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Diario El Argentinojueves 18 de abril de 2024
Opinión

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Mujeres que hacen cosas... Daniela Bourlot: Disfruta trabajando en su mundo de chocolate...

Mujeres que hacen cosas... Daniela Bourlot:  Disfruta trabajando en su mundo de chocolate...

Daniela Bourlot 


Por Silvina Esnaola

 

Es tan tranquila en su hablar y en sus movimientos, que no resulta fácil imaginarla en las múltiples tareas de cada día, que implican la crianza de Clara (11), Juan Manuel (9) y Alfonso (5), su participación profesional en la cafetería de su esposo Facundo y el emprendimiento propio, “Almacén de chocolate”.

Pero Daniela Bourlot logra equilibrarlas, aunque fijando prioridades, claro. La primera, sus hijos.

Es contadora y profesora de Ciencias económicas, pero no ejerció la docencia porque “no tengo la pasta para dar clases, por el momento”, como aclaró.

Sí trabajó  en un estudio contable “mientras estudiaba, donde empecé con cosas básicas, hasta que fui adquiriendo experiencia al tiempo que me recibía. En un momento pude manejar el estudio, reemplazando a mis jefes en sus licencias”, dijo dando cuenta de su crecimiento dentro de este lugar.

 “Trabajé hasta que quedé embarazada de Juanma, cuando preferí abocarme a ser madre y ayudar a Facundo en su cafetería”.

A Clara, la mayor, Daniela la llevaba a su trabajo sin inconvenientes “mientras era lactante,  en momentos como el de los vencimientos. Pero ahora la situación cambiaba, con dos chiquitos para atender. 

 

 

-¿En qué momento empezaste a pensar en tener tu emprendimiento?

“Mientras trabajaba en el estudio contable;  me parecía que la cafetería iría muy bien con el chocolate. Siempre fue una idea”.

“Cuando Juan Manuel tenía nueve o diez meses -hace ocho años- empecé a hacer cursos en Buenos Aires de chocolatería básica, para aprender. Hice el curso y quedó en eso porque no compré chocolate ya que tenía miles de dudas a la hora de templarlo, necesitaba más conocimientos...”

 

- Hiciste el curso pensando que era una buena  veta, pero no te largaste porque empezaron las dudas...

“Sí. De hecho practiqué muy poco. Igual, quedó la idea latente”.

 Pasó el tiempo, hubo una mudanza y el anuncio del embarazo de Alfonso, y las prácticas chocolateras quedaron más relegadas todavía.

 

“Cuando Alfonso ya tenía varios meses  comencé a rescatar de la compu los machetes que tenía y a buscar dónde capacitarme. Salió un curso en Buenos Aires, y yo, que no había manejado nunca en ruta, agarré el auto y me fui a hacerlo. Si no tomaba la iniciativa en ese momento, no lo haría más”, dijo muy segura.

Y este aprendizaje,  sumado al que ya tenía, fueron el empujón que Daniela necesitaba para esta vez sí, dar vida a “Almacén de chocolate”.

 

Y empezó, usando la cocina de su casa y dentro de ésta, “la isla donde se come. Como es de mármol, la uso para templar”.

“El chocolate tiene que ser templado y cada tipo de chocolate tiene su temperatura.

Lo fundo cuidando que no se queme,   paso el 80 por ciento de lo que fundí a la mesada, que tiene que ser de mármol porque es un poco más fría que la temperatura ambiente y con una espátula voy moviéndolo hasta enfriarlo. En ese punto incorporo el resto, que quedó con la temperatura con la que salió del microondas, mezclo y ahí el chocolate queda templado”.

“Con esto puedo hacer bombones de molde, chocolate tipo Bariloche, agregar frutos secos, pasas o cereales. Después lo vierto en bandejas, dejo enfriar y corto en cuadraditos. Como el corte es a mano, no hay tamaños exactos”, aclaró.

 

No hay tamaños de  producción en serie, pero el chocolate tiene características, como     aprendimos con Daniela: tiene que ser brilloso, no tener vetas blancas y al romperlo, debe hacer “crack”. Si no lo hace, no está bien templado y la consistencia en boca es diferente.

Mientras cuenta, Daniela disfruta como si estuviera en su cocina, con sus bandejas, sus mezclas, sus chocolates, haciendo esas delicias que después entregará en cajitas o bolsitas,  según le pidan.

 

-¿En qué momento los hacés?

“A la siesta, cuando mis hijos están en la escuela. O después que se van a dormir,   cuando se acercan fechas como el día de la madre, el de los enamorados, Pascuas (para esta ocasión, hace huevos con diseño), que trabajo toda la noche, hasta la madrugada”.

 

Fuera de estas fechas se pueden encargar regalos especiales, con las formas que se elijan, como habanos, zapatos, juegos de ajedrez, de dominó, autitos, chupetes, chupetines...

 

-¿Te va bien con esto?

“Sí. Lo llevo a mi ritmo, porque tengo mis hijos, que son mi prioridad. Igual, siempre tengo un stock para vender”.

 

-Trabajás cuando los chicos están en la escuela, ¿qué pasa  cuando vuelven?

“Trato de tener la casa en condiciones para las  cinco y media, y los espero con la merienda lista”.

 

-¿Cómo se lleva la familia con el olor a chocolate? ¿Los empalaga? 

“No, les encanta y  quieren comer todo el tiempo. Como tengo que vender, comparto los recortecitos...

 

-¿Te cansás?

“No, lo disfruto. A veces, cuando trabajo como ahora, para el día de los enamorados, que hice todo, desde el armado de las cajas, los bombones  hasta la entrega, termino cansada, porque es demasiado para una sola persona. Por suerte mamá y Facundo me dan una mano...”

 

-¿Y qué pasó con aquella idea de complementar la cafetería con los chocolates?

“Está latente, pero hay que atender varias cuestiones, porque no es tan fácil implementarlo, pero ya va a llegar...”

 

-Con los chicos de vacaciones y los calores se ha de complicar...

“En enero no se vende; igual, templo y guardo en la cava. Quiero tener para poder responder si me hacen un pedido”. 

 

-Arrancaste “Almacén de chocolate” además de porque te encanta, por esa satisfacción de sentir  que es tu emprendimiento? 

“Sí, y porque también quiero colaborar en mi casa. Si bien no puedo quejarme, hay momentos en que la cafetería no genera bien. En  verano la cafetería trabaja a pleno pero en invierno baja...”

-Ahí estás vos con tus chocolates, equiparando...

“Yo estoy  empezando, genero muy poco...” dijo con humildad, aunque los pedidos se multiplican, nunca mejor dicho, de boca en boca, tras conocerse  sus productos.

Ella apostó al chocolate y hoy sabe que no se equivocó.

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