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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Provinciales

Puiggari minimizó el uso de cilicios y fustas en el Convento de las Carmelitas Descalzas

 Puiggari minimizó el uso de cilicios y fustas en el Convento de las Carmelitas Descalzas

 El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, respondió ayer preguntas a la prensa, tras la denuncia de la revista Análisis por tormentos a las monjas de clausura de Nogoyá.


Descartó que haya torturas intramuros, sostuvo que el estilo de vida es de libre elección, minimizó el uso de elementos como cilicios y fustas, y los encuadró en prácticas de “disciplina”.
La conferencia de prensa se realizó minutos antes de las 10:30 y los medios de la capital provincial (gráficos, radios, televisión y medios digitales) respondieron con amplitud a la convocatoria para escuchar la voz oficial de la Iglesia que se vio nuevamente sacudida por denuncias de malas prácticas.
Puiggari inició la conferencia pidiendo exponer dos temas: “Les quiero aclarar quiénes son las carmelitas y su vida. Se trata de una congregación religiosa que en Occidente nace en el Siglo XIV y la madre fundadora es Santa Teresa, una mujer que funda un montón de conventos. Ella cree que en ese momento, la Iglesia necesita de monjas que se entreguen a la oración y la penitencia en clausura, para rezar y hacer penitencia. Eso se prolonga hasta hoy y el papa Juan Pablo II, aprobó dos constituciones: una del año 90, que es mantener prácticamente la línea de la madre Teresa, con una gran tradición de siglos; y otra del 91 con otras características. Las hermanas que están en Nogoyá son las de la constitución del 90 que son las más estrictas. Ellas entran ahí, tienen una vida de clausura, sólo salen por una cuestión médica, por un motivo grave y se dedican fundamentalmente a la oración, la penitencia y el trabajo porque viven de su trabajo”, consignó Análisis Digital.
En la misma línea agregó que la constitución del 90, “está aprobada por la Santa Sede y ellas dependen de la Santa Sede”.
Más adelante ejemplificó que “en las peregrinaciones la gente sube escaleras de rodillas en Luján y se lastima, gente que peregrina kilómetros descalzo”.

Los cilicios: “Unos 
alambres con pinchecitos 
que molestan”
“Las carmelitas mantienen tradiciones que son corporales, no son torturas, no son obligatorias. Libremente, las que quieran pueden usar el cilicio”, aseguró Puiggarí, y aclaró que esos elementos son usados “los viernes, un ratito”. 
“El cilicio es un alambre, con unos pinchecitos que se ponen alrededor de la pierna, que no lastiman ni sacan sangre, pero molestan”, describió sin sonrojarse. “Esta es una práctica que ellas tienen libremente”, reiteró. 
“Si los médicos no lo comprueban, no hay sangre, no es lastimarse. ¿Por qué no podemos dejar a ellas la libertad?”, preguntó en un tramo de la entrevista y se respondió a sí mismo: “Entiendo que no estén de acuerdo, pero por qué no respetamos la libertad de ellas y sus actos privados que no están tipificados en la ley. No es que usan el cilicio todos los días, lo usan los viernes un ratito, ni sé cuánto porque es libre”, reiteró. 
Con respecto al allanamiento, reconoció que “secuestraron un alambrecito que tiene como unas salidas tipo pinches, pero no pinches que lastiman porque no entran en la piel, molestan. Y después también secuestraron como una especie de cintas que no sé cómo llamarlas, con las cuales a veces se puede golpear la espalda. Esto es aprobado por la Santa Sede”, reiteró a manera de justificación. 
“Yo puedo no  estar de acuerdo, pero lo respeto. Yo no estoy de acuerdo con que los Testigos de Jehová no puedan hacerse transfusiones de sangre, pero los respeto porque es su condición religiosa”, comparó.
En cuanto a su opinión personal de este tipo de prácticas, Puiggari insistió en que son cuestiones de penitencia y graficó: “Cuando ustedes (por los periodistas) están tomando frío para una nota, esperando, es un sacrificio”, comparó. 
Por último, Análisis le consultó sobre las “quejas” que había recibido en algún momento sobre las condiciones intramuros en el convento. Puiggari admitió: “El obispo está acostumbrado a recibir quejas de todo el mundo. Por semana recibo muchas quejas, pero hay que tratar de ver si tienen o no algún fundamento para intervenir. Cuando recibí las quejas, hablé con quien tenía que hacerlo, que es mi superior y quedamos en ir haciendo algo para averiguar. Pero nunca apareció con esta gravedad. Acá no hay violencia de género, no hay torturas, no hay abandono de personas, no hay privación de la libertad. Si vivís en una comunidad, siempre hay roces: te llevás mal con una u otra, sentís que te valoran o no. Esos problemas hay y no los voy a negar, pero nunca como para una causa judicial”, completó.

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