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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

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En Entre Ríos, el recurso hídrico es tierra de nadie

En Entre Ríos, el recurso hídrico es tierra de nadie

      


Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

 

Todos los 22 de marzo Naciones Unidas dedica la jornada para fortalecer la conciencia sobre la necesidad de cuidar el recurso hídrico, teniendo en cuenta que el agua es el primer alimento de las personas y es un elemento indispensable para la higiene y la salud.

Entre Ríos es la provincia del país que más cursos de aguas superficiales posee, con más de siete mil ríos y arroyos, que no dependen del milagro de la lluvia para que corran sus torrentes.

Pareciera que la abundancia llevó al desprecio, a la desvalorización y por eso se padece –por ejemplo- el flagelo de la sequía en materia de producción agropecuaria.

El riego colectivo, como es en la zona de Cuyo, es un proyecto demorado en Entre Ríos y si bien en el Norte provincial han comenzado a realizar las primeras experiencias, se trata de una práctica demasiado incipiente y todavía no está socializada para todo el mundo.

Otro dato elocuente: la provincia posee 263 poblaciones urbanizadas, pero tan solo doce extraen el agua dulce para potabilizar de los cursos superficiales; el resto (casi 250 poblados) lo hacen con bombas sumergidas.

Falta una Ley Integral sobre el Agua. Mientras tanto el agua para el consumo humano y para satisfacer las demandas en las necesidades sanitarias dependen más de un milagro porque se privilegia el agua para la producción de energía, para la producción agropecuaria, para el funcionamiento de la industrial, para la explotación turísticas y termal y de recreación: es decir, en materia hídrica la provincia es tierra de nadie.

El desmanejo es muy evidente, de la misma manera que es evidente la ausencia de iniciativas en términos generacionales que la legislatura entrerriana viene exponiendo desde hace muchos períodos de sesiones ordinarias y extraordinarias. Pareciera que para cuidar y preservar el bien (recurso) del agua (como manda la Constitución entrerriana) a los legisladores “no se les cae ninguna idea” o en todo caso, se le suben demasiado los intereses sectoriales para que el recurso hídrico siga siendo tierra de nadie.

Un ejemplo será suficiente y se cita uno que la “dirigencia política” conoce muy bien, pero decide no hacer nada: el área de Minería autoriza extraer arena del cauce de un arroyo; a su vez Hidráulica advierte que, si se profundiza el arroyo, aumentará la velocidad del agua y producirá erosión. La Secretaría de Ambiente autoriza la deposición final del efluente de una fábrica a ese arroyo; y aguas abajo, Obras Sanitarias autoriza la toma de ese arroyo para el agua de un pueblo. Son áreas del Estado que tienen distintas funciones, pero todas tratan sobre el agua y ninguna sabe lo que está haciendo la otra.

La propia nominación de la Dirección de Hidráulica (cuarta categoría en el Estado) es otro ejemplo de la inexistente prioridad que se le asigna a este bien que es colectivo e indispensable para la vida.

Si el siglo XX será recordado por haber potenciado el petróleo (el llamado oro negro), el XXI será signado por el agua potable (el oro azul). Pero, parece que en una provincia llamada Entre Ríos, su dirigencia política y empresarial como productiva, todavía no se anotició que el cambio climático es hoy y que urge darle sustentabilidad al vital elemento si realmente se quiere tener un mejor futuro.

Pronunciar Entre Ríos es saber que desde el nombre ya se denota una intensa como fuerte presencia de cauces hídricos.

Estos ríos han demarcado la geografía y son un factor clave e influyente para determinar su economía, pero fundamentalmente la identidad y la cultura de los pueblos.

Los dos ríos más importantes, el Paraná y el Uruguay, cobijan en sus márgenes a las localidades más grandes del territorio, pero además son dueños de subsistemas hídricos y pendientes (la del Paraná, la del Uruguay, la del Gualeguay y la del Delta) y en total confluyen más de siete mil ríos, riachos y arroyos, sin tener en cuenta los cauces secos que se tornan en corrientes de agua cuando las precipitaciones son abundantes.

En este contexto geográfico, siempre la sequía hace estragos. Imperturbable, la falta de agua se hace señora de la muerte y afecta a las personas, a los animales y a los cultivos. Mientras tanto, siete mil cursos de agua bajan constantemente en busca del mar sin poder ser aprovechados en todo su potencial.

La solución se impone: una ley de agua, que permita no sólo consolidar lo que se empezó en el Norte entrerriano con el riego colectivo, sino aprovechar integralmente mejor el “oro azul” que tanto merecen los entrerrianos que hacen de esta tierra “el mejor verde” del país.

 

Valorar el agua

 

Es paradójico, pero mientras se sostiene como un derecho humano básico el acceso seguro y suficiente del agua potable, en Entre Ríos se carece de un organismo que lo administre, lo norme y lo regule.

Tomar conciencia es el imperativo de la época. Porque el sólo hecho de que las personas en situación de pobreza sean las que tienen más probabilidades de caer enfermas, y que la mala salud perpetúe esa pobreza, deja al descubierto uno de los círculos viciosos que obstaculiza el desarrollo económico y social: la falta de acceso al agua.

No basta con extraer el agua de la naturaleza para usarla en la agricultura, la industria y la vida diaria, porque se requiere antes tomar en cuenta las necesidades de la naturaleza. Es obvio, pero hay que decirlo: los animales y las plantas, los paisajes y los humedales también necesitan agua dulce y limpia.

Es indispensable que se adopten medidas de respeto a la base del recurso agua, porque del agua depende nada menos que la propia vida. Ha llegado la hora de aprender de las milenarias culturas de los pueblos originarios, que consideraban a la tierra y al agua como dos opuestos, pero no contradictorios sino complementarios.

El otro aspecto relevante es implementar una política de corto, mediano y largo plazo para jerarquizar las cuencas hídricas en la provincia. Para ello es indispensable actualizar a través de un relevamiento la información integral vinculada con el agua.

Se necesita una especie de Diagnóstico o Línea Base Ambiental de las Cuencas que existen en la provincia. En esta región, la que comprende al río Gualeguaychú, para exponer un ejemplo.

Sin ese diagnóstico no habrá información confiable para proyectar la provincia en términos generacionales. Se trata de un estudio que tiene que constituirse en un documento de permanente y continua actualización; porque debe estar destinado a brindar una extensa como específica información que permita potenciar los llamados polos de desarrollo productivos, de servicios y de obras, además de advertir iniciativas para nuevas legislaciones que tiendan a fortalecer las posibilidades para acceder a una mejor calidad de vida.

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