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Opinión

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Estoy vivo, créanme

Estoy vivo, créanme

Siete millones de beneficiarios no tendrán que volver a realizar el bendito trámite de Fe de Vida.


Por fin se acabó el engorroso trámite de probar que uno estaba vivo para cobrar la mísera jubilación.

 

Jorge Pedro Jurado (*)

(Colaboración)

 

La NASA y empresarios privados pusieron dos hombres en la estación espacial y lo regresaron a la Tierra meses después acuatizando a metros del lugar calculado, podemos ver a nuestros nietos e hijos por zoom, transferir dinero o pagar por internet, un médico puede dictaminar a 10.000 km sobre una imagen de una ecografía u operar a distancia mediante un robot, pero hasta ahora los jubilados debíamos hacer un trámite presencial para decir que estábamos vivos.

Eso es lo que llaman “Fe de vida” es decir probar uno mismo que estaba vivo, ya sea comprando con nuestra tarjeta en un comercio, poner la huella digital en una máquina en un banco o cobrar presencialmente por ventanilla.

Como tenemos la gran fortuna que nos gobiernan científicos, nos enteramos han descubierto que hasta hoy la Fe de Vida era un engorroso trámite que para muchos jubilados resultaba problemático hacer, sea por el clima, por dificultades de caminar u otra atendible razón. O sencillamente, por lo menos a los que somos ansiosos era un tema que agendábamos desesperadamente temerosos de no poder cobrar el único ingreso que tenemos, insuficiente o no, es lo que nos preocupa a esta edad.

Como maná caído del cielo el Gobierno nacional puso en marcha la Plataforma Federal del Certificado Digital de Hechos Vitales (nombre grandielocuente si lo hay) que permitirá que unos siete millones de jubilados no deban movilizarse más para obtener la Fe de Vida.

A pesar de que en el marco de la pandemia el trámite está suspendido provisoriamente, ahora en más y con una prueba piloto de 90 días (como decía Tusam no vaya a ser que falle), siete millones de beneficiarios no tendrán que volver a realizar el bendito trámite de Fe de Vida.  La plataforma contará con una conexión con los registros civiles de las 24 jurisdicciones del país. Eureka¡¡

En palabras simples, cuando uno se muera el Anses será informado del deceso y se anulará el trámite de pago, aunque no ignoramos la cantidad de fallecidos que seguirán votando en las elecciones como hasta ahora lo hacen o ciudadanos extranjeros que cobran planes sociales a pesar de no vivir en el país. Les recordamos a los científicos que no se olviden de incluir estas anormalidades.

Como era de esperar, tamaño hallazgo de la ciencia informática se llevó a cabo pomposamente en el Salón de los Escudos de la Casa de Gobierno y fue encabezado por el ministro del Interior y su par de Salud, Ginés González García (quien desde que empezó la pandemia no pegó una) junto con la titular de ANSES, Fernanda Raverta; el presidente del Banco Central,  el secretario de Interior,  la secretaria de Innovación Pública, Micaela Sánchez Malcom y el director del Registro Nacional de las Personas (RENAPER), Santiago Rodríguez. Menos mal que no invitaron a Berni, que no se pierde una. Seguro que con el lío que tiene con la policía estará pensando si sigue en funciones o se dedica a actor de cine.

No quiero imaginarme el día que lancemos un hombre a la luna o descubramos como facilitarle la vida a los argentinos por ejemplo para que nos atiendan por un reclamo telefónico alguna empresa de servicios públicos que nos tienen horas y horas si responder. Allí también habrá bombos y platillos.

Lo que nos preocupa es que han dicho que esa herramienta permitirá que organismos públicos y privados cuenten con información digital en tiempo real para el proceso de políticas sanitarias, previsión social, identidad e incluso movimientos financieros. O sea que además de saber si estamos vivos, el país entero podrá acceder a nuestras cuentas bancarias, saber el nombre del supermercado chino al que usualmente compramos y otros datos personales que por ley están protegidos.

Señores del gobierno, vean antes con alguien que los asesore si acaso no están vulnerando la ley de Protección de Datos Personales o el Secreto Bancario. Asimismo, esperamos que nuestras historias clínicas solo sean reveladas a los médicos que autorizamos nosotros y no, por ejemplo, sean divulgadas “urbi et orbi” o se publiquen en los medios y después, como es costumbre, la culpa la tengan los poderes concentrados de los medios como usualmente hacen en lugar de admitir los propios errores.

 

(*) El autor de este artículo es escritor, poeta, abogado y Director del diario El Censor.

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