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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
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El auténtico amor goza haciendo el bien

El auténtico amor goza haciendo el bien

El auténtico amor, que crea comunión, no presume ni se engríe, no lleva cuentas del mal recibido y goza haciendo el bien, no tiene envidia, sino que considera a los otros más que a uno mismo, sufre con los últimos y necesitados, y valora y reconoce a quienes hacen los servicios más humildes y escondidos.


Con estas palabras inspiradas en el himno a la caridad de San Pablo, el Papa Francisco explicó en su catequesis por qué decimos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. No se trata simplemente de una forma de hablar –dijo Francisco– sino de una expresión llena de contenido; puesto que la Iglesia es una obra maestra del Espíritu Santo que, infundiendo en cada uno de nosotros la vida nueva del Señor Resucitado, nos congrega en la unidad, hasta el punto de convertirnos en un solo Cuerpo, edificado sobre la comunión del amor.
Es en el Bautismo –agregó el Santo Padre – donde nos unimos realmente a Cristo y a los hermanos como miembros del mismo Cuerpo. De ahí que recordara que el Apóstol San Pablo descubre un reflejo de la profundidad de este vínculo en el matrimonio cristiano, al que compara con la unión de Cristo con su Iglesia.
Al saludar a los peregrinos procedentes de España y de diversos países de América Latina, el Obispo de Roma los invitó a invocar al Espíritu Santo para que su Gracia y la abundancia de sus dones nos ayuden a vivir de verdad.
“Cuando se quiere evidenciar cómo los elementos que componen una realidad están estrechamente unidos los unos a los otros y forman juntos una sola cosa, se usa a menudo la imagen del cuerpo. A partir de Apóstol Pablo, esta expresión ha sido aplicada a la Iglesia y ha sido reconocida como su característica distintiva más profunda y más bella. Entonces hoy queremos preguntarnos: ¿en qué sentido la Iglesia forma un cuerpo? ¿Y por qué es definida cuerpo de Cristo?”, resaltó el Papa.
“En los tiempos de Pablo, la comunidad de Corinto encontraba muchas dificultades en este sentido, viviendo, como con frecuencia también nosotros, la experiencia de las divisiones, de las envidias, de las incomprensiones y de la marginación. Todas estas cosas no van bien, porque, en lugar de construir y hacer crecer la Iglesia como cuerpo de Cristo, la fracturan en muchos pedazos, la desmiembran. Y esto también sucede en nuestros días. Pensemos en las comunidades cristianas, en algunas parroquias, pensemos en nuestros barrios, cuántas divisiones, cuántas envidias, cómo se habla mal, cuánta incomprensión y marginación. ¿Y esto qué hace? Nos desmiembra entre nosotros. Es el inicio de la guerra. La guerra no comienza en el campo de batalla: la guerra, las guerras comienzan en el corazón, con estas incomprensiones, divisiones, envidias, con esta lucha entre los demás”, reflexionó el Papa.
Y agregó: “Un corazón que nunca es feliz, es un corazón que desmiembra a la comunidad”.

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