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En el día de los Jardines de Infantes y de las Maestras Jardineras

En el día de los Jardines de Infantes y de las Maestras Jardineras

Por Cristina Fischer*


Abrir la puerta del jardín era como abrir la tapa de un libro con infinitas páginas de Había una vez…

Un día, hace mucho tiempo, ese libro comenzó a escribirse en mi vida. Y a él entraron príncipes azules y princesas encantadas, cada uno de la mano de su hada madrina que lo traía a ese lugar de fantasía donde papeles se transforman en pájaros y cintas en flores, donde los duendes hacen sus guaridas secretas, los árboles esconden conejos y el sol, mirándose en los espejos, ensaya morisquetas.

Ese día nos encontramos tú y yo, y Había una vez te contó la historia de dos niños que se perdieron en el bosque y aparecieron gnomos para acompañarlos, luciérnagas para iluminarles el camino y tú te trepaste al tobogán para ayudar a Alicia a escapar del castillo del ogro y poder llegar por fin a su casa.
El Había una vez te subió a un rayo de luz para que en tu plato volador viajaras al espacio, te llevó a ser amigo de un gigante, a cabalgar en un caballo alado, a ver cómo a Pinocho le crecía la nariz o cómo una amiguita con tacos altos era una mamá.
Supiste que un trencito te llevaba a tomar la merienda, que una canción te hacía guardar "cada cosa en su lugar" y que existen otros príncipes y princesas con quienes tomados de las manos podías girar muy pero muy rápido por el aire como los molinillos de papel.

Cada hojita que guardabas en tu cuaderno era un trozo de aquellos  Había una vez…
Y junto a vos, también yo descubrí que podía ser hada, ángel o payaso.

Con los días vi cómo esos ojitos que llegaron asustados, comenzaron a brillar con la luz de la confianza. Y cómo esas manitos temblorosas, apretadas en los bolsillos, se abrían para tomar un lápiz o para tomar otras manitos y formar rondas y formar amigos.

Aquellas mismas manitos que despedían a mami o a papi cuando ya querías ser tú sólo el protagonista de esa aventura… hoy me dicen adiós a mí.

Y yo me quedo en el cuento, lista para recibir a otros príncipes y a otras princesas que de la mano de sus hadas madrinas vendrán a escribir nuevas páginas de este libro palpitante. Quedo feliz porque sé que te enseñé a transformar un papel en mariposa, a descubrir grillos escondidos en el patio, a convertir tus pequeños miedos en seguridad. Ése es un sellito invisible que imprimí en la palma de tu mano.

A ti, mamá, te pido que continúes la historia, no permitas que el mundo le borre aquellas páginas que dibujamos y coloreamos. Que nunca deje de creer que las cintas pueden hacerse flores y los papeles, pájaros. Por favor, no cierres aquel libro del Había una vez.

A las dos nos hará bien saber que algún día, su corazón recordará emocionado aquel mágico lugar de payasos y gnomos que lo hicieron feliz y que, cualquiera sea su edad, volverá a invitarlo a crecer.

 

*La autora nació en Gchú. Es maestra normal nacional, promoción 1961 de Villa Malvina. Reside en San Nicolás, Bs As.
 

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