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Opinión

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Elogio a la desigualdad

Elogio a la desigualdad

     


La innovación y los avances tecnológicos florecen en los países donde hay libertades y se respeta el derecho de propiedad, y de este modo aumentan la productividad y los salarios, enriqueciendo a la población.

 

Por Agustín Etchebarne

 

Es habitual que organizaciones o incluso grandes personalidades sostengan que el sistema capitalista opera en favor de los más ricos y acrecienta la desigualdad. Muhammad Yunus (Premio Nobel de la paz en 2006), por ejemplo, sostiene que “la riqueza actúa como un imán; y el imán más grande atrae de forma natural a los más pequeños. Así, las fuerzas unidireccionales concentran la riqueza, haciendo que haya menos ricos y más pobres. Esto lleva a que la gente envidie a las personas ricas, transformándose en una bomba de tiempo que destruirá todo cuanto hemos creado”.

De este modo justifican la violencia y critican al sistema que más éxito ha tenido para sacar a la gente de la pobreza. Como explica la economista Deidre McCloskey, “no es cierto que durante la era de la innovación los pobres se han vuelto más pobres. Por el contrario, los pobres han sido los mayores beneficiarios del capitalismo moderno. Esta es una verdad histórica irrefutable, oscurecida por la realidad lógica de que, en un principio, las ganancias de la innovación van a los burgueses ricos”.

Sin dudas, personas como Bill Gates se beneficiaron del sistema. Su riqueza está valuada en cerca de USD 119.300 millones. Sin embargo, mucha gente no comprende por qué es tan rico. Básicamente porque resolvió un problema que ni siquiera sabíamos que teníamos. Siendo muy joven, se dio cuenta de que las computadoras eran difíciles de utilizar, solo ingenieros o especialistas con años de entrenamiento podían hacerlo, y creó un sistema operativo extraordinario que permitió que un público masivo, sin entrenamiento, pueda utilizarlas sin problemas. Hoy miles de millones de personas nos beneficiamos usando Windows y Microsoft Office. Los trabajadores de Microsoft también se beneficiaron, cobrando un sueldo promedio de USD 160.956 anuales. El que menos gana cobra USD 78.021 y muchos gerentes son millonarios. Es cierto que inicialmente aumentó la desigualdad entre Bill Gates y el resto, pero esto no perjudicó a nadie y benefició a muchos. También hay otro grupo que se favoreció mucho: personas que, sin ser genios creativos, supieron reconocer el valor para la sociedad que creaba su empresa y compraron acciones (“shares”) de Microsoft para “compartir” una parte de ese éxito. No son pocos: el 55% de los americanos poseen acciones. Con ese dinero, las empresas pueden invertir en mejorar sus productos para vender más, lo que, a su vez, hace que suban los precios de las acciones enriqueciendo a los accionistas minoritarios.

 

Pobreza extrema

La innovación y los avances tecnológicos florecen en los países donde hay libertades y se respeta el derecho de propiedad, y de este modo aumentan la productividad y los salarios, enriqueciendo a la población. Además, es allí donde hay mayor movilidad social y los pobres salen más rápido de la pobreza y los pocos que permanecen relativamente más pobres tienen ingresos once veces superiores a los pobres de los países menos libres. Esto se puede comprobar comparando la población de menores ingresos de los países que están en el primer cuartil con mayores libertades contra los del último cuartil, en el índice de Libertades Económicas de la Fundación Heritage.

Quienes utilizan el argumento de la desigualdad también alegan que ha aumentado la distancia entre países desarrollados y los subdesarrollados. Lo cierto es que los países con mayores libertades generaron una innovación que, en efecto, al inicio los separó del resto. En 1800 el 89,7% de la población mundial vivía en la extrema pobreza. Para 1979, más de la mitad había logrado salir de ese aciago estado, mientras el 48,1% se mantenía allí. En el gráfico de distribución mundial del ingreso de Gapminder podemos ver dos jorobas, donde los países libres tenían una mediana de ingresos cercana a los 10 dólares por día mientras los países menos libres mantenían a la mayoría de su población en menos de 1 dólar por día. En ese año, el ingreso del trabajador norteamericano promedio era 33,6 veces superior al del chino promedio.

Está demostrado ampliamente que los impuestos progresivos, al ser excesivos, matan el crecimiento y la innovación, produciendo el éxodo de las personas más creativas y productivas que buscarán mejores horizontes

En las últimas cuatro décadas, sin embargo, se comprobó que, en una segunda etapa, el crecimiento se expandió por todos los países que se abrieron al comercio internacional e introdujeron instituciones que garantizan el respeto a la propiedad privada, reduciendo la desigualdad. Así en el gráfico de distribución del ingreso podemos ver que para 2019, solo el 10% de la población mundial estaba todavía en la pobreza extrema, y ya no hay dos jorobas, sino una sola, una distribución “normal”. Y la brecha entre el trabajador promedio de EEUU y de China, se redujo notablemente, a 3,3 veces (USD 58.700 vs USD 17.100).

Para colmo, está demostrado ampliamente que los impuestos progresivos, al ser excesivos, matan el crecimiento y la innovación, produciendo el éxodo de las personas más creativas y productivas que buscarán mejores horizontes. Argentina es un patético ejemplo de esto último. Se nos fueron 7 de los 8 empresarios jóvenes que crearon unicornios.

En lugar de envidiar a Bill Gates o a Marcos Galperin, tenemos que admirar su genio creativo y aplaudir su tesón y capacidad de organizar esfuerzos productivos, con lo que crean riqueza favoreciendo las oportunidades para todos y sin empobrecer a nadie. De hecho, este año, como muchas otras personas, estuve muy agradecido de poder usar una computadora para continuar con mi trabajo desde casa en medio de la pandemia.

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