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La Mujer

Mujeres que hacen cosas

Con cada amasado, comienza el proceso creativo

 Con cada amasado, comienza el proceso creativo

Por Silvina Esnaola EL ARGENTINO


“La pasión por lo que haces te hará entender que los límites son mentales” es la frase elegida por Silvina Weber, que es técnica ceramista, técnica mecánica, maestro mayor de obras, coordinadora de los talleres de cerámica propios y del que lleva una vez por mes a General Almada, para ofrecerles actividades nuevas a los chicos del lugar.
“Me gusta saber de todo un poquito; siento curiosidad por algo y trato de aprender”, dijo en medio de la enumeración de estudios hechos, que incluyen cocina, interiorismo y decoración. Pero ese “poquito” no es tanto, sino que se ha dedicado con ahínco a lo que le ha gustado..., hasta obtener el diploma.
Para ella, moverse entre andamios, treparse a techos y controlar obras en construcción ha sido tan simple como ahora poner a punto la casona de calle Mitre a donde mudará su taller.
“He tenido muchas obras, he trabajado para empresas grandes y con mucha gente a cargo y me he desenvuelto bien. Siempre me trataron con mucho respeto”, contó.
De dónde salió su perfil para la construcción, no lo sabe con certeza. Sí en cambio, que en el secundario quería ser arquitecta.
“Pero me casé antes de comenzar la carrera y ya en el curso de nivelación estaba embarazada. En Rosario del Tala (de donde viene) estudiaba artes visuales y me llamaba la atención el trabajo con barro, con arcilla. Siempre me gustó”, dijo moviendo las manos como si en ellas tuviera alguna masa.
Luego de un tiempo comprendió que le gustaba enseñar o, como dijo ella, compartir lo que sabe hacer.
“Comencé a hacerlo porque debíamos presentar trabajos para la tecnicatura y ayudaba a mis compañeras. Después, una trajo a otra y así se fue haciendo la cadena y al tiempo que enseñaba, me dí cuenta que me gustaba hacerlo.
Y mientras crecía el numero de alumnas, la tecnicatura terminó.
“Hoy me llena de alegría ver que mis alumnas pueden vivir de su propia producción”, afirmó, dejando establecido que aquí hay algo más que un pasatiempo.
Y parece que es así, porque cuando Silvina no da clases, se dedica a la elaboración de las pastas, las cocciones, la preparación de los esmaltes, “porque si bien hay mucho que se compra, la idea es que se produzca en el taller”.
Para esto tiene la ayuda incondicional de sus tres hijos, con los que reparte tareas en casa, de manera que todo marcha aceitadamente.
“Y desde hace unos años, decidí hacer lo que me llena, porque gustarme, me gustan muchas cosas. Pero en los talleres tengo un trato con la gente desde otro ámbito: el del disfrute, el de compartir, más allá de la enseñaza. Compartimos muchas cosas, además de la pasión por los barros, por amasar, por el enchastre”.
Y para poder hacerlo con comodidad, no dudó en ampliar varias veces su casa o mudarse, como ahora.
Para ella, se puede vivir de las artesanías. De hecho, tiene alumnas que lo hacen.
“Hay que tomarlo en serio. Y todavía, a nivel local, no hay una cerámica hecha aquí, por eso la idea es incorporar una cerámica con identidad propia, que nos refleje, pero resulta difícil porque como todo trabajo artesanal, no se paga lo que vale”, afirmó, refiriéndose al tiempo y gastos que lleva hacer la masa, modelar, cocer, lijar, pintar, atender en cada etapa del proceso los tiempos de los materiales, porque conocedora del rubro de la construcción, sabe que el material debe fraguar y que esto no puede apurarse.
Y sabiendo que en General Almada los chicos tenían sólo la plaza para jugar, decidió agregarle un espacio para que pinten, escuchen cuentos, canten y elaboren.
Para esto convocó a sus alumnas y con el apoyo de ellas, se estableció un grupo que va una vez por mes allí, donde no sólo llevan arte sino también ropa, calzado y todo lo que se supone, reciben en donaciones para los 19 chicos que a esta altura ya las esperan, sabiendo que luego de trabajar, compartirán una merienda.
“Es un taller de integración, donde hacemos juegos, manualidades y también aprenden a pintar las figuras ya bizcochadas que llevamos”.
“Y ya nos esperan”, compartió feliz al evocar las caras de esos chicos que dejan la plaza por una tarde cada vez que Silvina y sus alumnas van a visitarlos.
Vale marcar aquí que el grupo que va a General Almada puede ampliarse y como es de suponer, pueden sumarse donaciones. Basta con comunicarse con Silvina, que para esto se reserva un tiempo que ni ella sabe de dónde lo saca.
Tiene 37, pero siente que es mayor.
¿Por qué?
“Con todo lo que he hecho... he tenido una vida intensa” dijo y en esto, también entra haber criado a sus tres hijos.
“Lo importante es tener ganas de superar las cosas que te van pasando, pensar en positivo, porque lo de atrás ya pasó y no hay posibilidad de modificarlo. No queda otra que pensar para adelante”, dijo sonriendo y remarcando su frase de cabecera, la que dice que los límites están dentro de uno.
Así encara cada día y agradece poder hacerlo.

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