Con sus manos da forma al cuero, en el que ve diseños que lleva al paño
Está convencida de que siempre, siempre, seguirá aprendiendo, mejorando cada trenzado, cada diseño. Porque para ella, “hay que sentir orgullo por el paño”, lo que significa por los trabajos que se ponen sobre él para ser expuestos a los demás, artesanías que en su caso, son de cuero.
María Nilda Coletti -que desde que ingresó a la feria de artesanos , hace ya ocho años, se acostumbró al “María”, a secas- habla de su trabajo con la pasión que siente por crear y por hacer con sus manos que tientos, bordados, trozos de cuero repujados, teñidos y combinados terminen siendo cintos, bolsos o aros, su última incursión.
¿Desde cuando hacés artesanías?, preguntamos para comenzar a saber de ella y contó “esto me viene desde que me conozco: crecí en el campo, mamá cocía y yo la ayudaba, papá era soguero (hacía trenzados con tientos de cuero) y yo miraba... Y a partir de de resolver nuestras propias necesidades, aprendí a hacer y también a cultivar la paciencia, el tesón, por la pasión por hacer cosas”.
“La vida fue pasando y en un momento tuve necesidad de tener mi propio trabajo, de hacer cosas que pudiera vender. Me dediqué al hilado de lana, empecé a tejer boinas, que llevaba a negocios de regionales, llegué al Centro de artesanos San José y de ahí a la Feria de Artesanos (de la Plaza Colón y Plaza San Martín) y me quedé. Me encantó el trabajo en feria que además me permitía trabajar en casa, criando mis chicos”, contó de un tirón.
A pesar de hacerlo desde siempre, como dijo, no se queda con lo que sabe sino que busca en todo momento, “todo el tiempo estoy pensando como artesana. Todo lo que veo me sirve para darme ideas, para seguir creciendo, porque siempre hay cosas para aprender, para mejorar. Mi paño va mutando, según mi necesidad de creación o lo que me piden”, una combinación que se hace a la hora de hacer y vender lo que se hace.
“Aprendiendo de chica, cultivé el tesón y la paciencia. Miro mis artículos anteriores y sé que hoy no los haría iguales, porque he mejorado la técnica, porque a cada cosa que hago le doy el tiempo necesario, para que cuando llegue al paño a la gente le guste”.
Como artesana a tiempo completo -en la charla dirá que también cuando se despierta en medio de anoche piensa en cómo resolver una prendedura o cómo lograr un color- María Nilda comparte su pasión por lo que hace “porque lo disfruto y me permite vivir de lo que hago. No importa si debo dedicarle dos días a un bordado. No me interesa el camino fácil, el atajo, porque creo que te lleva a convertirte en comerciante y a mí esto me pasa por otro lado, porque me hace vivir”.
Y con los pedidos, más la responsabilidad del puesto en la feria, el hilado de lana ha quedado relegado, quizás para cuando el invierno invite a retomarlo.
Y en su casa, en la cocina-taller, la familia acompaña los distintos procesos, amoldándose a la presencia de los materiales que ella transformará.
“Todos acompañan porque lo que vendemos vuelve a casa”, dijo para agregar que a pesar de lo que pueda creerse mirando de afuera, las artesanías les permiten (su esposo también es artesano) tener dos chicos en la Universidad, una egresada de un instituto local y el secundario de la menor.
A pesar de ser una pasión, le dijimos, debe haber un punto en que esto se convierte en obligación. ¿Cómo hacés para no agobiarte? preguntamos y María Nilda dijo “lo manejás. Siempre digo que no quiero que la artesanía me aburra o llegar a no tener ganas de hacerla. Entonces, si tengo que hacer cintos para reponer los que vendí pero quiero hacer aros, me pongo con los aros primero y luego encuentro el momento de hacer los cintos. Trato de mantener siempre las ganas de hacer. Es un trabajo, pero está en uno seguir disfrutándolo, permitiéndote no hacer nada cuando faltan las ganas o redoblando el esfuerzo cuando es necesario, porque nadie me obliga, sino que soy yo la que hace girar esa rueda”, dijo tranquila y segura, mostrando en sus manos la huella del trabajo con el cuero, la tijera, las tinturas, algo que a veces la hace sonrojar, y aún así, preferir el contacto directo, sin la interferencia de los guantes.
¿Te estresás? quisimos saber y ella dijo “sí, pero por otras cosas, no por el trabajo. El trabajo en la feria se disfruta mucho, es atípico, tenemos que amoldarnos a lo que vendemos y por ahí tenés tus aflicciones, por tus gastos establecidos, pero el tema está en la capacidad que tengas de creer en vos y en tu paño, y en la posibilidad de venta que tienen las cosas. Hay que auto impulsarse todo el tiempo”.
“Obviamente que he tenido problemas pero esta es una salida laboral que me permite la independencia económica, con esa firmeza de decir “yo puedo”, porque pude antes. Esta es una herramienta que me da fortaleza”.
Terminado un trabajo, llega el momento de desprenderse y ponerle un precio, algo para lo que intervienen variantes que hay que combinar, como explicó.
“Partimos de costo de los materiales, del tiempo que me lleva, las circunstancias, la demanda, tomando referencias, y con todo esto, busco un equilibrio”, contó.
También buscó un tiempo para la charla, porque por estas horas, además de prepararse para el fin de semana largo por la Semana Santa, junto a sus compañeros de la feria están ajustando los detalles para montar la carpa que ya hace cinco años colocan los artesanos cerquita de donde suelen estar.
Allí recibirán a unos cincuenta artesanos de otros lugares, los que sumados a los anfitriones, harán posible un paseo recorriendo los más de noventa puestos bajo techo, desde la tarde del Jueves Santo.
Habrá que tomar nota, porque los días viernes, sábado y domingo la carpa abrirá a las 10 y cerrará a la medianoche, de manera de ofrecer a todos la posibilidad de dar una vuelta por allí, donde los artesanos estarán exhibiendo lo suyo, dispuestos a contar cómo hacen su productos, artesanías variadas que asombran aquí, como en tantos puntos del país. Un paseo diferente, para toda la familia, divertido y además, gratuito, al que invitó María Nilda tendiendo un puente entre los que hacen y los que podrán enterarse de quiénes son y cómo trabajan.
¿Desde cuando hacés artesanías?, preguntamos para comenzar a saber de ella y contó “esto me viene desde que me conozco: crecí en el campo, mamá cocía y yo la ayudaba, papá era soguero (hacía trenzados con tientos de cuero) y yo miraba... Y a partir de de resolver nuestras propias necesidades, aprendí a hacer y también a cultivar la paciencia, el tesón, por la pasión por hacer cosas”.
“La vida fue pasando y en un momento tuve necesidad de tener mi propio trabajo, de hacer cosas que pudiera vender. Me dediqué al hilado de lana, empecé a tejer boinas, que llevaba a negocios de regionales, llegué al Centro de artesanos San José y de ahí a la Feria de Artesanos (de la Plaza Colón y Plaza San Martín) y me quedé. Me encantó el trabajo en feria que además me permitía trabajar en casa, criando mis chicos”, contó de un tirón.
A pesar de hacerlo desde siempre, como dijo, no se queda con lo que sabe sino que busca en todo momento, “todo el tiempo estoy pensando como artesana. Todo lo que veo me sirve para darme ideas, para seguir creciendo, porque siempre hay cosas para aprender, para mejorar. Mi paño va mutando, según mi necesidad de creación o lo que me piden”, una combinación que se hace a la hora de hacer y vender lo que se hace.
“Aprendiendo de chica, cultivé el tesón y la paciencia. Miro mis artículos anteriores y sé que hoy no los haría iguales, porque he mejorado la técnica, porque a cada cosa que hago le doy el tiempo necesario, para que cuando llegue al paño a la gente le guste”.
Como artesana a tiempo completo -en la charla dirá que también cuando se despierta en medio de anoche piensa en cómo resolver una prendedura o cómo lograr un color- María Nilda comparte su pasión por lo que hace “porque lo disfruto y me permite vivir de lo que hago. No importa si debo dedicarle dos días a un bordado. No me interesa el camino fácil, el atajo, porque creo que te lleva a convertirte en comerciante y a mí esto me pasa por otro lado, porque me hace vivir”.
Y con los pedidos, más la responsabilidad del puesto en la feria, el hilado de lana ha quedado relegado, quizás para cuando el invierno invite a retomarlo.
Y en su casa, en la cocina-taller, la familia acompaña los distintos procesos, amoldándose a la presencia de los materiales que ella transformará.
“Todos acompañan porque lo que vendemos vuelve a casa”, dijo para agregar que a pesar de lo que pueda creerse mirando de afuera, las artesanías les permiten (su esposo también es artesano) tener dos chicos en la Universidad, una egresada de un instituto local y el secundario de la menor.
A pesar de ser una pasión, le dijimos, debe haber un punto en que esto se convierte en obligación. ¿Cómo hacés para no agobiarte? preguntamos y María Nilda dijo “lo manejás. Siempre digo que no quiero que la artesanía me aburra o llegar a no tener ganas de hacerla. Entonces, si tengo que hacer cintos para reponer los que vendí pero quiero hacer aros, me pongo con los aros primero y luego encuentro el momento de hacer los cintos. Trato de mantener siempre las ganas de hacer. Es un trabajo, pero está en uno seguir disfrutándolo, permitiéndote no hacer nada cuando faltan las ganas o redoblando el esfuerzo cuando es necesario, porque nadie me obliga, sino que soy yo la que hace girar esa rueda”, dijo tranquila y segura, mostrando en sus manos la huella del trabajo con el cuero, la tijera, las tinturas, algo que a veces la hace sonrojar, y aún así, preferir el contacto directo, sin la interferencia de los guantes.
¿Te estresás? quisimos saber y ella dijo “sí, pero por otras cosas, no por el trabajo. El trabajo en la feria se disfruta mucho, es atípico, tenemos que amoldarnos a lo que vendemos y por ahí tenés tus aflicciones, por tus gastos establecidos, pero el tema está en la capacidad que tengas de creer en vos y en tu paño, y en la posibilidad de venta que tienen las cosas. Hay que auto impulsarse todo el tiempo”.
“Obviamente que he tenido problemas pero esta es una salida laboral que me permite la independencia económica, con esa firmeza de decir “yo puedo”, porque pude antes. Esta es una herramienta que me da fortaleza”.
Terminado un trabajo, llega el momento de desprenderse y ponerle un precio, algo para lo que intervienen variantes que hay que combinar, como explicó.
“Partimos de costo de los materiales, del tiempo que me lleva, las circunstancias, la demanda, tomando referencias, y con todo esto, busco un equilibrio”, contó.
También buscó un tiempo para la charla, porque por estas horas, además de prepararse para el fin de semana largo por la Semana Santa, junto a sus compañeros de la feria están ajustando los detalles para montar la carpa que ya hace cinco años colocan los artesanos cerquita de donde suelen estar.
Allí recibirán a unos cincuenta artesanos de otros lugares, los que sumados a los anfitriones, harán posible un paseo recorriendo los más de noventa puestos bajo techo, desde la tarde del Jueves Santo.
Habrá que tomar nota, porque los días viernes, sábado y domingo la carpa abrirá a las 10 y cerrará a la medianoche, de manera de ofrecer a todos la posibilidad de dar una vuelta por allí, donde los artesanos estarán exhibiendo lo suyo, dispuestos a contar cómo hacen su productos, artesanías variadas que asombran aquí, como en tantos puntos del país. Un paseo diferente, para toda la familia, divertido y además, gratuito, al que invitó María Nilda tendiendo un puente entre los que hacen y los que podrán enterarse de quiénes son y cómo trabajan.
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