Un millón de almas que ni estudian ni trabajan

A fines de agosto pasado, cuando el Indec difundió sus primeros datos oficiales de empleo en varios meses, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó en Ginebra sus cálculos sobre desempleo juvenil. Los mismos indicaban que la región de América latina y el Caribe mostraría el índice más alto del mundo. Se esperaba entonces que este año llegue al 16,8% y que en 2017 alcance el 17,1%. Pero para la Argentina, la realidad es peor: en el segundo trimestre del año, la desocupación entre los menores de 29 años ya es del 18,9%, según el Indec.

El gran desafío de la política del gobierno de Mauricio Macri será el de dialogar con los distintos sectores gremiales, y cámaras empresariales con el fin de revertir esta situación, además de generar centros de capacitación para brindar más herramientas a estos jóvenes con el fin de tener su primera experiencia laboral en la economía formal. 

En el primer año del gobierno nacional, se resolvió el impuesto a las ganancias, se fortaleció a las obras sociales con un plan de pago de la deuda que mantenía la Superintendencia de Servicios de Salud de la Nación, por prestaciones especiales, pero aún se necesita reforzar el sistema educativo, seguir invirtiendo fondos en escuelas técnicas, planificar el sistema previsional incorporando a 4 millones de trabajadores en negro a la economía formal y bajar los aportes patronales a las pequeñas y medianas empresas.

En un país con tantos recursos naturales no puede haber un pobre cada cuatro habitantes, y no será un solo gobierno el que resolverá este problema sino el conjunto de la sociedad, mediante la definición de políticas de Estado y un proyecto de país que incluya a todos los sectores, y en especial a ese millón de jóvenes que hoy literalmente están fuera del sistema educativo y laboral.