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Mujeres que hacen cosas: Estela Lemes

Como mamá y maestra, lucha por un ambiente sano, y tiene en su sangre la marca de las fumigaciones

Como mamá y maestra, lucha por un ambiente sano, y tiene en su sangre la marca de las fumigaciones

Es la Directora de la Escuela Nº 66 “Bartolito Mitre”, que ofrece Jardín de infantes Nivel inicial, EGB1 y EGB2, está en Costa Uruguay Sur y en 2019 cumple 85 años.


Silvina Esnaola

 

Estela Lemes siente suya esta escuela, a la que llegó en julio de 2001 con sus hijos y donde ya instalada, forjó una entrañable relación con sus vecinos,  que no permitieron que les faltara nada durante los siete meses que pasó sin cobrar.

En “la 66”  ha vivido distintas experiencias, de las buenas y las otras, como veremos.

 

Tan identificada con ella, Estela contó de entrada que el festejo por los 85 años será el jueves 28  a las 10, en la escuela misma, con un acto que incluirá números artísticos y empanadas para quienes vayan.  

“Y en ese festejo -compartió- queremos ponerle nombre al Jardín de infantes, para lo que solicitamos autorización a Paraná. Si nos dicen que sí, se llamará “Niño Semilla”, porque Gurí, nuestro artista local,  nos hizo un mural enorme con la figura de un niño semilla. Y nosotros entendemos que cuando vienen, cada niño es una semilla que  debemos regar y cuidar para que después, su familia y la comunidad hagan de ellos una planta frondosa. Por eso elegimos ese nombre”.

 

La “Bartolito Mitre” tiene  fecha de la fundación el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. “Entonces ese día se hace el recordatorio del aniversario pero se trabaja mucho la fecha”, explicó.

Y desde  abril de 2015 escuela Nina, es decir,  de jornada completa. El nombre de Nina es un homenaje a la profesora paranaense Nélida Landreani.

“Desde que nuestra escuela es Nina hemos recibido niños de las escuelas 8, 90 y 106”, dijo satisfecha por esta elección del establecimiento, agregando “trabajamos la Educación sexual integral, la Agroecología, el cuidado del medioambiente y como tenemos  orientación al arte, hay talleres de música, danza, teatro, artes visuales, más allá del acompañamiento al estudio”.

“Son muy importantes las escuelas Nina y debemos decirlo, porque en los talleres los niños sacan todo a la luz: lo bueno para exponerlo y lo malo, para compartirlo y ser ayudados. Es increíble lo que se logra. Se trabaja con amor, y creo que esto es fundamental, porque sabemos quién es cada nene, cómo es su familia, su historia...”

 “También les encanta el trabajo con la tierra, como la huerta. Hace poco plantamos árboles frutales y nativos, porque estamos replantando todo lo que podemos. Teníamos seis mandarinos y quedan dos, porque las fumigaciones los secaron”, marcó dando idea del poder de estas lluvias tóxicas.

 

 -¿Ya estudiaban ecología o fue a partir de padecer las fumigaciones?

“Lo trabajábamos antes, porque tuvimos conciencia del cuidado del ambiente desde el “No a las papeleras”. Estuvimos varias veces en el Grito Blanco y como los chicos viven en el campo, estaban muy interesados. Las fumigaciones hicieron que tomáramos el tema como eje transversal, es decir que se lo enseña en todas las áreas”, respondió.

Aquí vale recordar que en septiembre del 2012 y en horario de clases, pasó sobre la escuela una avioneta que fumigaba un campo lindero. Estela encerró a los alumnos para protegerlos, llamó a los padres para que busquen a sus chicos y a la policía.

“Eran trece en  2012. Con mi familia ya teníamos el antecedente de 2009, cuando no pudimos comer el asado hecho para celebrar el día de la madre, porque nos fumigaron. De manera que ya padecíamos esto. Yo hacía las denuncias a la Dirección de Ambiente de aquí, que las tomaba y labraba actas, aunque la escuela no está dentro de ejido porque pertenece a la Junta de Gobierno de Costa Uruguay sur”.

 Del episodio de 2012  recordó que aconsejó a sus padres que ante cualquier síntoma llevaran a sus chicos al hospital, y que una mamá le dijo poco después que su nene había tenido vómitos, pero no lo había llevado porque están muy lejos...”   

Y como consecuencia de la suma de estas fumigaciones y otra terrestre, a Estela le quedaron clorpirifós etil y glifosato en sangre, causantes de la Polineuropatía que padece. No lo supo enseguida, sino en 2014. Ella sentía un malestar generalizado, cansancio, se agitaba y le dolían  las piernas, lo que atribuyó a ser multípara y a estar cursando la premenopausia.

A fines de 2014 fue invitada por la  ONG Médicos de Pueblos Fumigados como otros maestros de escuelas rurales, a dar su testimonio en el Congreso de la Nación. 

 “Había un laboratorio móvil y nos ofrecieron hacernos gratis los análisis. Acepté. Pasaron dos meses hasta tener el resultado: presencia de clorpirifós”.

“En 2016 fui a  Mar del Plata y aproveché para repetirlos y ahí descubrieron que también tengo glifosato en sangre”, confirmó, con resignación.

 “Convivo con esto, que tiene un tratamiento para que no avance, porque lo dañado no se repara. Y debo costearlo en gran parte...”, nos sorprendió, porque a todas luces no le corresponde hacerse cargo.

“No es fácil -siguió, adelantándose a la pregunta que venía- porque sabiendo que el glifosato es cancerígeno, la zozobra es mucha. Pero vivo, trabajo y sigo haciendo lo que hacía, porque no quiero encerrarme, sino que mis hijos me vean bien y disfrutar mis nietos”.

Y sus hijos y nietos la ven pelear contra las fumigaciones y participar de manifestaciones como la que se hizo a comienzos de mes tras el fallo del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, que avaló las fumigaciones terrestres y aéreas a pocos metros de las escuelas rurales.

Cuestión de la que acaba de abrirse un nuevo capítulo.

 

 Estela puede jubilarse como docente, pero no quiere hacerlo. Tampoco lo hará de su lucha ambiental, “a menos que llegue el día en que se haga agroecología y no dejen entrar agrotóxicos al país”, aseguró, un poco en broma y muy, muy esperanzada.

No en vano el año pasado un equipo de la televisión austríaca visitó la escuela, así como antes lo hizo uno  de Alemania. En 2019, vinieron a entrevistarla de la TV pública de Francia. Todos con el mismo propósito de reflejar lo que sucede, a diferencia de otros, que miran para otro lado.

 

Como se dijo antes, “El niño semilla”, el mural que Gurí les regaló,  inspiró a Estela y sus maestras para bautizar el jardín de infantes de la Escuela Nº 66 “Bartolito Mitre”.

 Con este propósito entre otros, organizan el festejo por los 85 años de la escuela, que ya dijimos, será el jueves 28 noviembre.

Ellas están convencidas, como dijo Estela, de que “cada niño es una semilla que sus papás depositan en la escuela “y en nosotros está darles el mejor cuidado, protegerlos, alimentarlos, como a una planta, para que sigan su camino...”

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