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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

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Una última semana soñada para Fernández, en un año olvidable

Una última semana soñada para Fernández, en un año olvidable

Los festejos de la aprobación del aborto en el Senado. (Foto: Comunicación Senado).


Aborto y vacunas le dieron una sonrisa al Gobierno en un año en que sobraron contratiempos y no buenas noticias. Pero sobre todo fueron una inyección de ánimo de cara al año electoral en el que un sector del gobierno está convencido de que se juega mucho más que una elección: la supervivencia de un proyecto.

 

Por José Angel Di Mauro

 

Le cambió el semblante al presidente Alberto Fernández los últimos días de 2020. No es para menos: dos premisas que se había autoimpuesto para concluir su primer año en el poder -que lejos estuvo de haber sido el que había imaginado- pudieron cumplirse. ¿Será ese el punto de inflexión de su gestión para finalmente enderezarla hacia las metas que se había propuesto antes de que una imprevista pandemia le quemara los papeles? Se verá.

Esas premisas obviamente son la aprobación de la interrupción voluntaria del embarazo y el comienzo de la campaña de vacunación.

En el primer caso, el presidente siente que estuvo acertado al revertir la decisión de postergar el envío del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo como consecuencia de la crisis sanitaria, sorprendiendo a propios y extraños al anunciar la secretaria de Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, la decisión presidencial de cumplir ya mismo con su promesa de campaña sobre el aborto legal. Cuando se decidió avanzar con ese proyecto no se habían hecho los cálculos correspondientes en ninguna de las dos cámaras. Esto es, ignoraba el Gobierno si estarían los votos para convertir esta vez sí en ley el proyecto que había fracasado en 2018.

Estaba la certeza de que saldría con cierta holgura en Diputados, conforme anticipaban algunos sondeos elaborados inmediatamente después del recambio legislativo. Pero el Senado era un territorio siempre difícil para una ley de esas características, y así lo demostraban los números que se manejaban hasta el inicio de la sesión.

Desde 2008, cuando la 125, que no había un proyecto que deparara tantas dudas hasta el inicio mismo de la sesión; un proyecto cuyo destino se fuera revelando conforme iban expresándose los propios protagonistas.

Pero está claro que el oficialismo sabía que la aprobación era un hecho desde unos días antes de la sesión. Se jugaba mucho el Gobierno con la suerte de ese proyecto que -a diferencia de la gestión Cambiemos en 2018- auspiciaba esta vez el Ejecutivo. En un año de tantos malos tragos, era impensable que el Gobierno pudiera soportar lo que sin dudas asimilaría como una derrota.

Lo pensaron en Juntos por el Cambio, donde hubo muchas deliberaciones en la previa respecto de qué comportamiento deberían adoptar de cara al debate. No existían las suficientes voluntades dispuestas a hacer naufragar semejante iniciativa. Se especuló entonces con la posibilidad de introducirle modificaciones y hacer volver el proyecto a Diputados, en lo que se interpretaría como un módico “traspié” opositor, pero para ello era clave la actitud que adoptara el senador Alberto Weretilneck, que había sorprendido el jueves previo pidiendo modificaciones y encolumnó tras de sí a muchos que compartían esa visión.

Sin embargo el Gobierno concentró toda su atención en el exgobernador rionegrino para tratar de hacerlo entrar en razones, prometiéndole que los cambios se introducirían a la hora de la reglamentación. La propia Vilma Ibarra habría sido quien le dio garantías a través de un llamado telefónico, pero las dudas se despejaron ya en el inicio de la sesión, cuando la miembro informante, la pampeana Norma Durango, anunció en su discurso que habría “un veto parcial” si salía la ley, introduciendo una modificación pequeña pero clave, que acercaba posiciones con la postura de Weretilneck. Con esa certeza, ya nadie tuvo dudas de que el proyecto saldría; solo faltaba saber cuántos votos tendría.

Porque hubo negociaciones clave que tuvieron al mismísimo presidente Fernández a cargo. Evocando sus tiempos de operador político, el presidente había recibido dos jueves atrás -como hemos dicho- al salteño Sergio “Oso” Leavy para garantizar su apoyo. El propio senador se ocupó de difundir la reunión, aunque sin confirmar que hubieran hablado de su cambio de postura. Con mayor discreción, también se reunió con el presidente una senadora que en 2018 había votado en contra, Silvina García Larraburu. Aunque no necesitaba que Fernández la convenciera: ella reporta a la vicepresidenta.

El salteño arrancó el discurso enfático: “Personalmente me opongo, ¡odio el aborto!”, pero unos cinco minutos más tarde justificaba su drástico giro diciendo que “si mi voto ayuda a salvar a que una mujer, en esta práctica clandestina, no pierda la vida, voto a favor de esta ley. Y que sean Dios y la Patria quienes me lo demanden”. Horas antes, García Larraburu también había descripto el cambio de su voto, de celeste a verde, como “un voto deconstruido”.

Llamó la atención la diferencia de 9 votos para la aprobación. Y en eso tuvo que ver la postura de JxC, que resolvió finalmente, y ante la certeza de que la ley saldría, sumarse a la ola, cuestión de no cederle todo el protagonismo al Frente de Todos. Entonces votos que oscilaban hacia la abstención, como el del catamarqueño Oscar Castillo, fueron positivos como en 2018; lo mismo que el de la cordobesa Laura Rodríguez Machado. Incluso Lucila Crexell, aliada de Juntos por el Cambio, que se abstuvo en 2018, dejó de lado la idea de no votar a favor y sí lo hizo. Y hasta la radical entrerriana Stella Maris Olalla, indefinida hasta el final, votó a favor. El 30% de los votos positivos fueron de Juntos por el Cambio.

Cuando la media sanción del aborto en Diputados, paralelamente en el Senado se avanzaba con la nueva fórmula de movilidad jubilatoria. Esta vez se repitió la estrategia: mientras el aborto atraía toda la atención en el Senado, los diputados procedían a convertir en ley esa norma. El Gobierno la necesitaba aprobada antes de fin de año y lo consiguió. En definitiva, no se puede quejar: a pesar de no contar con mayoría en Diputados, todas las leyes que se propuso salieron a lo largo del año, salvo la reforma judicial, frenada por ahora en la Cámara baja. Fuente: (El Parlamentario).

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