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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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Los errores no forzados y el beneficio de la duda

Los errores no forzados y el beneficio de la duda

   Un tenista profesional se encarama en los primeros lugares del ranking cuando logra desplegar un juego agresivo, con alta proporción de tiros ganadores y pocos errores no forzados. Si tiene buenos golpes pero falla mucho, pierde.



Tomando como base la ecuación del tenis, Mauricio Macri debería comenzar a limitar los lanzamientos a la bartola, sobre todo para que los aciertos dejen de quedar opacados por torpezas.
Si bien más importante es que las reformas económicas ampliamente elogiadas en foros internacionales comiencen a plasmarse en mejoras tangibles para los argentinos, los errores no forzados del presidente enrarecen el clima político.
El último golpe sin destino de Macri fue el ida y vuelta sobre su charla informal con la primera ministra británica, Theresa May, en Nueva York, luego de haber dicho que su interlocutora aceptó discutir sobre la soberanía de las Islas Malvinas.
La diplomacia británica hace treinta y cinco años que mantiene inalterable la negativa a hablar sobre la soberanía del archipiélago, pese a los múltiples llamados de Naciones Unidas y de la comunidad internacional. Es improbable que cambie de parecer en un diálogo de sobremesa. El Presidente debería saberlo.
El arrebato de Macri llegó al final de su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU y contradijo además la polémica declaración conjunta que habían firmado la canciller Susana Malcorra y el vicecanciller británico Alan Duncan, cuando este visitó la Argentina para el Foro de Inversiones y Negocios.
La hoja de ruta no es letra firme, es cierto, pero habla de la posibilidad de retomar la cooperación en múltiples aspectos, incluidos aquellos vinculados a las islas, pero restableciendo la fórmula del paraguas de soberanía puesta en marcha en 1989/90 justamente para mantener congelada esa diferencia central.
La cuestión Malvinas es medular en la política exterior argentina y pese a los múltiples volantazos dados desde 1982 no deja de ser una cuestión de Estado.
Tanto la declaración conjunta de Malcorra-Duncan como el minué Macri-May no tuvieron en cuenta la sensibilidad del asunto.
Finalmente, el Congreso, a través de prácticamente todos los miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, intervino para que cualquier progreso en la relación tenga supervisión y aval parlamentario.
Quizá la nueva etapa de relaciones amigables con el Reino Unido sea más fructífera que la hostilidad elegida por los Kirchner, pero el abordaje macrista fue descuidado.
Y repitió otros desatinos presidenciales como el reajuste tarifario, drástico y sin audiencias públicas penalizado por la Corte Suprema, el nombramiento de ministros del máximo tribunal por decreto o el respaldo público a un carnicero que hizo justicia por mano propia.
En todos estos casos flota también una duda. ¿Es realmente torpeza o es premeditación? Dentro de un esquema de comunicación tan prolijamente diseñado como el del PRO es raro que haya tantos descuidos.
Habrá que ver en todos esos casos cuál era el objetivo final del Gobierno y si se cumplió o no.
 

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