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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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El amor y la memoria derrotan a la muerte: amigos y familiares recopilan historias de Alejo Simón

El amor y la memoria derrotan a la muerte: amigos  y familiares recopilan historias de Alejo Simón

Amor y memoria. El primero un sentimiento. El segundo una responsabilidad hacia quienes nos antecedieron y también hacia quienes nos seguirán. Amor y memoria una fórmula vital que derrota a la muerte.


Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

 

Y con ella, la amistad: que, al decir de Atahualpa Yupanqui, “un amigo es uno mismo, pero en el cuero del otro”.

Con este espíritu y estas razones, hoy que el calendario marca que es 12 de julio y se cumple exactamente un año de la partida de Alejo Simón, un grupo de amigos y familiares, venciendo toda frontera metafísica construyen la realidad de tributar en ese Don, en esa Gracia, el “ser uno mismo en el cuero del otro”.

Un gualeyo -pero también hijo de Gualeguaychú-, y al mismo tiempo un ciudadano del mundo, tomó la iniciativa: “Demasiado lo hemos llorado a Alejo y lo seguiremos haciendo. Pero es momento de recordarlo como él era: el hombre de la alegría y de la vida”.
Quien habla desde España con EL ARGENTINO es Mariano Olivera, quien tomó la iniciativa que muchos estaban acunando: la de recopilar anécdotas, registrar recuerdos, unir historias que tengan a Alejo Simón como protagonista, pero al mismo tiempo que también de algún modo sean todos los “Alejos”, de todos los pueblos. Porque en rigor se trata de eso, de reconocer a la amistad y aprender que esa amistad no termina con la muerte, sino que a veces hasta se hace más intensa y presente.

Quienes conocieron a Alejo Simón dirán que fue un hombre de mundo, de tener el sí fácil para los viajes y las aventuras. Pero, de inmediato aportarán otros elementos: era un hombre respetuoso de las diferencias y encontraba en ellas un punto claro para unir, para vincular, para que nadie quede fuera del paisaje.

“(…) Esos días en el río me preguntaba, de dónde viene tanta agua que lleva probablemente miles de años cayendo al mar, cómo será, dónde sale el agua de la tierra… unos días después volví a acampar solo, desde las Cataratas del Iguazú me quedó como una emoción pegada al agua corriendo, pensar que ahora mismo sigue corriendo, un poco me impresiona, me llega el recuerdo del sonido, cosa que seguramente ni existe. sin querer ser poético, el agua es como la vida de la vida. Nosotros mismos somos agua, que no se chorrea”. Quien escribe es Alejo, compartiendo una de sus tantas impresiones. Compartiendo una de sus inocultables experiencias. Compartiendo sus claras convicciones. Compartiendo su propia consciencia. Porque para quienes conocieron Alejo, él hacía del compartir una experiencia de vida.

 

La amistad es eterna

 

Lo eterno casi siempre se relaciona con lo inmortal. De algún modo con lo que no tiene límites, lo infinito. Se trata de una existencia que no necesita del tiempo.

Como muchos otros sentimientos, la amistad se recrea de manera imperecedera, perdurable y puede prescindir del tiempo e incluso del espacio.

Por eso el gesto de Mariano Olivera se convierte en una gesta. Porque ahora acuna aquello que muchos gestaron: vivencias con Alejo, el hombre que generaba encuentros y diálogos.

Hay que reparar (volver a parar también, restaurar, recuperar) estos alicaídos conceptos: encuentro y diálogo; tan necesarios para devolverle algo de plenitud a la sociedad que se habita.

“A Alejo lo conocía desde Gualeguaychú. Pero puedo decir que fue en Buenos Aires donde profundizamos esa relación. Habrá sido por el 2000 más o menos, cuando comenzamos a compartir el alquiler de un departamento. Antes nos encontrábamos con otros amigos y conocidos en una casa del barrio de Almagro, a la que le decíamos la Embajada de Gualeguaychú”, recuerda Mariano aquellos momentos iniciales, pero tan trascendentes como este presente.

“Alejo era una persona despojada de cosas materiales, pero nunca, nunca, era indiferente al sufrimiento de los demás”, describe Mariano desde España donde intenta que el mundo no sea tan ancho y ajeno.

Si el nombre nos distingue, también a veces nos complementa. No es casual que el significado de Alejo sea el de “protector”, o si se prefiere “el que defiende”.

Mariano recuerda diálogos simples y profundos. “Alejo siempre interpelaba para que seamos conscientes del milagro que significa el estar vivo, que el vivir es una maravilla. Lo bendito que es respirar”, sostiene esta vez con una expresión que intenta disimular para que no se perciba el quiebre de su voz. Carraspea, como quien escenifica que se atragantó, pero en rigor recupera fuerzas. Y sigue: “Por eso armé esta iniciativa de recopilar historias, anécdotas, de recordarlo tal cómo Alejo era: vital. Pienso y siento que es un gesto de amistad. Poder honrar al amigo y así también derrotar a la muerte”, define esta vez con un tono inequívoco de quien expresa lo que realmente desea.

“Todos sabemos que es difícil procesar las ausencias. Pero la idea no es solo llorar por lo perdido, sino aprender a sonreír por lo vivido”, propone para que cada lector a su vez se conecte con su amigo, con su “Alejo”, en cualquier tiempo y lugar.

Dice Mariano sin titubeos: “Hablar es sanador. Por eso el hablar implica encuentro y diálogo. Tenemos que bendecir la vida, como bien Alejo proponía”.

Hoy el calendario marca 12 de julio. Familiares y amigos tendrán íntimos pensamientos y emociones con el rostro y la voz de Alejo Simón. El amor y la memoria vuelven a demostrar que la vida es imperecedera, al igual que sentirse “uno mismo en el cuero del otro”.

 

La Navidad de Alejo

 

Marina Simón aporta a EL ARGENTINO su recuerdo, extraído casi al azar de los muchos que acuna de su hermano Alejo.

“Corría el año 2003. Alejo tenía 27 años. Yo estaba embarazada de Lola, casi por parir. Me llaman los amigos de Alejo desde Miami, para avisarme que como él había pasado navegando en un barco sin papeles y sin bandera junto al Guardacosta estadounidense; obviamente ´La Migra´ lo habían metido preso en Krome, la cárcel de migración de Estados Unidos.

“Ellos eran casi todos ilegales y era difícil acercarse a alguna oficina para preguntar algo. Y lo único que me dan es un número de preso. Empiezo a llamar a todo el mundo, al cónsul, a abogados de migración, a agencias que trabajan con inmigrantes ilegales, a la cárcel que tenía todo un sistema de contestadores.

“Era imposible comunicarme con él o con quién tuviera a cargo su caso, para saber qué diablos estaba pasando o cómo podíamos hacer para sacarlo de ahí. Hasta que llegó un punto en que me dije: si Alejo quiere que lo contactemos o lo saquemos o lo ayudemos, él buscará la forma. No habrá cárcel, migración o muro que lo detenga.

“Entonces hice al revés: le escribí una carta express con un número de teléfono y una tarjeta con plata y en menos de 48 horas, él me estaba llamando.

“Obviamente, me llamó con una actitud recontra Alejo: súper despreocupado; chocho con su nueva situación, totalmente en aceptación en el sentido de qué linda experiencia; contento que le daban de comer varias veces por día; que ya se había hecho amigo de los mexicanos que le habían explicado cómo hacer para cruzar la frontera caminando; jugaba al fútbol con los jamaiquinos; leía la Biblia con los evangelistas.

“Los amigos desesperados para saber qué haríamos, si juntábamos plata. Y él que nos decía; éstos me llevarán gratis a la Argentina. Y como él nunca había viajado en avión, hasta estaba contento porque era la primera vez que iba a hacerlo a cargo del gobierno de Estados Unidos, porque había llegado hasta Miami en barco.

“Como siempre, una magia tras otra; me llama el cónsul argentino en diciembre, casi a s semanas de la detención para avisarme que mi hermano ya estaba en el aeropuerto y que salía rumbo a la Argentina, justo a tiempo para Navidad”.

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