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Diario El Argentinojueves 18 de abril de 2024
Opinión

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Es tiempo de una real toma de conciencia

Es tiempo de una real  toma de conciencia

La Asamblea General de la Naciones Unidas designó el 15 de junio como el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, mediante su Resolución N° 66/127 (del año 2011), además de recomendar y exhortar otra serie de cuestiones, por la cual, reconoce que para el año 2050 más del 20% de


Por  Juan José Cuenca

(Colaboración)

 

la población mundial tendrá 60 años o más, y reconociendo también que el aumento del número de personas de edad será mayor y más rápido en el mundo en desarrollo, y que en muchas partes del mundo la situación de las personas de edad se ha visto afectada negativamente por la crisis financiera y económica mundial, pero reconociendo la contribución esencial que la mayoría de los hombres y las mujeres de edad hacen, y pueden seguir haciendo, al funcionamiento de la sociedad si se establecen las garantías adecuadas.

Esas garantías adecuadas mencionadas anteriormente, no son ni más ni menos que la multiplicidad de factores que deben generarse para que los adultos mayores puedan desarrollar, o continuar haciéndolo, todo su potencial, y no, como ocurre otras tantas veces, verse en la necesidad de adoptar estrategias para llevarlas a cabo, o como ocurre habitualmente, suplicar por medidas que deben ser de pura raigambre social, debiendo encontrarse ya instauradas y no solamente postuladas.

La Organización Mundial de la Salud define el maltrato como “la acción única o repetida, o la falta de la respuesta apropiada que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza y la cual produce daño o angustia a una persona anciana”.

Para lograr suplir inequidades, injusticias, daño, y modificar las mismas, siempre han sido necesarios movimientos sociales y por lo general intensos. Tales han sido los relevantes movimientos feministas, de igualdad de género, contra el racismo, y tantos otros en busca de igualdad y reconocimiento de derechos.

Ahora bien, resulta contradictorio ver como la sociedad, si bien proclama, no internaliza los derechos de los adultos mayores, no los vuelve propios, o por lo menos, resultando muy dificultosa su internalización y su real puesta en práctica.

Y allí es donde el Estado debe dar la respuesta apropiada que nos plantea la Organización Mundial de la Salud, de tal manera que se logre un desarrollo y consolidación de políticas públicas relacionadas con el adulto mayor, su familia, su entorno y toda la sociedad, con un efectivo empoderamiento de las personas de edad, máxime en este contexto de pandemia, ya que hoy más que nunca, es necesario estar atento al distanciamiento social, que también genera otro tipo de angustia, a la que no están ajenos nuestros adultos mayores, por lo que debemos estar pendientes a sus requerimientos y necesidades.

Debemos reconocer que el maltrato y el sufrimiento de un adulto mayor, no solamente puede ser en el seno familiar, o puede ser violencia, maltrato físico o económico, también se genera un maltrato o sufrimiento al ignorarlo, al invisibilizarlo, al no reconocerle o vulnerarle derechos, al cercenar su vida, basándose tan solo en su edad, que es, paradójicamente, la misma fundamentación que se utiliza para cuidarlos, ello es abandono, lo cual también, y hasta más crudamente, es maltrato y sufrimiento, máxime en estos tiempos de pandemia.

 Más de un autor ha mencionado que para erradicar esta problemática es necesario que se eliminen los estereotipos y los estigmas sobre el envejecimiento y que se propicien dinámicas familiares sanas que permitan construir puentes intergeneracionales que nos lleven a eliminar y prevenir el maltrato en la vejez, urgiendo fomentar una cultura de respeto hacia nuestros adultos mayores a fin de que se les garantice una atención integral y se protejan sus derechos.

Como prólogo literario y objetivos resulta fascinante. Ahora bien, si desde la sociedad misma no se toma dimensión de la problemática, desde el Estado no se desarrollan políticas públicas sustentables y duraderas encaminadas al respeto y reconocimiento al adulto mayor, difícilmente las familias puedan construir puentes, lo más probable es que sólo se desarrollen atajos, o realizar endebles construcciones que únicamente serán una entelequia con el fin de generar una ficción social del cuidado de nuestros adultos mayores y no una verdadera obra con cimientos firmes y adecuados para lograr el respeto hacia los adultos mayores, que sin dudas redundará en un reconocimiento, mejorando su calidad de vida, y por ende en una disminución abrupta del sufrimiento y maltrato hacia éstos.   

Urge en esta instancia mencionar el precursor Decálogo de la Ancianidad de nuestro País del año 1948 (más de 60 años antes que la Resolución N° 66/127 de la Asamblea General de las Naciones Unidas), el cual explicitaba derechos tales como: a la alimentación, a la vivienda, a la vestimenta, al cuidado de la salud física y moral, al esparcimiento, al trabajo, la tranquilidad y al respeto. El mismo ya apuntaba hacia la imperiosa necesidad de trabajar para erradicar el sufrimiento y maltrato hacia los adultos mayores.

Obsérvese que el Decálogo fue proclamado en el Tercer Período de Sesiones de la Tercera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas realizado en París (años 1948 y 1949), resultando una paradoja ya que nuestro País, con ello, ha sido considerado pionero en cuanto al reconocimiento de los derechos de los adultos mayores, con extrema antelación a cualquier otra proclamación o Resolución.

En esta misma línea de pensamiento, el Papa Francisco ha dicho: “…el efecto del descarte que tanto daño hace a nuestro mundo. Se descarta a los niños, a los jóvenes y a los ancianos con el pretexto de mantener un sistema económico ‘equilibrado’, en cuyo centro no está la persona humana sino el dinero. ¡Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura del descarte!”. En la encíclica Laudato si’, si bien la misma apunta a la cuestión ambiental y ecológica, está enmarcada dentro de una temática mayor: la cultura del descarte, y las víctimas de esta cultura son precisamente las personas más débiles, más frágiles, y a las que, debemos agregar, estamos llamados a contrarrestar.

El 15 de junio debe representar mucho más que la toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez, debe ser el día del año en el que todos expresamos nuestro más enérgico rechazo a los abusos y sufrimientos a los que son sometidos muchos adultos mayores, y además debe ser un tiempo donde se logre real toma de conciencia con respecto a los adultos mayores, reconociendo sus derechos, su potencial, visibilizándolos, dejándolos ser, participar, y obtener una real consideración por parte de la sociedad y el Estado, y consolidación de los derechos humanos de las personas mayores.

 

(*) El autor de este artículo es Lic. en gerontología y funcionario municipal.

 

 

 

 

 

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