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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
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La revolución de las escobas

La revolución de las escobas

Un desmedido incremento de impuestos provocó la llamada “revolución de las escobas”.


Jorge Pedro Jurado (*)

(Colaboración)

 

Muchos cambios sucedieron luego de una rebelión fiscal. El Imperio Romano cayó por el aumento del gasto público, el control a la economía y la degradación de la moneda. Lady Godiva se paseó desnuda sobre un caballo en Inglaterra al apelar a su marido para que bajara los impuestos y lo consiguió.

Quién no recuerda a Guillermo Tell, quien disparara con su arco a la manzana sobre la cabeza de su hijo. Allá por el 1200, Guillermo Tell encabezó una rebelión fiscal contra los recolectores de impuestos. Otro ejemplo fue la Carta Magna. El rey Juan sin Tierra tenía problemas fiscales, el Papa lo excomulgó y su hermano Ricardo Corazón de León fue secuestrado. Juan incrementó el impuesto a la tierra pero los barones lo enfrentaron y lo obligaron a firmar la Carta Magna el 15 de junio de 1215.

En el ámbito local no sabemos qué pasará ahora con la inconstitucional sobretasa inmobiliaria dispuesta por la Municipalidad de Gualeguaychú, pero todos son ejemplos que muestran que las rebeliones fiscales han sido importantes hitos de limitaciones al poder.

Hay un hecho ocurrido hace más de un siglo en la ciudad de Buenos Aires quien decretó una suba de impuestos y los propietarios de los conventillos subieron a su vez los alquileres. Esto ocasionó un estallido social y la gente salió a las calles.

Los inquilinos iniciaron una huelga y nadie imaginaba que se produciría un hecho inédito. Los protagonistas serían las mujeres con sus hijos que a escobazos sacaban a los abogados, jueces y policías que pretendían arrancar a las familias de sus casas.

La gente vivía en casas de inquilinatos. Algunos conventillos aún existen en muchos barrios de la ciudad o se han convertido en los llamados PH.

Eran casas en que se alquilaban cuartos a inmigrantes que llegaron en el siglo XIX huyendo de la hambruna europea, produciendo un crecimiento demográfico de magnitud.

Por la fiebre amarilla de 1871 en Bs. As., las familias más ricas se trasladaron a la zona norte de la ciudad abandonando sus residencias. Esto permitió que numerosas familias se ubicaran en los caserones de la zona sur y algunos especuladores acondicionaron viejos edificios y construyeron precarios alojamientos para los trabajadores.

Las condiciones eran miserables. Hacinamiento y la falta de servicios sanitarios y de cloacas se sumaba a que tanto baños y lavaderos eran comunes. Eso trajo cólera, fiebre amarilla y paludismo.

Había cocinas comunes, se cocinaba en los cuartos o en los patios utilizando las cocinas económicas o calentadores a kerosene. En cada pieza había un calentador que se colocaba en la puerta para que los olores fueran al exterior y servía además para templar los ambientes en invierno.

En agosto de 1907 las escobas se levantaron en rebelión popular y fue la reacción ante el aumento de la renta que comenzaron a cobrar los llamados “patrones de conventillos” quienes no dudaron en trasladar el aumento del impuesto.

La lucha había comenzado y la represión no se hizo esperar. Nadie podía creer que el pueblo reaccionara y de los casi quinientos conventillos porteños en rebeldía, se llegó en semanas a dos millares.

Las mujeres y sus hijos enfrentaron los desalojos. Fue como en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807.

Las expulsiones tuvieron un final trágico cuando se fue a ejecutar un desalojo a la calle San Juan al 600 y los vecinos quisieron impedirlo. Hubo golpes y la policía se abrió paso con sablazos y disparos. Una bala impactó a un obrero llamado Miguel Pepe de 18 años que falleció. La resistencia se incrementó y los propietarios fueron reduciendo sus pretensiones. Pero en donde la organización era débil, los desalojos avanzaron y decenas de familias quedaron en la calle.

Los huelguistas querían una rebaja en los alquileres, higiene a cargo del dueño, no pagos por adelantado ni garantías y seguridad de que no habría desalojos por la represión tomada. Pero la huelga continuó y hubo enfrentamientos.

El jefe de Policía Ramón Falcón ordenó el desalojo de las familias que no acataron el aumento de precios y con la ayuda de los Bomberos redujo los conatos de protesta. Falcón efectuó los desalojos y los inquilinos debieron alojarse en campamentos.

Meses después Ramón Falcón ordenó nuevamente reprimir la manifestación convocada por los anarquistas en Plaza Lorea dejando 11 muertos y más de cien heridos.

Ante la huelga y la decisión de mantenerla hasta que Falcón renunciara, este ordenó dispersar a tiros la columna de 60.000 personas que acompañaba los féretros de los asesinados hacia el cementerio de la Chacarita. La Policía arrebató los féretros y rechazó a balazos a los manifestantes que llegaron por sus propios medios al cementerio para rendir homenaje.

Finalmente, los inquilinos y sindicalistas lograron la libertad de los detenidos y la supresión del Código de Penalidades, pero no obtuvieron la renuncia de Falcón.

Seis meses después mientras Falcón regresaba del funeral de otro policía, en la esquina de Quintana y Callao, Simón Radowitzky, joven de 17 años llegado de Ucrania arrojó una bomba contra el carruaje de Falcón. La bomba estalló y Falcón murió. Su asesino se salvó del fusilamiento por haber sido menor, pero fue condenado a tiempo indeterminado en la penitenciaria de la calle Las Heras, y luego en Ushuaia del que se fugó en 1918 y fue recapturado. En 1929 fue indultado por el presidente Yrigoyen.

La huelga trajo mejoras, pero no modificó los problemas de vivienda de los trabajadores que aún a la fecha siguen existiendo máxime por el traslado de provincianos a Buenos Aires y migrantes de países vecinos. Recién una década después, el parlamento nacional iba a aprobar el proyecto de Juan Cafferata de construcción de viviendas obreras, materializado en un porteño barrio cuya imagen iba a quedar fijada incluso en la letra del tango con aquello de “En el Barrio Cafferata / “en un viejo conventillo / con los pisos de ladrillo / minga de puerta cancel”.

Aquella situación hoy sigue vigente. Durante décadas la Argentina se caracterizó por presentar un déficit habitacional estructural tanto en lo que hace a la cantidad de unidades como en la calidad. Una de las consecuencias de esto fue la proliferación de cientos de barrios de emergencia y que una creciente porción de la población habite en condiciones poco propicias para desarrollar una vida digna y saludable. Sumado a ello, la concentración fabril en el Gran Buenos Aires y la utilización que la clase política de los últimos años hizo de esa gente como votantes a cambio de la ignominiosa entrega de chapas y materiales de construcción, situación que a la fecha no ha podido ser solucionada por ningún gobierno.

 

(*) El autor de este artículo es abogado, periodista, escritor de varios libros: “Poesías desde el alma”, “Don Pedro”, “Mi río, mis poesías, mis recuerdos”. También conductor del programa de radio “Tres por Semana “en la FM 91.3 de la Ciudad de Buenos Aires, fue columnista en LT 41 y es director de El Censor Online, periódico  que se publica todos los domingos en el grupo de Facebook denominado “ El Censor Online”.

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