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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
Opinión

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¿Qué hacemos con el saludo?

¿Qué hacemos con el saludo?

El saludo es un hecho cultural y no es igual en todas las partes del mundo, depende de costumbres, usos y creencias. En oriente se acostumbra realizar una leve inclinación, tocarse las manos es falta de respeto.


Por Waldemar Oscar von Hof (*)

 

En cambio, en Europa darse la mano es lo acostumbrado y el beso es para ocasiones de intimidad. El abrazo es para algunos casos y merece mucha confianza. Los latinoamericanos utilizamos todo, manos, besos y abrazos. Tenemos una antigua tradición de saludarnos efusivamente. De la cultura española nos viene la tradición de darnos la mano como una señal de confianza. Desde otras tradiciones nos llega la costumbre de abrazarnos, que es una demostración de afecto y de cariño. Aunque también ha sido utilizado como gesto de desconfianza en tiempos de guerra, donde un abrazo equivalía a una palpación de armas.

El saludo con besos es algo que se ha impuesto en los últimos tiempos, nuestros padres todavía no usaban el beso en sociedad. En Entre Ríos damos un beso, en Misiones damos dos besos y en Brasil incluso tres. Pero siempre el beso es una señal de confianza. Hasta hace muy poco el beso entre hombres era tabú, lo fuimos descubriendo de a poco y ni que hablar del “piquito”, furor, causó el piquito entre Maradona y Caniggia cuando festejaban aquel gol.

El beso como una forma de saludo ha sido utilizado también como una señal de traición, Jesús fue traicionado con un beso1. Ha sido utilizado en muchas oportunidades para entregar a alguien sin que se sepa quién es el entregador.

En los pueblos pequeños conservamos aun el gesto de saludar a todos por más que no se lo conozca. Esto en las ciudades ya no sucede así, la gente no se saluda porque no se conoce, porque hay desconfianza y se tiene miedo. Los adolescentes ya no se saludan. Los chicos de catequesis entran al salón y no saludan. Yo les digo que está bien que sea un “pastor viejo”, pero merezco por lo menos un saludo, a veces lo logro. Y hablando de jóvenes ellos tienen nuevas formas de saludarse, saludos que tienen que ver con la pertenencia social o a una tribu que los identifica y los incluye. Puño cerrado, toque de ciertos dedos, pulgar para arriba y los que no entendemos el código nos quedamos mirando.

En el verano estuve de vacaciones en un camping, los que llegaban para acampar no saludaban a nadie. Esto cambiaba con el pasar de los días, los acampantes nos hacíamos vecinos, compartíamos espacios y tiempos, el saludo era lo primero que se recuperaba.

En este tiempo de pandemia se nos pide que haya más distancia entre nosotros y que el contacto con otros en la sociedad sea cada vez menor. Chau saludos, chau al darse las manos, chau abrazos y chau a nuestros besos. La distancia social es lo que se impone, ni siquiera el codo, que rápidamente surgió como una alternativa, pero que entre nosotros fue borrado del mapa después que el gobernador de la provincia de Buenos Aires lo utilizo al visitar un hospital. Pero menudo susto se ha llevado cuando se enteraron que en el grupo había algunas personas con el virus.

La pregunta es ¿ahora cómo nos saludamos? ¿Qué hacemos con nuestro saludo?

Está el desafío de descubrir nuevas formas, tal vez debemos volver a las miradas, algo que mi madre nos reclamaba de niños:

-“Mire a los ojos cuando saluda”, repetía ella.

El pueblo de Israel tiene la tradición de saludarse con el deseo de la paz. Encontrarse y decir “Shalom” es una sola cosa. El saludo implica la paz que viene de Dios, esa paz que es física, mental y espiritual. Los cristianos lo asumimos también como un saludo, está presente en nuestro ritual eucarístico como una propuesta de pacificación. El evangelio se San Juan2 nos cuenta que Jesucristo se reencuentra como resucitado con sus discípulos y los saluda con el saludo de la paz, no solo una vez, sino dos veces, bien afirmado y reafirmado. Desearse esa paz que nos viene de Dios, por medio de Jesucristo es un modo de saludarnos. Seguramente el deseo de la paz y una mirada a los ojos puede ser una alternativa a nuestros tradicionales y efusivos abrazos y besos.

Muchos soñamos y creemos que los viejos tiempos de los saludos volverán, otros lo consideran desterrado de nuestra cotidianeidad. El desafío más interesante será descubrir nuevas formas de saludos que nos acerquen, que hagan sentir esa efusividad, que siempre sentimos, pero que también contenga este espacio y este cuidado por el otro, que no podemos olvidar en estos tiempos de Coronavirus.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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