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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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“Con mi novela aspiro que el lector encuentre en esa ficción algo de sí mismo, una identificación con su propia existencia”

“Con mi novela aspiro que el lector encuentre en esa ficción algo de sí mismo, una identificación con su propia existencia”

Diálogo con el experto comunicador y creativo, Sebastián García Posse


Por Nahuel Maciel - EL ARGENTINO

Fotos Ricardo Santellán

 

Sebastián García Posse, nació el 17 de octubre de 1973. Tiene 47 años. Si bien se crió en el barrio Somisa de la localidad de San Nicolás (Provincia de Buenos Aires), tiene un fértil arraigo familiar con Gualeguaychú.

El jueves pasado presentó su primera novela “Harry y yo” (Editado por el sello Metrópolis Libros). Se trata de una historia ambientada entre Gualeguaychú, San Nicolás y Buenos Aires. Y narra, mediante el monólogo interior (un padre en terapia intensiva a punto de morir; un amigo preparándose para ir a la peña de los jueves y un hijo en plena ruta invadido por los recuerdos y viajando a 130 kilómetros por hora) los avatares de una vida familiar tras la separación de los padres.

Una historia que tardó ocho años en escribirla, pero que se lee “de un tirón”, donde se indaga “en la fortaleza y la fragilidad de los vínculos, una novela coral sobre la plenitud y el ocaso de una familia”, como él mismo admitió.

Sebastián García Posse se dedica a las comunicaciones y a la creatividad, y tiene una empresa que gira bajo la razón social “Ases y Reinas”, desde donde asesora y desarrolla para empresas de distintos volúmenes sus necesidades comunicacionales, sus campañas de posicionamiento, de venta y fidelización que hacen a la relación cliente y usuarios.

Es algo más que publicidad y marketing, porque tiene que ver con las comunicaciones en su concepto más integral y con la creatividad en su percepción más amplia y trascendente.

No es casualidad que su empresa se llame “Ases y Reinas”, porque para él los extremos pueden transformarse de contradictorios a complementarios, siempre y cuando se sepa construir puentes, vínculos, diálogos: es decir, reconocer la huella que permite avanzar hacia el futuro.

El diálogo con EL ARGENTINO se realizó a través de una plataforma virtual, no sólo marcado en estos tiempos de pandemia por el Covid-19, sino también como una expresión cabal de la modernidad y de saber que el mundo a veces deja de ser ancho y ajeno y se convierte en una casa en común.

 

-Desde Gutenberg, aquel orfebre alemán que inventó la prensa de imprenta y que falleció en 1468 hasta la actualidad, la humanidad no ha tenido tantas oportunidades para comunicarse. Millones de personas participan –gracias al satélite- de innumerables actividades financieras, deportivas, culturales, sociales, políticas. Hasta la guerra llega a nuestros hogares en vivo y en directo. Sin embargo, nunca desde la Edad Media hasta la actualidad, se tiene tantas dificultades para comunicarse. Hay dificultades para sostener un diálogo entre pares y de manera inter generacional, para que cada uno encuentre su palabra y así poder expresar lo que piensa y siente.

-Me muevo en ese mundo. Mejor dicho, trato de sortear esas contradicciones para una mejor comunicación. Y es evidente que estamos inmersos en una sociedad híper entrelazada por medios y sistemas de comunicación. Es cierto que uno de los dilemas de los actuales tiempos es saber cómo nos comunicamos en un mundo que está saturado de comunicación. Estamos bombardeados de mensajes e imágenes, donde todo es casi instantáneo y no permite espacios de reflexión. Pareciera que, si uno publica -por ejemplo, en su Instagram, por citar una de las redes sociales-, una imagen y esa imagen no llama la atención en el segundo en que se la pasa con un dedo y a la carrera, no tendría valor. También hay que reflexionar que es genial que podamos tener innumerables dispositivos, sistemas y plataformas para comunicarnos. Y esto está expresado comprendiendo que en la sobre abundancia está la saturación. Y en la saturación está el bloqueo. Es evidente que las comunicaciones es uno de los desafíos de nuestra época.

 

-Además, la sociedad está sobre estimulada…

-Tal cual. Pareciera que, si no se está con el chat o el celular en todo momento y lugar, no pudiéramos vivir en sociedad. Hay que saber parar la pelota. Muchos pueden sentir que no pueden siquiera apagar su celular por un par de horas, que esa es una acción imposible. Y, sin embargo, no pasaría nada tomarse ese descanso. Al contrario, sería una oportunidad para reencontrarse con otras formas de comunicarse. Del mismo modo, muchos falsamente creen que no existen si no están en Facebook, en Instagram, en Twitter o en cualquier otra red social.

 

-Lo virtual no puede ser el parámetro de la existencia.

-Claro. Por otro lado, los movimientos globales despiertan reacciones locales. Cuando todo parece que es homogéneo, cuando viene la ola arrasadora de lo uniforme, aparece la razón de las minorías, la conquista de nuevos derechos, el valor que tiene para el desarrollo lo diverso. Frente a lo homogéneo o lo uniforme, sobresalen -como opuestos o como reacción- las individualidades. Paradójicamente, la intensidad de lo global despierta mejor la necesidad de lo local.

 

-Me iba a acotar algo cuando lo interrumpí.

-Sí, estaba recordando que la vez pasada había leído o escuchado como una alerta la cantidad de horas que permanecen las personas, especialmente los niños, frente a una pantalla. Y por eso a los adolescentes, para citar un ejemplo etario, les cuesta muchísimo conversar de manera presencial, cara a cara. Les cuesta sostener un diálogo. Conversan muy bien a través de los mensajes de chat, de los envíos de audios; pero a nivel personal les cuesta muchísimo expresarse. Y eso incluso está incentivado por los mismos padres, que le tiran -como si fuera un “chupete electrónico”- más pantallas para que los dejen tranquilos. Es tremendo darse cuenta las dificultades que tienen las personas para comunicarse sin los dispositivos.

 

-No obstante, hay otras evidencias vinculadas a la construcción de confianza. Antes, podrían venir sus padres y decirle “cállate la boca, lo dice el diario”. Hoy, los hijos advierten a esos padres que “si se lo dicen los medios de comunicación masivos” hay que desconfiar. Ese margen de credibilidad casi indubitable que tenían los medios de comunicación ha retrocedido, lamentablemente. Otro ejemplo: antiguamente si una persona era muy buen músico, tocaba en el club del barrio. Si persistía con su talento, del club iba a la radio y de la radio grababa un disco y a través del disco llegaba a todos los barrios. Hoy, primero se graba un disco y luego se llega a las personas. Ese circuito comunicacional cambió rotundamente. Lo que no cambia es la relación económica, porque la misma discusión por la plusvalía que tenía Mozart con quien le imprimía su partitura la siguen discutiendo los músicos con el sello discográfico.

-Tal cual. Esta saturación de mensajes, la intermediación que se genera, hasta cuestiona a la ciencia. Hoy, luego de ir al médico, las personas “googlean” lo que ese doctor le ha dicho y leen dos líneas y se creen con derecho a cuestionar todo ese saber científico. Y estamos hablando de un conocimiento como el de la Medicina que es general y al mismo tiempo especializado, se trata de un saber que es muy complejo, que es difícil de entender si antes no se tienen las herramientas adecuadas. Y a pesar que sabemos todo eso, con un simple ingreso a internet nos atrevemos a discutir todo ese saber. Además, en la actualidad toda persona se convierte en un potencial medio de comunicación. Es decir, ya no es un ser de comunicación sino un medio de comunicación. Con un Facebook, un Instagram o cualquier otra red, esa persona puede pensar que ya se armó un medio. ¿Un medio de qué? Un medio de sí mismo. Y esa persona puede tener 50 mil o cien mil seguidores y eso es más que todos los lectores de Gualeguaychú juntos. La revolución que es internet es que nos permite llegar al mundo. Hoy, cualquiera se puede hacer conocido a nivel mundial.

 

- ¿Cómo es eso?

-Muy fácil. Una persona se desnuda, se pone un tomate en la cabeza, se refriega un pedazo de carne por el cuerpo, baila, dice un par de cosas que pueden hasta ser incluso incoherentes y así millones se pondrán a mirar a ese loco que se puso un tomate en la cabeza con el cuerpo desnudo y dice incoherencias. Quiero decir que es muy fácil llegar a todo el mundo: con una estupidez será efímero, con una genialidad será más permanente. Y los medios compiten con esa situación, que incluye la búsqueda de lo morboso. Observemos lo “memes”, los “sticker”. La vez pasada una persona me hacía observar una “conversación” entre dos personas que era casi sin palabras, solo con “memes”. ¡Y se entendían!

 

-Se gana en “reacción”, pero se pierde en “reflexión”.

-Lamentablemente es así. Se va muy rápido, pero por la superficie. La vez pasaba charlaba con unos amigos sobre lo difícil que se nos hace crear y sostener una conversación interesante. Y si bien toda conversación implica un involucramiento, no debería ser tan difícil. Hemos perdido la práctica del saber dialogar. Debemos aprender a escuchar y a expresarnos. Y entiendo que sea difícil, por el nivel de “boludeo” y de intoxicación informativa en que vivimos. Me encanta la filosofía y hay veces que siento que no tengo interlocutor para compartir los cuestionamientos o preguntas que me surgen. Entiendo el potencial que nos da la tecnología. Antes, grabar un video era para profesionales. Tomar una fotografía era para cuidadosos y no era masivo. Ahora desde un teléfono se hace todo eso y encima se publican casi al instante.

 

-Como todo en la vida, entonces no se trata tanto de las herramientas sino cuánto y cómo la sabemos utilizar o para qué la utilizamos. El antiguo ejemplo: el martillo puede ser un arma en las manos de un homicida y junto al cincel puede ser indispensable para hacer una obra de arte o un trabajo necesario para vivir mejor.

-Está muy bien esa mirada porque evita caer en el prejuicio que demoniza y se expresa con frases nocivas: “internet es mala”, “la computadora no es buena”. Cuando estudiaba Comunicación me encantaba una materia que era Semiótica. Ahí se hablaba de los medios, identificando posibilidades y restricciones. Daré un ejemplo: la radio tiene posibilidades para que el usuario se sienta acompañado, pero tiene restricciones porque le falta la imagen concreta de lo visual, no hablo de la imaginación. Y hoy, la diferencia radica en que tenemos muchas más posibilidades que restricciones. Imaginemos a una persona en una góndola de supermercado tratando de elegir un vino: tiene docenas y docenas de posibilidades y no sabe qué hacer, duda, se percibe inseguro. Todo, piensa, sería más fácil si tuviera dos o tres marcas para elegir; pero no cientos. Nos pasa lo mismo con las plataformas para elegir una película, no sabemos cuál elegir ante tantas posibilidades. Por eso no hay que caer en la demonización, sino que hay que aprender el valor que tiene la posibilidad de elegir. Si una persona está todo el día publicando sus momentos, si su vida se reduce “a una vidriera feliz”, tiene que saber que eso no es real.

 

- “Harry y yo” es el título de su primera novela.

-Primera y ardua novela.

 

-Como toda novela, la suya es una historia de ficción. Siempre el lector tiene ese pacto con el escritor, en el sentido que sabe que le están contando una historia de ficción, aunque experimente sentimientos o sensaciones de verdad o perciba rasgos de su realidad.

-Sí, es de absoluta ficción. Se me ocurrió una metáfora para mi novela que es la imagen de un caballo y su jinete. El caballo representa hechos que pueden ser reales; pero el jinete es la ficción. Es decir, el jinete se monta en hechos aparentemente reales y le hace recorrer la distancia que desea o marchar hacia el horizonte que está inventando en la historia. No tiene importancia si los personajes y los conflictos reflejan hechos reales de la vida de todos los días; aunque muchos se esfuercen en darles alguna relación. Esta novela la escribí para contar una historia; no tiene otra utilidad. No nació por una función, sino por una vocación de contar, para que alguien se conecte con esa historia que está leyendo. Y pretendo contar una historia que permita conectarnos con eso que es universal: el ser padres, ser hijos, ser tíos, ser amigos; y así conectarnos con nuestra propia vida. Con mi novela aspiro que el lector encuentre en esa ficción algo de sí mismo, una identificación con su propia existencia

 

-El acto de escribir es casi en soledad y luego con la lectura se transforma en multitud. Y si bien hay muchas creaciones que nacen de la concepción colectiva, que alcance escuchar a un coro o ver a un cuerpo de danza; en términos generales o más vagos, se podría decir que la creatividad es un acto que nace de lo más profundo del individuo con vocación para ser compartido de manera colectiva.

-Nadie escribe para no ser leído. A veces escucho a alguien que dice que la escritura es catarsis, donde uno se redime. Y le respondo que el escritor hace un acto para ser leído. Obviamente, ese acto de escritura le permite procesar, reelaborar una historia, crear personajes, inventar lugares, jugar, hacer justicia o hacer injusticias, es decir, le permite casi todo. Pero, siempre se escribe para ser leído. Es cierto que la escritura es un acto en soledad, pero con vocación de multitud o de construcción colectiva.

 

-Todos pueden ser creativos. Si bien la creatividad se debe cultivar, alimentar y ejercitar, es un sentimiento que solo vive si se lo comparte.

-Todos estamos llamados a ser creativos. Y hay que saber que cuando uno comparte, se expone. Es importante comprender este mensaje, que cualquier puede y es creativo, independientemente a qué se dedique. Digo, la creatividad no es un arte, sino hacer las cosas con arte y por eso se manifiesta en todos los planos de la vida. Y es cierto que muchos pueden sentir miedo frente a la exposición. Es más, cuanto más alto se vuela, mayores pueden ser lo miedos. Cuando más uno se expone, los miedos pueden ser más sensibles. Pero hay que vencerlos. Incluso hay que ser cuidosos con los aplausos recibidos, para que no cambien la esencia de lo que uno es. Por eso nunca entendí muy bien esas frases que expresan “tengo miedo al éxito”, “tengo miedo a ganar”. La creatividad es consecuencia del aburrimiento. Al niño no hay que meterles cientos de pantallas para estar entretenido. Hay que dejar que se aburra. Porque para salir de ese aburrimiento pondrá en práctica su creatividad y así generará algo por sí mismo y para los demás.

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