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Opinión

Una iniciativa del Papa

Jornada mundial de los pobres

Jornada mundial de los pobres

Uno de los dramas de nuestro tiempo es el sufrimiento que padece más de la mitad de la humanidad. En tiempos en los cuales se buscan soluciones para muchos desafíos, sin embargo, no se han encontrado caminos para superar la pobreza y el hambre.


Por monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)

 

Se llevan adelante algunos programas desde las Naciones Unidas y otros organismos internacionales para promover el desarrollo de los pueblos más postergados. Hubo algunos avances, pero la mayoría de los pobres sigue “esperando”. La riqueza mundial es creciente, pero también su concentración en cada vez menos manos.

Este domingo, por iniciativa del Papa, se realiza en todo el planeta la Jornada Mundial de los Pobres. No se promueve una colecta puntual. Se nos convoca a sensibilizarnos con el sufrimiento transformado en clamor que nos interpela.

Tenemos que asumir que “con frecuencia vemos a los pobres en los vertederos recogiendo el producto del descarte y de lo superfluo, para encontrar algo que comer o con qué vestirse. Convertidos ellos mismos en parte de un vertedero humano son tratados como desperdicios, sin que exista ningún sentimiento de culpa por parte de aquellos que son cómplices en este escándalo. Considerados generalmente como parásitos de la sociedad, a los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, sólo porque son pobres”. (Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres 2019). Suelen ser estigmatizados y ninguneados por su aspecto o lugar de vivienda.

También nos dice el Papa que “para aumentar el drama, no se les permite ver el final del túnel de la miseria. Se ha llegado hasta el punto de teorizar y realizar una arquitectura hostil para deshacerse de su presencia, incluso en las calles, últimos lugares de acogida. Deambulan de una parte a otra de la ciudad, esperando conseguir un trabajo, una casa, un poco de afecto...” (íb.).

Cada día estamos llamados a tender puentes hacia los que sufren, no muros que los distancien o encierren. La autenticidad de nuestra espiritualidad se comprueba en la cercanía con los pobres (EG 24 y 183).

Jesús quiso quedarse presente en cada pobre, cada hombre o mujer que sufren el desprecio y el rechazo de la sociedad, y condiciones de vida miserables. El capítulo 25 del Evangelio de San Mateo es elocuente “tuve hambre y me diste de comer”. Y San Juan Pablo II lo comentaba de este modo: “Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia” (NMI 49). Pensemos en la fe que tenemos para ver a Jesús presente en la Eucaristía y en la Palabra. ¿Por qué nos cuesta verlo al mismo Jesús en los pobres y excluidos?

No se trata de cercanías esporádicas como para cumplir. “La esperanza se comunica también a través de la consolación, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento, cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo. Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado un poco de nuestro tiempo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa.” (Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres 2019).

“A veces se requiere poco para devolver la esperanza: basta con detenerse, sonreír, escuchar. Por un día dejemos de lado las estadísticas; los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar: son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa. Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo.”  (ib.).

 

Luchemos por la vida

 

En la Argentina mueren más de 7.000 personas por año debido a accidentes de tránsito, dejando mucho sufrimiento, enojo, desconsuelo entre sus familias y amigos. Hoy también es el día instituido por Naciones Unidas para crecer en conciencia acerca de este flagelo.

Nos decía Benedicto XVI: “Aseguro mis oraciones por todos los que han perdido la vida en las carreteras y recuerdo, al mismo tiempo, el deber de conducir siempre con prudencia y responsabilidad... Cada día, por desgracia, especialmente en el fin de semana, se registran en las carreteras accidentes con muchas vidas humanas trágicamente rotas, y más de la mitad de las víctimas son jóvenes... Es necesario combatir la distracción y la superficialidad, que en un momento pueden arruinar el propio futuro y el de los demás. La vida es preciosa y única: debe ser respetada y protegida siempre, también con un correcto y prudente comportamiento en la carretera... Se puede y se debe hacer más para evitar muertes en carretera”. (Papa Benedicto XVI en el año 2012)

Recemos por quienes sufren a causa de la muerte de familiares y amigos, y por mayor responsabilidad en toda la sociedad.

 

(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

 

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