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Diálogo con Josefina Cardoso Cis, ante su libro “Desde el alma, hacia adentro”: “Si amamos, nunca perderemos las ganas de vivir”

Diálogo con Josefina Cardoso Cis, ante su libro “Desde el alma, hacia adentro”: “Si amamos, nunca perderemos las ganas de vivir”

Josefina Cardoso Cis acaba de recibir de la imprenta su primer libro: “Desde el alma hacia adentro”.


Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

 

Se trata de un trabajo de escritura muy reflexivo y que comparte –a manera de testimonio de vida- conceptos, miradas, perspectivas y sentimientos que permiten acceder a una mejor calidad de vida reencontrándose con lo mejor de uno mismo. Un diálogo interior que permite personificar sentimientos y al mismo tiempo reconocerlos tan necesario como indispensable, para poder tener siempre un presente y un mañana mejor.

Ella nació en Gualeguaychú el 23 de mayo de 1979. Tiene tres hijos (Máximo, 14 años; Belisario, 12 años y Paz de ocho años) y en 2013 le diagnosticaron Mieloma Múltiple, una enfermedad crónica e incurable por el momento y como los propios médicos le dijeron: “Un cáncer poco común”.

Vinculada desde toda su vida por razones familiares y personales con los medios periodísticos a través del diario EL ARGENTINO, ahora comparte su primer libro “Desde el alma hacia adentro”, que cuenta con ilustraciones de Mónica Maziad.

Si bien el libro se encuentra en todas las librerías de Gualeguaychú, los interesados que residan fuera de la ciudad pueden solicitarlo vía WhatsApp al 3446-531177 y por Instagram: desdeelalma.haciaadentro.

En la siguiente entrevista, Josefina Cardoso Cis ofrece un testimonio donde recorre desde el diagnóstico hasta el presente, siempre valorando –a manera de agradecimiento- las nuevas oportunidades para hacer de cada momento algo trascendente desde lo simple y cotidiano. “Si amamos, nunca perderemos las ganas de vivir”, estampó a través de su escritura un mensaje tan necesario como universal.

 

-En 2013 le diagnosticaron Mieloma Múltiple.

-Así es. En ese entonces me dijeron que era un cáncer poco común. Recuerdo que cuando me dijeron que se trataba de un cáncer poco común, lo tomé de una manera distinta. Una de las primeras cosas que hice fue prepararme para tomarlo con calma y para organizarme mejor con mi vida. En ese entonces tenía 33 años y los médicos también me dijeron que era una persona muy joven para esa clase de cáncer, porque generalmente es una enfermedad oncológica que se presenta en personas mayores de 60 años.

 

-Hay que imaginarse en ese tiempo: una mujer de 33 años que le diagnostican un cáncer poco común y que hacía poco tiempo, un año, había sido madre.

-Fueron tiempos difíciles y de muchos aprendizajes. En 2014 me hicieron un autotrasplante de médula ósea y ella cumplió los dos años de vida cuando yo estaba internada. Y estuve aislada de los dos hijos varones durante cuarenta días y de Paz, que por ser más pequeña, el aislamiento fue de sesenta días porque por su edad era la más expuesta. Por el trasplante una queda muy expuesta a toda clase de virus. Uno es como si volviera a nacer.

 

-¿Cómo es eso?

-Todos los valores en la sangre te vuelven a cero. Y al igual que un bebé, hay que vacunarse como si fuera la primera vez en la vida. Y en ese contexto, una está muy débil, muy propensa a todos los contagios. Por eso me aislaron hasta de mis propios hijos.

 

-Es decir que este distanciamiento social por la pandemia del Covid-19, de algún modo lo hizo seis años antes. No es nada nuevo.

-No es nada nuevo, porque ya teníamos incorporados como hábitos muchas de las recomendaciones que hoy se realizan para el Covid-19. Familiarmente lo hemos vivido. Y esto que estamos experimentando de no compartir un mate, desde entonces lo vengo ejerciendo. Ni siquiera comparto un vaso. De algún modo, que las personas tomen consciencia de estos cuidados preventivos, a mí me viene muy bien. En realidad, a todos nos viene y nos hace bien; pero en mi caso personal mucho más. Hay que comprender que el paciente con Mieloma Múltiple carece de defensas y el sistema inmune está tan debilitado que una queda expuesta a todos los riesgos. Por eso, insisto, esta toma de conciencia de las potenciales posibilidades de contagios que enfrentamos de manera constante y periódica es algo muy bueno para todos, especialmente para los pacientes con Mieloma Múltiple. Lo otro que quiero transmitir es que este aislamiento o distanciamiento en absoluto nos impide relacionarnos. Acompaño el crecimiento integral de mis hijos. Por supuesto, si en una reunión de amigos alguien está resfriado, no tendré que ir y de estar, retirarme; ni siquiera tomar distancia. Y me ha pasado que me he contagiado y eso sucede, porque cuesta mucho a las personas darse cuenta que pueden contagiar al otro en el más mínimo gesto. Claro que, en estos tiempos de pandemia, las restricciones sociales son mucho más estrictas para todo el mundo.

 

 -¿Ante un diagnostico tan trascendente, de qué otro modo impactó en su vida?

-De muchas maneras. Para ejemplificar, me doy cuenta que ya no me hago problemas por cosas que tal vez antes sí lo hacía. No es que todo te resbala o te es indiferente, en absoluto. Pero empezamos a dimensionar las cosas de otra manera. Recuerdo que un médico me dijo: si tenés un vecino que todos los días te molesta, bajá la persiana porque no vale la pena hacerse mala sangre. Esto de ahogarse en un vaso de agua es lo que tenemos que aprender a lidiar e incluso a cambiar. Y creo que ese consejo no es sólo válido para el paciente oncológico, sino para todos; para que todos podamos vivir un poco mejor. Realmente en disgustos, que muchos son innecesarios, se nos puede ir la salud. Hay que aprender a administrar las energías de otra manera. Y esta enfermedad hoy no tiene cura. Por eso desde el 2013 realizo un tratamiento de manera ininterrumpida.

 

-Son muchos años de tratamiento. ¿No la agota?

-Cuando lo que está en riesgo es la vida, todos los esfuerzos se hacen de otra manera y lo que para unos puede ser un sacrificio, para mí es constancia. Lo importante es seguir las indicaciones y las orientaciones médicas. Actualmente hago tratamiento de quimioterapia. Gracias a Dios el organismo se va acomodando. Puede ser que ante un esquema nuevo el organismo presente ciertos rechazos o malestar; pero con el tiempo los acepta y comienza a ofrecer las respuestas esperadas o a asimilar lo deseado.

 

 -¿Podría compartir algo que le pase de manera más frecuente?

-A veces invade como un cansancio muy generalizado. Pero, ya estoy acostumbrada a ese cansancio. Me acostumbré que llega la medianoche y me invade un sueño y no duermo siesta. Una vivencia que aprendí: los chicos me dan la energía que me hace falta. A veces decía que ellos eran tan activos, que sentía que me sacaban toda la energía. Y mi mamá me enseñó a ver que era, justamente al revés: que ellos me transmitían energías. Mis hijos jamás me dejarían que me sintiera enferma. No me siento enferma, pero sí conscientes de las limitaciones que tengo a partir del Mieloma Múltiple. Tengo una manera de ser que me indica lo que puedo hacer dentro de mis posibilidades y sentirme satisfecha con eso. No es conformismo, sino ser conscientes de las posibilidades reales que tenemos. De mis células no me puedo ocupar y las debo dejar en manos de Dios y de los médicos. Pero de mi voluntad sí puedo ocuparme.

 

-Esta experiencia le ha dado otra mirada sobre la vida y le ha dado la reflexión necesaria para escribir un libro.

-Tal vez viva menos tiempo que el que querría. Pero como me enseñó mi marido Facundo al interpelarme: ¿cómo queremos vivir? Hasta los 80 años y corriendo de aquí para allá para darnos cuenta que al final no hemos avanzado o vivir tal vez menos años, pero de una manera que sabemos que nos hace felices y satisfechos con la vida que se nos dio. La vida tiene que tener sentido. Cosas simples: me siento a acompañar las tareas de los chicos y lo hago desde un lugar de mucha conexión. Es decir, vivo muy intensamente cada momento y no hago ningún esfuerzo. Disfruto de la vida de manera plena. Con esto quiero decir: antes del diagnóstico vivía bien, muy bien diría. Pero, del mismo modo reconozco que la vida se me estaba pasando sin haberle dado el valor que realmente tenía, porque la vida es sagrada. Hoy puedo afirmar que estoy agradecida por tener esta enfermedad y que me haya tocado a mí y no a otro ser querido. En mi familia somos muy conscientes que para transitar este camino había que prepararse de manera integral. Vivo muy conectada al presente, pero no es un culto a lo momentáneo, en absoluto. Porque cuando me imagino el futuro, me imagino el crecimiento y el desarrollo de mis hijos. Y mi anhelo es imaginarlos siendo adultos, grandes. Por formación familiar y por convicción personal soy una mujer de fe y creo que hay vida más allá de nuestra vida. Siempre pienso qué difícil debe ser para un paciente oncológico atravesar ese diagnóstico sin creer en Dios o sin creer que existe la vida después de la muerte. Y el vivir en esa fe también ayuda mucho a hablar con los hijos de manera directa y que ellos también estén preparados para asumir el destino que nos toca vivir. Por supuesto, no basta con decir “Dios, dirá”. Eso es muy cómodo y deja todo librado al azar. Hay que poner siempre lo mejor de cada uno.

 

-¿Y cómo le surgió la necesidad de escribir este libro?

-Un poco por todo esto que estamos charlando. Pero el detonante fue un día charlando con mi hermana Eleonora. En 2018 había tenido una recaída muy importante. Fue como un volver a comenzar; un volver a percibir lo incierto como futuro inmediato. Y en ese contexto, mi hermana Eleonora me envía un audio donde me pregunta sino había pensado en hablarle a las células “malas”. Esa noche me desvelé por ese audio e intenté hablarles a esas células, pero me sentí tan ridícula que me di cuenta que así no lo podía hacer. Al mismo tiempo me di cuenta que a pesar de ese sentimiento de incertidumbre que me había provocado la recaída, también me estaba divirtiendo al intentar personificar mis sentimientos.

 

-¿Y cómo siguió esa experiencia?

-Al otro día cuando me despierto, comparto en familia que había imaginado una especie de historia, donde mis sentimientos cobraban protagonismo como si fueran personas. Estaba Tristeza, Alegría, Esperanza, Fortaleza. Dentro mío había un gran debate. Y así comencé a escribir esos diálogos. Todas las mañanas me levantaba y una de las primeras cosas que hacía era sentarme frente a la computadora, me ponía los auriculares para escuchar música clásica y escribía y escribía. Las palabras comenzaron a fluir como un río. En ese entonces ni siquiera pensaba en que estaba transitando la escritura de un libro, sino apenas el registro de escritos sueltos. Y nuevamente mi hermana Eleonora comenzó a decirme que esos escritos iban camino a un libro y así comencé a juntar, a vincular esos escritos y así nació “Desde el alma hacia adentro”. Y aquí quiero detenerme un poco para agradecer a Mónica Maziad; porque el lector cuando tenga el libro en sus manos, se dará cuenta de la importancia que tiene las ilustraciones que ella hizo y que potencian lo que yo quiero transmitir. A Mónica la conocí a través de una amiga en común y lo hice en plena cuarentena y cuando el libro ya estaba escrito. Y trabajamos por Zoom: fue muy gracioso porque a través de esos encuentros virtuales ella tenía que interpretar mis bocetos y llevarlos a la ilustración. Por eso valoro y destaco su aporte, que potencia el mensaje del libro.

 

-Justo hoy, miércoles 30 de septiembre, la imprenta le anunció que le entregará los libros.

-Así es. Estoy muy feliz. Y lo estoy porque sé que, sin darme cuenta, este libro propone a quienes se animen a viajar al interior de cada uno, aún atravesando el dolor del alma, que se puede llegar a sanar. No digo sanar el cuerpo, pero sí el alma. Cuando tenemos un golpe tan importante como una enfermedad, debemos asumir que la vida nos da una segunda oportunidad. Y hay que aprovechar eso; es como adueñarse de uno mismo y sentir plenamente que de uno depende vivir mejor.

 

-El libro tiene una serie de resaltados, como si estuviera proponiendo una segunda escritura o una segunda lectura.

-No lo había pensado como una segunda escritura, pero me gusta esa idea; porque en rigor es otra lectura posible. Los resaltados surgieron como una esencia, como un señalar más la intensidad o llamar a detenerse en determinados sentimientos o mensajes.

 

-Se quedó pensando…

-Pensaba en la exposición. Si bien vengo de una familia vinculada a las comunicaciones, sé que a todos nos cuesta mucho hablar desde el corazón. Transmitir lo que sentimos no siempre es fácil, pero a la larga es muy placentero. Es saber compartir. Recuerdo que en plena enfermedad recibí, gracias a gestiones anónimas, un llamado telefónico del Papa Francisco. Fue una felicidad inmensa que todavía me dura. Y debemos aprender que lo que estamos viviendo no se volverá a repetir; y por eso es un momento único, trascendente. Y si bien no se volverá a repetir, durará para siempre. Cada día es mágico; pero está en uno que así sea. Lo que debemos procurar siempre es reconfortar al alma.

 

-Una de las particularidades del libro “Desde el alma…” es que no está destinado a un público en particular. Es como “El Principito” que a medida que se lo relee se le va encontrando significaciones o enseñanzas nuevas y se lo puede leer con los ojos de la infancia como de la adolescencia, los de la juventud como de la adultez. Hay que dimensionar ese proceso de escritura: una misma oración, una misma frase, un mismo párrafo para saciar los anhelos de lectura de un niño, de un joven y de un adulto.

-Agradezco esa consideración. Pero si he logrado eso fue porque lo escribí desde la simpleza. Cuando uno conecta con el alma, conecta con lo simple. Y entonces nos damos cuenta que se lo puede compartir abriendo nuestras almas. Pero, insisto: fue escrito desde lo simple, desde el despojarse de todos los prejuicios y conectarse con uno mismo y con el otro. Es valorar todo lo que nos rodea y especialmente la vida. Lo simple es un camino a lo trascendente.

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