Chocolate al paso por la Fiesta de Mayo

Las mesas se colocaron sobre la vereda que calentaba el sol, porque era la elegida por la gente que caminaba por el centro.
Tortas fritas, galletas, masitas dulces y un chocolate que entibiaba cuerpo y alma fueron ofrecidos al paso, junto con la escarapela para los olvidadizos que caían en la cuenta de haberse olvidado de prenderla en el abrigo.
Y todo esto se acompañaba con banderas, globos y ritmos de folklore de fondo, como para no olvidar quiénes somos ni de dónde venimos.
En nombre del grupo de comerciantes, Luis Ríos (que para el día del animal tuvo la idea de montar algo parecido a una granja en el frente de su local) dijo a EL ARGENTINO “lo hacemos hoy porque mañana (por hoy) vamos a desfilar en la fiesta central como parte de una agrupación. Decidimos poner banderas, globos, ofrecer un chocolate caliente, para comenzar el festejo por el aniversario de la Revolución de Mayo. Todos los vecinos de la cuadra se sumaron a esto, que es una retribución a la gente, nuestra clientela”, agregó.
Mientras decía esto, su mamá Betty freía en casa las tortas que se entregaban y que entre la oferta eran las más requeridas.
“También vamos a donar en el transcurso de la semana a tres merenderos (elegidos al azar del listado pedido a la municipalidad) veinte litros de chocolate para que los chicos que concurren a ellos puedan tomar su taza de chocolate caliente”, agregó.
El festejo que comenzaron estos comerciantes ayer rememoró parte del de 1810, cuando se brindó con chocolate, un producto carísimo para la época, al que no accedían las clases populares. Había que limar asperezas entre los bandos enfrentados y se decidió unificar convidando con un chocolate caliente.
Más allá de lo que aprendimos en la escuela y fundamentando lo que decimos, baste con recordar cómo se habían encrespado los ánimos mientras se sucedían los debates y las negociaciones entre los cuatro grupos que pugnaban por el gobierno, la Primera Junta surgida de un escrito presentado por French y Beruti y respaldado por un gran número de firmas.
Al pueblo que quería saber le llegó el convite y la tradición sigue hasta hoy.
Como ayer, cuando quienes ofrecían el chocolate ponían una sonrisa en las caras de los que pasaban, paraban y seguían.

Por Silvina Esnaola
EL ARGENTINO