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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
Opinión

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Las lecciones que Argentina no aprendió

Las lecciones que Argentina no aprendió

Por Diego Bernardini


Si preguntáramos a un ciudadano de Perú, de Colombia o de Argentina cuál es el país con la cuarentena más larga, seguramente no dudaría en contestar que el propio. En Argentina llevamos más de 150 días de un confinamiento donde la curva de contagios sigue en aumento y las medidas de contención y mitigación son las mismas que al inicio en el mes de marzo. En ese mismo mes, el día 17, alertamos en esta columna sobre los peligros que se avecinaban para América Latina “...una región donde la desigualdad campa sus anchas limitando el acceso a los servicios de salud, y donde la fragilidad institucional es notable, imaginar un escenario de pandemia no solo es incierto, sino dramático”.

La cuarentena o el confinamiento es una medida que no detiene una pandemia sino que sirve para ganar tiempo. Se sabe hace rato. Quienes tenemos entrenamiento en salud pública sabemos también que un confinamiento debe ser aprovechado para aprovisionarse de reservas e insumos estratégicos, mejorar la capacidad de vigilancia epidemiológica, preparar al sistema de salud para cuando se enfrente a la demanda que lo someta a una exigencia inusual. También ese tiempo se debe utilizar para preparar una estrategia de comunicación responsable, empática y que lleve certezas dentro de un entorno de alto temor e incertidumbre. Todo ello con el fin de ganar oportunidad en las distintas dimensiones que requiere la respuesta ante la contingencia.

Analicemos un poco en nuestro país: se llegó tarde a la compra de insumos, ya cuando el mercado global era una subasta descarnada al mejor postor. Eso sí, sobraron anuncios como los múltiples test de detección temprana de fabricación nacional y hasta el “super” cubrebocas y últimamente la vacuna.

En cambio, la vigilancia epidemiológica, muy vinculada al número de testeos y la trazabilidad, tuvo idas y vueltas, donde al principio no parecía ser de importancia y así lo manifestaban los especialistas mediáticos, pero luego se volvió algo determinante. Recién pasados 150 días del confinamiento, el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires comenzó a implementar un sistema de monitoreo para la identificación y el seguimiento de casos sospechosos. Más vale tarde que nunca.

Mientras tanto ¿qué ocurrió con el sistema de salud? A las amenazas de intervención del sector privado, se le sumó el exagerado número de profesionales contagiados –con respecto a la media mundial- al inicio de la pandemia. Por si fuera poco, en la ciudad de Mar del Plata se está planteando la posibilidad de recibir profesionales de otros lugares ya que allí el nivel de contagio entre los sanitarios es más del doble del promedio nacional. De la estrategia de comunicación responsable no hace falta hablar. Solo hay que recordar a la payasada de hace unas semanas por TV al tiempo que se anunciaban fallecimientos en la conferencia diaria del Ministerio de Salud. Fallecimientos que tienen nombre y apellido, con familia y una historia... una falta de respeto y profesionalismo por donde se lo vea.

Así llegamos a la oportunidad en la respuesta. Hoy en día entre los 11 países con mayor número de casos está Argentina y otros cinco países de la región: Brasil, Perú, México, Colombia y Chile.

Parece que la única posibilidad es seguir encerrando a los ciudadanos. La curva de contagios sube, pero también hay otras curvas que merecen atención Mientras de manera irresponsable el gobernador de la provincia de Buenos Aires habló de “aluvión psiquiátrico”, lo cierto es que la curva de problemas de salud mental también aumenta. Tuvieron que pasar más de 150 días para que se incluya un profesional de la salud mental en el equipo de asesores presidencial. Pero también aumentan las curvas del empobrecimiento, endeudamiento, hastío y angustia. Son curvas difíciles de medir, que no se sabe cuándo terminarán, pero que seguramente tendrán secuelas mucho más duraderas que las del propio contagio. El 2021 seguramente nos depare respuestas.

Los médicos entendemos de vida y sufrimiento, algunos, también como académicos, sabemos de la necesidad de independencia intelectual para poder generar pensamiento crítico que ayude a mejorar la política pública que, no es más ni menos, que cuidar el bien común. El disenso es un ejercicio propio de países con respeto, solidez institucional y confianza. En ese escrito del 17 de marzo alertamos sobre el divorcio entre la política con la ciencia y la evidencia. Un divorcio que no parece tener fin y cuyo costo, lamentablemente, paga la población. Al menos así ocurre en Argentina.

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