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Opinión

Votar más allá de las PASO

Votar más allá de las PASO

Por Sergio Berensztein (*) EL ARGENTINO/Agencia El domingo vamos a votar. Para muchos es un acto casi de rutina, porque hace 34 años que recuperamos la democracia y concurrimos 21 veces a las urnas para elegir legisladores. 


Votar más allá de las PASOPero no será un día más: votar es fundamental, es un momento embrionario y al mismo tiempo culmine en el que construimos entre todos un elemento indispensable como es la legitimidad popular. Se trata, nada menos, que de un principio básico de la democracia, pues las decisiones que toman nuestros representantes son válidas precisamente por el hecho de que los elegimos mediante el sufragio.
Pero claro, la elección que vale es la del 22 de octubre, este 13 de agosto tendrán lugar las PASO. Y como son pocos los distritos en los que los partidos dispusieron de varios candidatos para que nosotros podamos elegir, en la práctica se trata de un gran despliegue de recursos económicos sin demasiado sentido práctico. Pero no es así: tenemos que ir a votar, porque es ley. Y es importante que las cumplamos. Es un valor positivo, o debería serlo, cumplir y hacer cumplir la ley. ¿Nos parece que está mal? Entonces debatamos como sociedad un sistema mejor. Pero mientras esté vigente, debemos velar por su cumplimiento. Aunque no nos guste, aunque queramos incluso anularla. Sobre todos los ciudadanos de a pie: solamente la ley nos puede proteger de la discrecionalidad y la influencia de los factores de poder real. Y si no nos preocupamos por que se cumplan todas las leyes, seguramente las primeras que perderán importancia son aquellas que más molestan a los que más tienen. Es decir, es importante que funcione lo mejor posible el Estado de derecho por una cuestión de egoísmo, no de altruismo. Nos conviene, en efecto, a todos.
Las elecciones, dice la teoría democrática, constituyen una excelente posibilidad para debatir los temas que le interesan a la sociedad. Cada partido, cada candidato, tiene la oportunidad de ofrecer su visión, opinión y propuesta sobre las cuestiones que conforman la agenda ciudadana. Lamentablemente, esto rara vez ocurre, y no solamente en la Argentina. Las campañas pasaron a estar dominadas por especialistas en marketing político que lo único que buscan es el resultado. Le hacen decir a los candidatos lo que, suponen estos bilardistas de la política agonal, los votantes quieren escuchar. Se disponen sofisticadas estrategias comunicacionales que cuestan enorme cantidad de dinero para maximizar la posibilidad de lograr objetivos electorales. Y entonces, las campañas transcurren como si en lugar de fomentar los mecanismos de deliberación democrática estuvieran vendiendo jabón para el lavarropa o una bebida saborizada. No es que esto explique los problemas estructurales de gobernabilidad que tiene la Argentina, pero ciertamente no ayuda en nada a que podamos aunque sea plantear las cuestiones relevantes de un debate que sigue aún pendiente. Y que ningún actor político, hasta ahora, incluyendo a Cambiemos, parece dispuesto a dar. Tampoco le quito trascendencia a la importancia de la competencia política como tal: al contrario, toda la competencia es buena. Cuánto más competencia, mejor. En la política, sin duda. Fuera de la política, en el mercado, igual o incluso más. Con más competencia política ganamos los ciudadanos. Con más competencia económica, los consumidores. Dos caras de la misma moneda.
Votar permite también que al menos por un día, por un momento, seamos todos iguales. En un país tan fragmentado, tan dividido, tan desigual, ese instante de absoluta igualdad también nos une pues todos los votos valen lo mismo. Como en Fiesta, la fabulosa canción de Serrat, el noble y el villano, el prohombre y el gusano, todos haremos la cola con el DNI en la mano y habremos de sufragar de acuerdo a nuestras convicciones e intereses. O lo que se nos de la gana.
Se llama libertad, y muchos argentinos han muerto por tenerla. Y muchos hombres y mujeres en el mundo están muriendo o estarían dispuestos a hacerlo por recuperarla, por gozar de este enorme privilegio convertido en derecho adquirido que supimos conseguir.
Disfrutemos este domingo. No es un día más.
 
(*) Sergio Berenstein es analista político.

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