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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
La Mujer

Mujeres que hacen cosas...

Si volviera a nacer, volvería ser enfermera

Si volviera a nacer, volvería ser enfermera
Desde 2006 es la jefa del departamento de enfermería del Hospital, por concurso ganado
Pero Ana Jaime abrazó la vocación por la enfermería hace veinticinco años, poco después de descubrir su vocación, que nació, como dijo “al estar en contacto con el dolor”, cuando debió atender a su madre.
“Ahí supe que era capaz de hacerlo y también con otras personas. Luego empecé a hacer enfermería, primero empíricamente y luego, estudiando. Y era empírica, porque la enseñaban los médicos -agregó, para señalar “era una profesión por vocación”.
La necesidad de contar con recurso humano capacitado hizo que esta carrera comenzara a estudiarse y Ana lo hizo.
“Cuando pude hacer la conversión de empíricos (así se denominó al curso que permitía darle teoría a lo que se sabía hacer por la práctica), después seguí con la profesionalización en enfermería y ya no paré de estudiar”.
Recibida de enfermera universitaria y tras cursar la Licenciatura, Ana fue por la maestría.
“Mi objetivo fue capacitarme y hoy, mi propósito es que el personal siga estudiando, porque la comunidad requiere que el enfermero esté más capacitado. En la actualidad, somos tan profesionales como los médicos; nuestra carrera ha crecido mucho y en todos los aspectos de la enfermería. Ya no es más solamente aplicar inyecciones”, afirmó.
Claro que es mucho más que eso. La persona internada se pone por entero en manos del profesional de enfermería que le toque en suerte.
“Tenemos en nuestras manos lo más preciado de la persona: la vida. Por eso hay que formarse bien y hacerlo en forma constante. Mi deseo es que hagamos las cosas como deben hacerse. No es que se hagan mal -aclaró- sino que cada día pueden hacerse mejor, con una visión humanitaria hacia la persona, aprendiendo el autocuidado, que lo repliquen en su familia, porque también esto es parte de la obligación del enfermero: no quedarse con lo que aprendió sino multiplicarlo en la comunidad”.
En tiempos de tanto soporte tecnológico, le dijimos, la gente sigue necesitando que venga la enfermera y le dé la mano.
“Eso no debe perderse nunca. Siempre les digo a los alumnos (en la Tecnicatura de enfermería, de la que es docente) que primero somos personas, después enfermeros. Nunca tenemos que perder eso de dar una caricia, tender la mano, escuchar, dar alivio. Hay mucha gente sola que necesita una palabra de aliento. Si bien no la vamos a curar, sí la vamos a cuidar, que es en definitiva, lo que hacemos siempre”.
Cuidar. Cuánto reconforta a una persona sentirse cuidada. Es, además, casi como una vuelta a la niñez, apuntamos y Ana completó “nos sucede que los adultos mayores
pasan a ser un poco bebés. Necesitan cariño, una mirada; también sus familiares necesitan que demostremos que estamos junto a ellos. Y podemos hacerlo, en silencio y con mucho respeto, porque la ética deber ser la base de la enfermería. Si no sos ético ubicado, cordial... no sirve. Podés tener mucha escuela, haber leído muchos libros, pero si te falta eso....”
Es la diferencia entre informarse y cultivarse, le dijimos y ella asintió “es así. Informarse lo pueden hacer todos, porque hoy todo el mundo tiene acceso a Internet, que antes no había. Y fomentar estos valores en los jóvenes es muy importante”.
El 12 de mayo fue el día internaiconl de la enfermería y a partir de esto, le preguntamos si ocurre, como se escucha decir, que las personas que constantemente se foguean con el dolor, físico o emocional, terminan endureciéndose, como si perdieran la capacidad de sentir con el otro.
“No”, dijo resuelta. Un enfermero de vocación nuca pierde su humanidad. Creo que no es así y no lo voy a perder mi lado humanitario, que es el pilar de la enfermería. Eso no puede suceder porque no podríamos estar en contacto con seres humanos. No se puede atender a un paciente mecánicamente, porque entonces te convertís en un robot. En la enfermería no debe ocurrir esto.”
Aunque te toque correr, le apuntamos.
“Aunque me toque correr y hacer tareas que no me corresponden. Las hacemos por estar a cargo de un servicio y querer que éste funcione bien y las personas estén bien atendidas. Cuando ese paciente que en un momento recurrió al hospital se va y nos dice ¡Gracias! es maravilloso, porque es el reconocimiento de la persona”.
Ahora no estás en sala, extrañás? le preguntamos. Voy a la sala a visitar a todos.
Cómo no voy a extrañar, principalmente la última, mi fuerte, la de Neonatología, donde trabajás con el bebé, la mamá, tan indefensos los dos en un momento tan especial...
Te involucrás mucho, con la familia, su situación, los consejos que hay que darle a cada una...
Casi no vale hacer la pregunta porque a esta altura, ya casi está respondida. No obstante quisimos saber ¿volverías a elegir la enfermería? Y Ana no dudó un segundo.
“Por supuesto. Ahora estoy haciendo mis trámites jubilatorios y sé que me costará mucho irme. Esta es mi segunda casa y mis compañeros son la familia que no tengo aquí, donde vine hace cuarenta años. Para mí el hospital es muy importante”.
Y también lo es para ella la escuela de enfermería con la que, dijo, “nos sentimos realizados porque teníamos un déficit muy importante. Nos costó casi siete años traer la tecnicatura a este hospital y esto que nos está pasando es maravilloso: la carrera se dicta en tres salones del Centenario y se cursa todos los días”.
Como se dijo al comienzo, la vida le puso delante su vocación y ella pudo descubrirla.
Por eso no sorprendió que dijera al finalizar “si volviera a nacer, volvería a ser enfermera”.

Silvina Esnaola


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