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Opinión

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Basta de actitudes de odio

Basta de actitudes de odio

El cartel amenazador dirigido a todo el grupo familiar, con el mensaje “Ratas infectadas, váyanse”.


 

Ya hemos alertado en recientes editoriales sobre los episodios de discriminación vinculados con la pandemia del nuevo coronavirus y que han involucrado sobre todo a personas contagiadas y a trabajadores de la salud, tanto médicos como enfermeros.

 

Más allá de que sean acciones individuales o impulsadas por grupos minúsculos, no dejan de ser preocupantes, porque revelan actitudes cínicas y despiadadas que lindan con la falta de humanidad, algo que no puede ni debe permitirse una sociedad civilizada y democrática como la argentina.

Si cualquier tipo de escrache es repudiable en sí mismo, resulta infinitamente menos comprensible cuando lo sufre una persona que está exponiendo su vida para salvar las de otros. Es el caso de un médico o de un enfermero, quienes enfrentan a un virus que ya mató a más de 150 mil personas en el planeta y para el cual la ciencia aún no halla una respuesta eficaz.

En ese sentido, lo que sucedió el martes en La Rioja tiene el carácter de una atrocidad. La camioneta de la familia de una médica que se contagió de coronavirus fue incendiada de manera intencional por desconocidos, quienes, no contentos con el daño material causado, dejaron un cartel amenazador dirigido a todo el grupo familiar, con el mensaje “Ratas infectadas, váyanse”.

La víctima directa del ataque es Claudia Salguero, jefa de terapia intensiva del hospital regional Enrique Vera Barros, en las clínicas Mercado Luna y Emergencia Riojana Inmediata (ERI). No obstante, la camioneta pertenece al exmarido y a los hijos de la mujer.

La médica Salguero, quien cumple la cuarentena en otro domicilio, se habría contagiado de coronavirus por contacto estrecho con la médica pediatra Liliana Ruiz, quien falleció en marzo y trabajaba en los mismos establecimientos.

Con muchísima altura y dignidad, la profesional agraviada declaró: “A este acto de vandalismo no lo comprendo ni lo acepto, y lejos de generarme miedo me genera angustia, tristeza y preocupación por lo que está sucediendo a nivel social”.

Esa misma angustia, tristeza y preocupación deberían mover a las autoridades riojanas a exigir que la Policía y la Justicia investiguen el caso, encuentren a los responsables y los juzguen por sus actos.

Este tipo de delitos, cometidos en situaciones excepcionales como las que atraviesan hoy el país y el mundo, no pueden quedar impunes ni ser reducidos a mero vandalismo de algunos inadaptados.

Todos debemos entender –y las instituciones más que nadie– que ni como sociedad, ni como individuos pertenecientes a la especie humana podemos aceptar actitudes que degradan nuestra condición y que diseminan el odio y el miedo hacia el prójimo.

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