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Entrevistas

Eduardo Francisco De Zan

“Detrás de un auto siempre hay un equipo de trabajo, donde todos son necesarios y nadie es imprescindible”

“Detrás de un auto siempre hay un equipo de trabajo, donde todos son necesarios y nadie es imprescindible”

Como en toda disciplina deportiva, las carreras donde está el ruido del motor despierta pasiones. De esto habla un experto: Eduardo Francisco De Zan.



Nació el 25 de julio de 1948 en Larroque y es el menor de diez hermanos. Es que los motores además de darle un oficio, le dieron grandes amigos. Eduardo De Zan, “El Gordo”, se emociona cuando recuerda aquel domingo 29 de mayo de 1977 cuando en el circuito “Pancho Ramírez” de Villa Elisa, su amigo Osvaldo Riera, sufrió un accidente haciendo una prueba para la Fórmula Entrerriana y que más tarde le costaría la vida. “Nunca me repuse de esa pérdida”, confesará a manera de tributo a la amistad que caracterizan a los “fierreros” de alma.
Casado con Nilda Pérez, es padre de cuatro hijos (tres mujeres y un varón) y abuelo de siete nietos. Para él, es fascinante la mecánica porque lo lleva a sorprenderse siempre por la fuerza que inspiran esos motores que parecieran que tuvieran alma.
Eduardo De Zan dialogó con EL ARGENTINO en el mediodía del jueves, cuando la rutina del taller le dio permiso para parar unos minutos.
“La mecánica me gustó desde siempre. En 1958, tenía diez años, y ya incursionaba en los talleres. A esa edad ya andaba en las carreras de motos y karting… Y a nivel de estudios terciarios me especialicé en Buenos Aires, pero abandoné justamente para trabajar en la mecánica”, dirá casi a manera de presentación.
“Empecé en un gran taller que se dedicaba a la línea Renault y Di Tella. Le estoy hablando de finales de la década del ´60. Y el 1° de agosto de 1970 me instalé en Gualeguaychú para dedicarme de lleno a mi especialidad que es carburación y encendido. Siempre en el taller que queda en la calle Perón 16”, recordará como si fuera ayer.

-¿Cómo empezó la actividad deportiva?
-Empezamos en 1972. Al principio lo hacía solo con motores de dos tiempos de karting. En esa experiencia me acompañó mucho un gran amigo que se llamaba Osvaldo Riera, que perdió la vida años más tarde corriendo en la Fórmula Entrerriana.

-Los motores de dos tiempos fueron su especialidad…
-Se podría decir que sí. Siempre trabajé con motores de dos tiempos para motos y karting. Pero también en la categoría entrerriana participé en todas, especialmente en el TC Litoral y en la Fórmula Entrerriana. En aquella época este deporte convocaba a una gran cantidad de público que se acercaba a las pistas con la familia y con amigos.

-Se corría en la propia ciudad…
-Eran otros tiempos. Pero sí, se corría en la ciudad. En la Costanera, más precisamente en la zona del Puerto, llegamos a hacer tres carreras en un mes. Era tal el furor que en aquellos tiempos se convoca a miles de personas como público. Esto fue en 1975. Claro que al principio, en 1972 íbamos a correr a otras ciudades, pero como aquí había buenos pilotos nos animamos a organizarla a nivel local. Hay que ponerlo en contexto, porque en aquellos años en Gualeguaychú había fútbol, básquet y carreras de motos y karting. No había carnaval y el turismo como actividad estaba en pañales.

-¿En qué otro lugar se corría?
-El Parque Unzué siempre fue un atractivo, especialmente para las carreras de motos. La gente escuchaba el ruido de los motores y enseguida se acercaba y se ubicaba en algún mirador. Alguna vez se corrió Turismo Nacional, que tenía varias categorías con autos con poca cilindrada hasta los inolvidables Torino, que eran la estrella de la competencia. Pero para mi gusto era un circuito muy peligroso para esos niveles de velocidad.

-¿Y en la provincia?
-Por la provincia anduvimos en todas las ciudades. Con motos, karting, Fórmula Entrerriana y Cafeteras siempre teníamos fechas para competir e íbamos a los pueblos más grandes como a los más pequeños. Yo siempre me dedicaba a preparar los motores.

-¿Cómo es el diálogo entre el mecánico y el piloto?
-Detrás de un auto siempre hay un equipo de trabajo, donde todos son necesarios y nadie es imprescindible. Eso sí, como mecánico me ayudaba mucho si el piloto se bajaba del auto y lograba transmitir cómo lo había sentido. Eso no lo saben hacer todos, por eso es una gran ayuda. En la actualidad ese diálogo existe pero a otro nivel, porque con la tecnología -por ejemplo con la telemetría- hablan los aparatos. Incluso hay tecnología para medir al auto por sectores, establecer la relación chasis-motor y todo se hace no sé si más fácil pero con otros recursos o posibilidades que antes, cuando era más artesanal.

-Dicen los viejos mecánicos, especialmente los especialistas en carburación, que es fundamental el oído…
-Es así. El saber escuchar el motor permite saber con mucha certeza lo que está ocurriendo. Es más, hay que saber escuchar a los motores para saber qué desperfecto tiene. Y aquí sí, por más que haya bancos de prueba para testear, el oído sigue siendo una gran ayuda.

-La suya es una mecánica que se está perdiendo con los avances tecnológicos…
-No. Lo que está ocurriendo desde hace mucho tiempo es que las exigencias obligan a estar más especializados. Están los que se especializan en el block, en el cigüeñal, en la parte eléctrica, en la electrónica, los carburadores y encendidos y así podría seguir enumerando. Es muy difícil tener en un único mecánico a todas las especialidades. Lo que hay es en un taller todas las especialidades, pero eso es equipo de trabajo, ya no es una sola persona. Está todo especializado como en la medicina y otras ciencias.

-A su taller entraron grandes pilotos y ese personaje querido del pueblo que se llamó Coco Auto…
-Quiero detenerme con Coco Auto. Él llegó a mi taller porque lo trajo su amor a los motores, a los “fierros” como decimos. Venía todos los días, tanto a la mañana como a la tarde. Y en el taller siempre lo tratamos con respeto y con amor. Tenía su lugarcito donde estaba su equipo de mate, siempre le guardábamos para la galleta e incluso en los últimos tiempos hasta le lavábamos la ropa para que se cambiara. Coco no se ataba con nadie en el pueblo y por eso nosotros esperábamos siempre su visita. Una vez lo encontré en medio de la ruta, caminando solo, yendo a ver una carrera a Concepción del Uruguay. Otra vuelta lo encontré cerca de Colonia Elía, andando por los caminos de ripio, también rumbo a una carrera. Era un enamorado del ruido del motor. Si había algo que lo ponía feliz, era escuchar la marcha de un motor y que encima sonara bien. Le brillaba la mirada de alegría.

-Hace cuánto que dejó la actividad de las carreras…
-Dejé la forma activa hace como diez años. Aunque de vez en cuando sigo armando motores para algún amigo. De hecho, en la actualidad estoy armando uno para la categoría Zonal del Río Uruguay. Es decir, de participar de manera activa, teniendo equipo hace varios años que estoy alejado, pero de vez en cuando armo algún motor. Quiero aclarar que nosotros armábamos motores de vehículos de calle que lo preparábamos para correr. Ahora hay motores fabricados específicamente para competir.

-Extraña la pista…
-Menos de lo que pensé, porque siempre estoy yendo, ahora como público. Es una actividad que se puede compartir entre amigos y con la familia. Esto es algo que lo distingue.

-¿Se acuerda de alguna carrera en particular?
-Es difícil elegir una, porque todas tienen su sabor. No importa si en la pista se salió primero o al final se perdió, todas tienen un atractivo especial. Hemos ganado muchos campeonatos en motos y en karting y en algún momento llegué a preparar nueve motores de manera simultánea para distintos corredores en una misma categoría. Pero quiero decir algo más: siempre viví y me gané el sustento con mi taller: lo de las carreras fue un gusto y en la mayoría de las veces lo hacíamos gratis, por darnos un gusto nada más.

-Gualeguaychú podrá recuperar algún circuito callejero como aquellos que organizaban en la Costanera…
-Pienso que no, lo veo demasiado difícil. No es nada fácil lograr la autorización por la seguridad que se le debe garantizar al espectador como a los que corren y también a las propiedades que están alrededor de ese circuito callejero. Mañana en Buenos Aires se correrá el Súper TC 2000 en un circuito callejero porteño, pero es una excepción.

-¿Cómo está el deporte motor en la ciudad?
-Hay que entender que se trata de una actividad cíclica: tiene épocas muy buenas y otras que no lo son tantas. Y esto pasa a nivel nacional. Gualeguaychú tiene muy buenos pilotos y eso siempre es algo que la caracteriza. A pesar de que la cuestión económica siempre es un obstáculo, la ciudad tiene muy buenos pilotos.

-¿Qué le recomendaría a alguien que quiere iniciarse como piloto?
-Un piloto debe comenzar por el poder económico. Evaluar bien las posibilidades porque barato no hay nada, en ninguna categoría. Si no hay buenos medios económicos para realizar este deporte las posibilidades de frustración aumentan. Siempre les digo a los padres que quieren iniciar a sus hijos, por ejemplo, en karting, que no se contenten con sentarse en uno, sino que tienen que esforzarse para que tenga todas las chances porque la frustración luego es tremenda y así se pueden perder buenos valores y buenos pilotos. Y dejando el tema plata de lado, es fundamental, es vital, que el piloto tenga un muy buen estado físico. Diría que de muy bueno a excelente estado físico. No alcanza con sentarse y saber manejar. Hay que ser disciplinado, contar con un buen preparador físico, un nutricionista, un buen médico. Para darnos una idea en Turismo Carretera el piloto debe soportar dentro del habitáculo una temperatura entre 70° y 80° grados durante una hora larga. No es para cualquiera.

Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO


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