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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
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Almada, docente y atleta: “Fue un esfuerzo que valió la pena y me gustaba hacerlo”

Almada, docente y atleta: “Fue un esfuerzo que valió la pena y me gustaba hacerlo”

Almada durante el II recorrido de la antorcha de valores por la ciudad, allá en 2018.


Tras celebrarse el viernes el “Día del Maestro”, la legendaria Gabriela Almada recordó su época de atleta de alto rendimiento y cómo repartía su tiempo entre  el deporte y la docencia.

 

María Gabriela Almada es una de las deportistas más destacadas en la historia del deporte de Guyaleguaychú, ya que supo ser campeona argentina de maratón en más de una oportunidad,  además de ganar el Maratón Internacional de Asunción en 2012, entre tantos logros que cosechó en carreras de fondo.

Pero su larga trayectoria y su etapa de esplendor en el atletismo estuvo repartida con su profesión: la docencia.

Sobre el lado laboral, Almada contó: “En agosto cumplí 26 años de antigüedad docente. Me recibí a finales del 1993 como maestra de educación básica y en ese momento no corría, después estudie profesorado de geografía y biología, que en ese tiempo corría, y en simultaneo empecé a ejercer la profesión de maestra”.

En cuanto a su faceta deportiva, ‘Gaby’ relató: “En el 2003 comencé a incursionar en el atletismo y lo hice siempre con muchísima seriedad porque me caracterizó por el profesionalismo con el que tomó todos los desafíos. Esa característica hizo que los logros se vieran rápidamente y además creo que tenía condiciones,  eso generó que rápidamente pudiera obtener resultados”.

Con respecto a si la superposición del deporte y la docencia  le trajeron problemas en la planificación de una y otra actividad, la esposa de Darío Acosta y madre de Gonzalo, reconocidos entrenador y triatleta de la ciudad, comentó:

“Tengo una característica dentro de mi profesión que es que siempre le he dedicado muchísimo tiempo a mi laburo. Hoy estoy abocada el 100% del día a la actividad, pero cuando competía en la alta competencia nunca deje de trabajar, solo me tomaba licencia el día que viajaba y el día que volvía.

Pero como generalmente las competencias eran siempre los fines de semana, por ahí tenía una licencia un viernes y ya el lunes a la mañana estaba trabajando de nuevo en la escuela, así que no me caracterice por pedir licencias o exagerar en el uso de las mismas”.

Y acotó: “entrenaba todas las semanas y lo hacía a contra turno de las obligaciones mías como docente. Las horas de Secundario las había organizado para que fueran bien temprano a la mañana, en el primer módulo de clase, o al final de la mañana, y de esa manera no me causaran ninguna molestia con el entrenamiento.

Mientras que cuando entrenaba doble turno, hacía el turno exigente a la mañana y a la tarde, después de que salía de la escuela (18/18:30), realizaba el trote regenerativo del segundo turno.

Para finalizar, Almada reconoció que la repartición de tiempo entre el deporte y la docencia, “Fue una época de mucho esfuerzo, pero un esfuerzo que valió la pena y que me gustaba hacerlo, porque cuando uno lo hace con placer y sabiendo que da buenos resultados, está convencido de que los esfuerzos son menos sentidos”.

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