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Diario El Argentinojueves 25 de abril de 2024
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Una linda historia de cuarentena

Una linda historia de cuarentena

La cuarentena ha hecho que todos vivamos situaciones excepcionales. Y la que protagonizaron María Elena y Solange es de esas historias que se salen de lo común.


Por Silvina Esnaola

EL ARGENTINO

 

Porque no se conocían hasta ahora. Quizá, siendo las dos de Gualeguaychú, alguna vez se cruzaron en la costanera, en la calle, en un recital, pero no se vieron.  Y de repente, algo inesperado las reunió. Las dos necesitaron alojarse en la casa de encuentros “Virgen Peregrina” del obispado para pasar los catorce días de aislamiento obligatorio al regresar a Gualeguaychú, porque venían de La Plata y CABA, dos ciudades distintas, como distintos fueron los medios en que viajaron. Pero ya lo dijimos: por caminos desiguales, las dos se encontraron en un mismo lugar, vivieron catorce días juntas y esto las hizo conocerse, hasta volverse amigas.

Matías Ayastuy, Director de Derechos Humanos de la municipalidad, fue quien coordinó este dispositivo junto a Javier Villarreal, subdirector de Desarrollo social.

Ayastuy comentó “ante la situación de pandemia, tuvimos contacto con las autoridades del COES y el Hospital Centenario, previendo que habría quienes regresarían a la ciudad y no contarían con las condiciones para cumplir las condiciones que se requieren para el cumplimiento de la cuarentena, por compartir sus domicilios con personas que integran algún grupo de riesgo”.

“Se abrieron varios dispositivos para alojar a las personas sanas que provienen de una zona de circulación del virus o hayan estado contacto con alguien infectado, y nos pusimos en contacto con el obispo Zordán comentándole la posibilidad de usar esas instalaciones. Él tuvo muy buena disposición, al punto que hace unos días renovamos el convenio del comodato con el obispado, en principio, previsto para dos meses más.  Es un espacio muy cómodo, amplio, con mucho verde. Esto hizo que las chicas pudieran pasar sus días de cuarentena bastante bien”.

Durante los 14 días que María Elena Márquez y Solange Reichel permanecieron en la casa de encuentros “Virgen Peregrina”, la gente de la municipalidad las asistió, ya sea llevando los alimentos aportados por sus familiares o por la propia municipalidad, tal como sucede al día de hoy con las personas alojadas allí, que ingresan a Gualeguaychú y son controladas en el acceso a la ciudad, por el COES o la secretaría de Desarrollo y Salud de la municipalidad.

 

# La cuarentena las hizo amigas

María Elena Márquez estudia Artes plásticas en la Facultad de Artes de La Plata, donde también trabaja en una cervecería que por la cuarentena, permanece cerrada. Llegó a Gualeguaychú el jueves 23 de abril en un colectivo de larga distancia. Antes, como contó, “mandé mis datos y me anoté en una lista”, abierta por la municipalidad para este regreso a casa.

“El miércoles 22 de abril me avisaron que estaba en la lista de los que volverían. También se comunicaron del Hospital Centenario para informarme los cuidados que debía tener en cuenta”, recordó.

“Subí a las tres de la tarde en La Plata, pero salimos a las cuatro, porque hicieron un procedimiento de salubridad para poder viajar”, siguió su relato, para agregar “al llegar a Gualeguaychú bajé en la municipalidad donde me tomaron la temperatura, me hicieron un registro, y a través de Matías Ayastuy me ofrecieron alojamiento en la casa del obispado”.

Allí se encontró con Solange Reichel, que había llegado un rato antes.

 “Estábamos las dos, solas, y la experiencia fue hermosa. El lugar, sumamente tranquilo”.

“Para nosotras fueron una especie de vacaciones, al venir de una pensión en mi caso y de una ciudad como La Plata, fue un “despeje mental”, afirmó, comparando los días de estudio y trabajo en una ciudad grande con esta rutina nueva de silencio y mucho verde.

Tras esto contó que no tuvieron problemas para manejarse en la Casa de encuentros “Virgen Peregrina”, que se sintieron muy cómodas, sin faltantes, y que cada una tuvo su habitación con su baño.

Con Solange no se conocían, pero empezaron a charlar, sentadas en el patio, tomando mate, sólo que en esta ocasión cada una tomaba el suyo.

Y hubo un momento que las unió, como sucede cuando algo de afuera nos acecha.

 “Una vez escuchamos ruidos que nos pareció, proveían del techo. Llamamos a la policía, vino, registró todo y no había nada. Cuando se fueron, como estábamos asustadas, dormimos en la misma habitación y nos trajimos con nosotras una perrita que andaba ahí. Al día siguiente nos levantamos y salimos más que nada a revisar la seguridad de la casa, que es muy grande. Y resultó que en la parte de atrás había un montón de chanchas… Esto quedó como “la” anécdota”, dijo divertida.

“Además, en el seminario estaban los curas y los chicos que está allí, que nos dijeron que ellos nunca han escuchado nada ni han tenido problemas. Ellos se acercaban lo que podían (manteniendo la distancia indicada) y nos preguntaban qué necesitábamos. Y como nosotras teníamos nuestros teléfonos, pero no wi fi ni TV, entonces nos prestaron el juego de cartas UNO”.

“También hicimos con mi compañera un proyecto, un pequeño diario de cada jornada, sacando fotos, armando frases, como para hacer algo todos los días y al mismo tiempo, dejar por escrito lo que vivimos”.

Y lo que vivieron fue descansar, salir al sol, desconectarse de la ciudad, el estudio y el trabajo y en cambio conectar con la naturaleza, viviendo en una casa con campo a su alrededor.

Solange Reichel, por su parte, llegó a la casa contigua al seminario ese jueves a la tarde y pensó que se quedaría sola. Y se alegró muchísimo cuando a la noche le presentaron a María Elena, su compañera en adelante. 

“Vine en una camioneta del ministerio de Transporte de la Nación y antes de llegar, ya me contacté con ellos (Ayastuy y Villarreal). Llegué a la puerta de mi casa, vi a mi mamá desde la puerta y busqué abrigo. Matías me estaba esperando para llevarme a mi lugar de cuarentena”.

Acerca de la estadía, resumió “Estuvimos bien, no pasamos frío, no tuvimos problemas con el agua caliente. Si bien el lugar es muy grande, con abrigarse un poquito pasás bien”.

Esto de abrigarse para ella fue necesario, porque como contó “llegué a Retiro desde Brasil el 18 y estuve cinco días en un hotel de San Telmo hasta que me pudieron trasladar a Gualeguaychú. Cuando me enteré que me transportaban sin hacerme el hisopado en Buenos Aires, me contacté con los chicos para ver si podían brindarme un lugar donde pudiera estar aislada, para mayor seguridad de todos. Porque si bien no tenía síntomas, quería tener esa tranquilidad. Por eso fui a la casa del obispado”.

En cuanto a lo que vivió allí, comentó “fue más sorprendente de lo que esperaba. Creía que sería   aburrido y me encontré con que todos los días había algo nuevo para hacer, el lugar es muy amplio, tuvimos la posibilidad de ver el atardecer y el amanecer; los chicos tienen una calidad humana increíble, iban todos los días, se comunicaban con nosotras, hacían de puente con nuestras familias y nos hicieron sentir muy acompañadas”.

Solange estudió en Buenos Aires publicidad y comunicación social. “Después me dediqué a la fotografía y hace un año viajo de mochilera por el mundo. Tengo un proyecto fotográfico que se llama “Una cámara y el mundo”, compartió.  Y esto explica que el diario de la cuarentena que escribieron con María Elena tenga “un enfoque más creativo, con fotos no tan literales de todos los días, que acompañamos con frases literarias “, como adelantó.

Ya lo dijimos al principio: la cuarentena nos ha hecho vivir situaciones impensadas.  María Elena y Solange pueden dar cuenta de esto.

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