimiro no le fue difícil encontrar trabajo en un país donde estaba todo por hacerse. No manejaba el castellano, pero sí el italiano, por lo que le fue fácil con el tiempo aprender la lengua del país que lo cobijó.
Trabajó diez meses en una fábrica como medio tornero y electricista, luego se fue a trabajar por su cuenta al abrir su taller de mecánica de autos, conoció a un judío alemán que sabía mecánica alemana, y se asoció a él.
“Tu tienes manos de oro, te quedas conmigo”, le dijo. Estuvo cinco años trabajando con su socio, donde aprendió todo sobre mecánica de Mercedes Benz.
Con el tiempo llegó a tener su propio taller, vendía repuestos, abrió su agencia de autos y en pocos años se convirtió en un respetado empresario del rubro.
Luego su hijo Jorge se vino a vivir a Gualeguaychú, con intenciones de abrir una agencia de autos, y Casimiro lo acompañó en el negocio y desde 1998, definitivamente eligió ésta ciudad para pasar sus últimos años en paz, con el afecto de su familia y sus amigos.

Por Diego Elgart
EL ARGENTINO (c)


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