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Los artesanos, ¿pueden vivir de su trabajo?

Los artesanos, ¿pueden vivir de su trabajo?

A partir de este interrogante EL ARGENTINO buscó referentes entre los artesanos de la ciudad. Y encontró las respuestas que se comparten aquí.


Se los ve abocados a sus creaciones, tan cuidadosos de los detalles y absortos, que pueden generar la fantasía de que lo suyo es un entretenimiento constante. Y hablando con ellos se puede conocer de la gran libertad con la que encaran cada obra y la enorme responsabilidad que cargan al ser sus propios jefes. Son los artesanos. Varones y mujeres que como se verá, pueden vivir de su trabajo. Que de eso se trata.
Porque cuando comienzan los encargues y se establecen las fechas de entregas, la maquinaria se ha puesto en marcha.
Tanto como cada vez que se anuncia un fin de semana en el que cientos de personas podrán acercarse a sus puestos a mirar y comprar.
Un mate, por ejemplo.
Lorenzo Macías (hijo de “Pachin”, el poeta, compositor y artesano) se dedica a los mates forrados en vaqueta desde 1988, y afirma que desde el año 90 vive de esto.
Y esto es tomar la calabaza, cortar el cuero a medida, humedecerlo, cementarlo y darle la forma cosiéndolo con hilo talabartero.
“Cuando lográs que la gente te conozca, te haga el pedido y cumplís, es un engranaje que se mueve solo”, afirmó.
Su dedicación a pleno a los mates comenzó cuando perdió su trabajo “con el país viniéndose abajo, con la híper. Tuve ayudas, como mi maestro Oscar Zapata, que además de encaminarme me regalaba los recortes de cuero de sus confecciones”.
De aquel entonces a hoy, puede decir que se ha incorporado su familia a esta ocupación, con una producción promedio de cien mates por día, trabajo que comienza con un viaje al Chaco a buscar las calabazas
¿Hasta dónde la artesanía permite vivir sin volverse una ocupación estresante?, preguntamos y Lorenzo dijo “depende de cómo tengas la cabeza. Si querés abarcar todo, claro que vas a terminar mal. Pero si sabés tus límites es diferente.
He tenido pedidos grandes, pero los he negociado para entregar de acuerdo a un ritmo razonable y también he derivado a otros, para que todos trabajemos”.
Su lugar es el Centro de artesanos San José, “el lugar donde arranqué”, como dijo y a donde se lo puede encontrar los domingos por la mañana, en el turno que eligió para prestar este servicio, ya que durante la semana trabaja en su casa o en la chacra, sobre la mesa al aire libre, acompañado de zorzales, gorriones, horneros, de los que debe cuidar su producción.
Junto a Lorenzo, Graciela Molinari, presidenta de este centro de artesanos, marcó que allí la mayoría son mujeres y en gran número quienes no viven de ellas, hacen artesanías como terapia.
“Es gente que sabe que tiene aquí un lugarcito. Somos compañeros, amigos, conversamos, discutimos, pero seguimos juntos”.

La feria en la calle

En la costanera, en la Feria de artesanos de Plaza Colón, su presidente Jorge Galguera dijo, abarcando con el brazo extendido sus realizaciones puestas a la venta “este es un trabajo. En mi caso, además, manejo máquinas en puerto Lima. Pero la mitad o más de los integrantes de esta feria vive de sus artesanías”.
Haciéndose cargo del mote de bohemios con el que cargan estos realizadores, Galguera se apuró a decir “muchos piensan que ser artesano es vivir tranquilo, viajando. Y yo he viajado, pero hay muchos lugares de los que conozco sólo la plaza y la feria, nada más, porque voy a trabajar”.
“Esto -otra vez señaló la mercadería en exhibición- lleva más horas que un trabajo común, de oficina o comercio: en casa trabajo desde la mañana y por ahí son las once de la noche y sigo. No tenemos horario, tampoco fines de semana (comunes o largos), feriados o veranos, porque tenemos que estar en la feria. Cuando todos están en la playa, nosotros estamos trabajando”.
¿Por qué se elige ser artesano?, preguntamos entonces y escuchamos “por vocación, o porque es un medio de vida, ante una necesidad. Y remarcó la ventaja de los precios,
“porque nosotros hacemos el producto desde cero”.
Para Arturo Dumón, orfebre y platero, “vivir de la artesanía depende de cómo lo tome uno y qué expectativas tenga. Yo hace veinticuatro años que me dedico a esto y que vivo de lo que hago, hace unos dieciocho. Continúo estudiando joyería y trabajando mucho, como cualquiera. Este es un negocio, sólo diferente porque es ambulante”.
“Alguna vez trabajé en relación de dependencia, por eso siento que trabajando así tengo más responsabilidad y más libertad, todo en una relación de equilibrio”, agregó para marcar “me parece interesante poder vivir de lo que me gusta”.
¿Comprarte a vos una pieza es como ir a una joyería? nos interesó saber y Arturo dijo “en la joyería no pueden lograr obras de diseño. A mi me lo encargás y yo te lo hago. Y en cuanto a valores, se está comprando a quien lo hace, es decir, “directo de fábrica”, bromeó.
Quienes lo hacen son de la ciudad que en ocasiones, compran para regalar cuando viajan y así sus trabajos circulan por otros países.
“Apunto a mejorar, por eso sigo estudiando y así como hoy puedo decir que vivo de esto tras una lucha de varios años, también intento ser un buen representante del arte local”.
A esta altura ya está claro que detrás de cada artesanía hay bosquejos, ideas que se abren paso, otras que se desechan y muchas horas de trabajo. Aunque a simple vista parezca todo obra de la inspiración y el momento. Los artesanos saben que como dijo Picasso, “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.

Por Silvina Esnaola
EL ARGENTINO


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