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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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La memoria compartida se cuenta con el corazón: “Un sol para la noche”

La memoria compartida se cuenta  con el corazón: “Un sol para la noche”

Las noches en mi barrio eran oscuras, ¡pero bien oscuras! No existía el alumbrado público y en pocos hogares había energía eléctrica. En mi casa nos alumbrábamos con una lamparita, un farol (y por supuesto velas para emergencias).


Por Amalia Doello Verme (*)

EL ARGENTINO

 

El detalle era tener el combustible que se compraba en la estación de servicio de avenida Parque y Del Valle, cuyos dueños era la familia Majul.

En una damajuana (hoy bidón) traíamos el preciado querosene que alcanzaba para la semana.

El olor era fuerte, irritante y debíamos tener cuidado de no salpicarnos además de mancharnos nos podía quemar la piel.

Mis hermanas eran las encargadas de mantener las lámparas en condiciones: lavar los tubos, recortar las mechas; Aurora era muy tenaz en el mantenimiento del farol que era más “sofisticado”.

Para encender, se colocaba el querosén en el tanquecito que servía de base; “una singular camisa de un material similar al nylon, atada a una tapita de porcelana enroscada a una serpentina por donde circulaba el gas del combustible que encendía la “camisa; previamente en un cuenco por debajo de la camisa se colocaba alcohol con una alcuza y se encendía para calentar el sistema y luego se comenzaba a dar “bomba” con el instrumento que estaba incorporado al tanque.

¡Y se hizo la luz!

Cuando veas en alguna casa de antigüedades un farol, piensa en qué historias de familia encerrará ese bien llamado “sol de noche”.

Yo quise rendir homenaje al farol que ilumino “las buenas” y las “no tan buenas” de mi familia.

Recuerdo la noche en que fue protagonista…

En el Hipódromo habían comenzado las obras del terraplén que favorecía el escurrimiento del agua de la pista de carreras, paralelo a la calle Constitución.

Cuando llovía el agua se escurría por el Hipódromo sin afectar la pista.

El terraplén impedía el desagote natural y aunque cayeran dos gotas, todas las casas se inundaban, provocando deterioro de paredes y puertas, amén de que vivíamos con tos y mocos por la humedad que daba en los ambientes.

Este invierno llovedor como pocos era hartante, mis hermanitos y yo vivíamos sentaditos arriba de la mesa, los colchones arriba del ropero.

Esa noche, el nivel del agua era superior a lo de siempre y al haber fracasado el reclamo con la comisión, fue que los vecinos tomaron al toro por las astas, con palas y picos y por supuesto con el sol de noche cruzaron la calle y cortaron el terraplén y como si alguien la hubiera chupado el agua se fue.

Todos los vecinos de la cuadra se involucraron por el bien común. No importo quien peleo más o menos, todos por igual mojados, embarrados y con mucho frio, un farol más otro farol más otro.

¡Qué poderosos somos cuando nos unimos por el bien común!

 

(*) Amalia Doello Verme decidió en esta pandemia traer e la memoria “muchas de las historias vividas, y me pareció que sería bueno compartirlas con los vecinos que fueron protagonistas de estos relatos”, sostiene la autora y agrega: “Mi intención es sacarles una sonrisa y hacerlos viajar en el tiempo para revivir de alguna manera momentos dramáticos y otros humorísticos”.

 

FOTO 150-FAROL

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