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La Mujer

Mujeres que hacen cosas...

De su casa... a la Casita de Lucy

 De su casa... a la Casita de Lucy

Cuando terminó su carrera docente, Susana Garro ya tenía claras algunas cosas.



Por ejemplo, que la Geografía (es profesora de esta materia y Ciencias biológicas) ya había dejado de ser una ciencia descriptiva para tornarse más social. Que las capacitaciones que hizo siguiendo estos cambios le hicieron descubrir su inclinación por el trabajo social, que fue más fuerte luego de los dos años de encuentros para prepararse en la prevención de adicciones.
“Fue antes del 2000. Era una problemática que no se vivía como hoy”, nos dijo, para meterse de lleno en la cuestión, recordar compañeras de talleres, momentos y decir segura “el adicto no puede decir; es “a dicto”, sin dicción; no puede sacar afuera lo que le pasa”.
Saber esto le hizo forjar, como dijo, otra catequesis “porque era llegar a otros lugares, con los mismos valores, pero de otra manera”, al poder ponerse en el lugar de otro. Algo que seguirá haciendo, como se verá.
Porque cuando llegó la jubilación, un nuevo desafío se le presentó.
“Nunca pensé en jubilarme, porque me encantaba lo que hacía. Pero me enfermé y debí tomar licencia. No volví al aula y ya jubilada, debí dedicarme a mi recuperación, que implicó un cambio de vida , de hábitos, hasta que pude manejar mi enfermedad. Una vez cargadas las pilas, sintiéndome bien y de vuelta a la normalidad, entendí que el Señor me daba otra oportunidad y debía agradecerla y devolver.
Como con Gustavo (su esposo) pertenecemos a la comunidad de San Juan Bautista y Beato Juan XXIII, el sacerdote Ariel Crettaz nos propuso la coordinación de la Casita de Lucy”
Así conocemos a la Casita de Cáritas “Lucy Rocca de Rossi”, ubicada en calles Roca y Palacios, pleno corazón del barrio La Cuchilla, que apunta a la promoción humana.
“Nunca había trabajado en la iglesia”, dijo Susana para explicar “mi iglesia eran mi hogar y mis alumnos. Ahora cambiaba el destinatario porque la misión anterior estaba cumplida. Y cuando me propusieron enseñar a pescar y no dar el pescado, me dije “a mi juego me llamaron”, porque la clave de la misión iba de acuerdo a nuestra forma de ser. Nos embarcamos en el trabajo de sembrar la semillita de la esperanza, un desafío nuevo todos los días, porque en lo social, dos más dos no es cuatro”.
Desde 2009 es una referencia para este voluntariado, “que tiene que sentirse cómodo, porque desde la elección aparece el compromiso y se involucran de otra manera”, sostuvo, aclarando que en la casita de Lucy se trabajan los ejes educación, ecología (salud, medioambiente) y ciudadanía. Para eso cuentan con un voluntariado valiosísimo.
Cuando se hicieron cargo había talleres de adultos, pero viendo la necesidades de las nuevas generaciones, se abocaron a trabajar estos ejes con los más chicos, ofreciendo apoyo escolar, estimulación de la motricidad fina, la biblioteca, la juegoteca “y ahora, como ya saben cuidar, nos proponemos armar este año un rinconcito de ciencias, con un microscopio, para que puedan ver y sorprenderse con lo que observen”.
“Agregamos atención a los hermanitos desde los cuatro años, entonces los recibimos de otra manera para el apoyo primario”, destacó.
“Cuando llegamos, no muchos chicos asistían a la secundaria. Ahora sí. Empezamos con apoyo secundario, de manera intensiva con inglés y matemáticas, y ahora vimos que muchos volvieron porque se dieron cuenta que les va mejor”.
“Y en el caso de temas puntuales de cualquier asignatura, también estamos listos para ayudar. Este voluntariado abarca y abraza. Creo que los que volvieron, lo hicieron porque se sintieron muy contenidos”.
Antes dijiste “ahora ya saben cuidar”, lo que implica la enseñanza de hábitos, además de sumas, restas, lecturas y tareas, es decir, que la enseñanza es amplia, apuntamos y Susana consideró “para hacer este trabajo es necesario que podamos ponernos en su lugar. Porque puede ocurrir que creamos que algo que proponemos los hará felices, cuando ellos ni se lo plantearon. Quizá no entendemos ciertos comportamientos, pero hay que conocer la historia de cada uno, dónde está parada esa persona, de dónde viene, cómo llegó allí.
Cuando podemos comprender reina el amor, porque los voluntarios van de la mejor manera, con una entrega que se percibe, se siente mucho”.
Sin mediar pregunta, explicó “el proyecto completo de La Casita de Lucy se llama Suma de esperanzas, que vamos poniendo para que ellos puedan salir adelante, con las herramientas para enfrentar el mundo y poder elegir, porque esto los dignifica”.
Vino movidita la jubilación...
“En esto estoy a tiempo completo. La casita funciona de lunes a viernes, de mañana y tarde. También hacemos ferias, pero no sólo de ropa, sino de artículos para el hogar, electrodomésticos, muebles y ahora agregamos alimentos. Y se hacen amoblamientos escolares para vender y con eso mantenemos la obra”.
¿Cómo podemos comunicarnos para ofrecer nuestro tiempo, lo que sabemos o lo que tengamos para dar?, quisimos saber y Susana nos dio su teléfono, que ella pronuncia 15 300 500, para que sea más fácil recordar.
Y agregó “quien no tenga tiempo para ir, podrá hacer una torta para un festejo. Nadie es tan pobre que no pueda ayudar...”
Al terminar, le preguntamos cuál es su desafío de cada día y sin poder evitar emocionarse, respondió “mi desafío es que los jóvenes sigan acercándose a la casita, poder seguir dando respuestas y tener la fuerza suficiente para poder ofrecer esperanza...”

Por Silvina Esnaola


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