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Dardo Caraballo

“El egoísmo nos evade de nuestras responsabilidades”

  “El egoísmo nos evade de nuestras responsabilidades”

Dardo Humberto Caraballo nació en Concepción del Uruguay el 17 de diciembre de 1961. Es el segundo de tres hermanos. Casado con María Paz, es padre de cuatro hijos (Santiago, 24 años, que está terminando Medicina; Sofía, 21 años y está estudiando Diseño Industrial; Laura que tiene 19 años y está en el ingreso a Medicina y Javier. 17 años que tiene dos pasiones: el ciclismo y la ingeniería en Sistemas)


En el Diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO, Caraballo compartió su experiencia como una vocación por el semejante, más allá de su profesión de médico y de su servicio pastoral en el campo de las adicciones.
La palabra servicio estará presente en toda la entrevista. Es que el servicio en este caso es un verbo (palabra, acción y sentimiento) que nombra la disposición de alguien por el prójimo. Interpretado de esa forma, también el servicio podría ser la síntesis que invita a la reflexión cuando Caraballo sostiene que “el egoísmo nos evade de nuestras responsabilidades”.

-¿Dónde cursó la escuela primaria?

-En la escuela N° 2 “Viamonte” de Concepción del Uruguay. De mis maestras recuerdos a todas, pero especialmente a las de los primeros grados, aunque todas me han marcado o me han dejado algo positivo en la vida. Recuerdo que muchos años más tarde, cuando ya estaba recibido de médico, me vino a ver como paciente mi maestra de primer grado. Y ella, que se llamaba Margarita Locker, me pedía disculpas porque me tenía que molestar por su enfermedad. Y yo le dije que si ella no me hubiera enseñado a leer y escribir en primer grado, no hubiera podido estudiar y llegar a ser médico y con esta profesión realizarme en la vida.

-¿Y de la secundaria?
-La cursé en el histórico colegio Justo José de Urquiza. De ese colegio guardo un inmenso cariño también por mis profesores como Alberto Jaime Masramón que enseñaba Historia y a María Delia Clemencia Poggio (Mayita) que me enseñó a amar la Historia del Arte. Recuerdo que no andaba tan bien en Historia y la profesora Poggio una vez me preguntó qué me gustaba y le dije el arte. Entonces me invitó a su casa para mostrarme unos libros. Eran docentes que no se dedicaban solamente a su materia sino que enseñaban de manera integral.

-Llegó a la casa de la profesora Poggio…

-Sí. Me bajó de su biblioteca unos libros sobre la Historia del Arte. Recuerdo que eran enormes y pesados y ocupaban gran parte de una mesa. Comencé a hojear sus páginas y me emocioné por lo que veía. Tenía catorce años y descubrí un mundo. Ella me dijo que tenía que hacer unos mandatos y me dejó solo. Cuando regresó en un par de horas, me dijo que me los llevara a mi casa y me propuso que en unos días comparta con mis compañeros algo de lo que había leído. Y me aclaró que no era una clase, sino compartir algo. Así descubrí a muchos artistas sublimes, de técnicas, los frescos, la maravilla de la Capilla Sixtina… Y la experiencia de contarles a mis compañeros fue también asombrosa y así estos profesores me enseñaron a amar la Historia, algo que hasta entonces detestaba.

-¿Y cómo llega a la vocación de médico?

-Estaba cursando la secundaria con orientación comercial y con los números me iba muy bien. Tenía, según mis profesores, todo el potencial para ser contador público. Y a los 14 años decidí que quería cambiarme a una orientación humanística como bachiller porque quería ser médico. Lo consulté con un docente, que si bien se lamentó que abandonara el Comercial, de inmediato me felicitó porque me veía decidido con la vocación y me estimuló mucho para tomar esa decisión.

-Y así se fue a estudiar a La Plata.

-Sí y sin demasiadas referencias. Caí en La Plata y me fui a vivir al principio con unos primos.

-Se quedó en silencio, como pensando…
-Estaba recordando algo que me pasó en esos primeros tiempos en La Plata. Un día me encontré sólo con mi enorme valija y con un dolor de muela insoportable. Y en esas circunstancias sentí la necesidad de tener un padre que no se muera (felizmente tengo a los dos vivos), que no se enferme, que esté todo el tiempo disponible. Pensé un rato y me di cuenta que estaba describiendo a Dios Padre y así descubrí una vocación o un compromiso más intenso con la Iglesia. Me vino por un dolor de muela, pero en el fondo por una sensación de enorme desamparo y curiosamente darme cuenta que con el Dios Padre ya no estaba tan sólo.

-Fue de inmediato que canalizó ese descubrimiento o llamado.

-No, tardé un poco. La resistencia siempre está presente. Pero un día me acerqué a la mítica parroquia de Nuestra Señora Del Valle, que quedaba en calle 57 y donde concurrían muchas personas con inquietudes sociales. Esto fue en 1979. Y simultáneamente veía a mis compañeros de facultad que militaban en distintos partidos y a los cuales respetaba mucho por ese compromiso. No obstante, opté por una perspectiva antropológica cristiana y social bien ligada al Evangelio.

-¿Cuándo se radicó en Gualeguaychú?

-Luego de recibirme en La Plata, hice la residencia en Clínica Médica y en Gastroenterología que es mi especialidad. Conocía a Gustavo Zapata que es de Gualeguaychú y me invitó a radicarme en esta ciudad. Era un tiempo donde estaba madurando la idea de radicarme en algún lugar que no fuera ni La Plata ni Buenos Aires. Me recibí en 1985 con 24 años y cuando me radico en Gualeguaychú tenía 29 y ya había nacido Santiago, que es platense. En 1990 me instalo y desde entonces me siento profundamente identificado con Concepción del Uruguay, La Plata y Gualeguaychú. Con estas tres ciudades tengo un profundo agradecimiento y una necesidad de devolución por lo tanto que me han dado.

-Otra vez se quedó en silencio…

-Es que estaba pensando que tanto la vocación de médico como la relación y el trabajo en la Iglesia me han llevado al servicio. Y el primer servicio es consolidar todos los días mi familia, luego con mis pacientes porque debo privilegiar sus intereses por encima de los míos y claro está el servicio a la comunidad a través de la Iglesia. Siempre está la dimensión del otro.

-Podría ser más específico cuando referencia el servicio a la comunidad a través de la Iglesia.

-Sí. Ese servicio, ese compromiso lo encuentro de manera muy madura a través del trabajo pastoral en el campo de las adicciones, específicamente vinculado con las drogas. En 2009, el obispo Jorge Eduardo Lozano un día me dice que lo invite a tomar un plato de sopa a mi casa que quería hablar conmigo. A partir de entonces cuando me dice que quiere tomar un plato de sopa, lo pienso dos veces. Chiste aparte, me propuso trabajar en el campo de las adicciones y esa invitación me provocó una sensación interior muy intensa porque me di cuenta que podía y quería trabajar con las adicciones. Es un servicio que lo realizo con mucha pasión, que requiere dedicación, hay que andar mucho, pero lo hago con mucha alegría.

-Trabajan solamente los católicos…
-No, sería una torpeza eso. Somos muy ecuménicos o en todo caso como nos enseña monseñor Lozano alcanza con querer el bien común para hacerlo. Y de hecho así lo hacemos. Y quiero referirme al rol de la familia, que en todo el proceso de crecimiento y maduración de una persona es fundamental esa vivencia. En mi familia he recibido amor y eso me ha capacitado para dar amor a otros y la familia nos enseña a encontrar el camino para abrazar la felicidad. Freud decía que una persona mentalmente sana es aquella que es capaz de amar y trabajar. Observemos qué fácil es darse cuenta si una persona está sana mentalmente. La experiencia que tenemos con las personas que padecen adicciones, pasa por el amor y cuando se sienten amadas se animan a dar sus primeros pasos para construir un proyecto de vida y así recupera su dignidad.

-Habló de drogas, eso quiere decir también el alcohol.
-El alcohol es la droga más común y en términos de adicciones también hay que incluir, por ejemplo, el juego compulsivo. El alcohol es una droga lícita, pero con ello no quiere decir que está todo bien, porque hace estragos en la vida de una persona, de una familia y de una comunidad. Y es claramente una droga porque influye en el sistema nervioso central, modifica la conducta de las personas y provoca una dependencia, esto está fuera de toda discusión.

-En algunos ámbitos –entre ellos el Parlamentario- se está analizando la despenalización de algunas drogas como la marihuana. Teniendo en cuenta que el alcohol es una droga lícita pero que igualmente hace estragos en la salud, por qué no se tiene en cuenta esa experiencia…
-Comparto el razonamiento. El cuerpo no discrimina lo que el hombre establece como legal o ilegal. Que sea legal no quiere decir que sea benigno. Tenemos el ejemplo de que el alcohol es una droga legal y los daños que genera y de eso deberíamos aprender. Y lo otro, si fuera la marihuana legal tampoco se tiene los dispositivos suficientes para una recuperación de esa adicción.

-Desde 2009 que trabaja para superar las adicciones. Sin embargo en la ciudad no hay centros de rehabilitación. ¿Cómo lo hacen?
-Trabajamos con grupos ambulatorios. Uno de los más antiguos es el de Narcóticos Anónimos de Belgrano 123 y que hace años brindan un servicio perseverante y también los grupos que funcionan en diferentes parroquias como en Lourdes, de la Merced en Pueblo General Belgrano, en Asunción de María, en Cristo Rey, en San Francisco y en otros lugares similares que desarrollan grupos de escuchas. Por ejemplo en San Francisco el grupo funciona lunes, miércoles y viernes a partir de las 20:30, donde se está a disposición de aquel que necesite alguna información, la escucha, la comprensión. Y también en red con grupos que están fuera de la provincia como El Hogar de Cristo del padre Pepe y los curas villeros y en Santa Fe donde está el Hogar El Buen Samaritano que dirige el padre Néstor Vera y que nos reciben, la mayoría de manera gratuita, a personas de Gualeguaychú que enviamos para salir de las adicciones. Se hace difícil, porque a esa persona hay que vestirla, alimentarla, a veces medicarla y ellos lo reciben sin mayores requisitos.

-¿Se puede salir de las adicciones?

-Por supuesto. No es fácil ni mágico. Es un proceso, que tampoco es lineal. Y de hecho muchas personas que se han recuperado ayudan para que otros también puedan dejar las drogas. Hay que trabajar de manera integral con la sociedad, porque todos estamos llamados a dar alguna clase de respuesta en este campo: la escuela, el vecino, el Estado, los medios de comunicación, las diferentes organizaciones no gubernamentales. Es insuficiente la sola respuesta de un sector o de un profesional, se requiere una respuesta integral.

-A veces cuesta mucho pedir ayuda…

-Sí. La humildad es un terreno difícil para el mal. Y al revés: la omnipotencia es un terreno ideal para el mal. Hay un ejercicio muy lindo para hacer y es el escribir una lista de las personas que alguna vez, con un simple gesto, nos han ayudado a ser felices. Y nos daremos cuenta que todos, siempre, necesitamos de la ayuda del otro. La humildad nos hace fuertes. Recuerdo que cuando recién llegué a la ciudad, el doctor Augusto Goldaracena, que es bioquímico, me dio una palmada y me animó mucho. Y lo hizo sin conocerme. Es decir, experimenté una vez más ese dar de manera gratuita, sin esperar nada a cambio. Y todos podemos hacer lo mismo: dar de manera gratuita, sin esperar nada a cambio y eso nos cambia la mirada y el corazón. La vez pasada un joven en el hospital nos dijo que la Pastoral lo miró distinto y eso alcanzó para que él se animara a dar el paso de la rehabilitación de su adicción y así comenzar a transitar su camino para ser feliz.

-Se anunció en la ciudad la construcción de dos centros de rehabilitación…
-Sí, son dos iniciativas muy oportunas. Desde la diócesis estamos trabajando para habilitar uno en la Guardería Nazareth. La idea es que la persona pueda estar gran parte del día, y para eso necesitamos una multitud de voluntarios. Estamos construyendo e integrando lo que ya está: desde escuelas para niños hasta para adultos, pasando por la propia Guardería donde se comparte el almuerzo, Conin que está trabajando con la desnutrición infantil, el Centro de Atención Primaria de la Salud que depende de la Municipalidad y que está realmente muy lindo y está trabajando muy bien y con la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar)… en fin, la idea es integrar todos estos esfuerzos y sumar otros para que ese centro tenga un impacto más concreto. Y el otro centro se proyecta en el Barrio Francisco Ramírez. Y mientras esto viene, trabajamos con los cura villeros y con Santa Fe porque las necesidades no esperan, son hoy. Estamos trabajando sin pausa, pero con el ritmo que nos indica la realidad.

-A muchas personas les preocupa las adicciones, pero porque en rigor la asocian con la inseguridad...
-Es un error conceptual y está extendido en la sociedad. El adicto es una persona enferma, no es un delincuente. Iría incluso más lejos: la criminalización de una persona comienza cuando alguien necesitado de un pan golpea la puerta de un hogar y no es atendido. Se criminaliza cuando renunciamos a tener nuestro Belén. Y hay que ser claros: el egoísmo también es una evasión. El egoísmo nos evade de nuestras responsabilidades, porque la solidaridad no es una opción sino una obligación.

Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO



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