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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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El caso Villar-Seguí: Crónica de un crimen

El caso Villar-Seguí:  Crónica de un crimen

El silencio de la tarde se quiebra por dos estampidos de arma de fuego. Tras un instante de confusión, desde el suelo, un par de balas silban cortando el aire. Cuatro fogonazos más y la balacera inundan la bocacalle de San Martín y 3 de


Por Hugo Daroca

 

Febrero. Resuenan en la vereda los pasos de José María Villar que huyen rumbo a Plaza Independencia. «¡Parate, cobarde, que has herido a mi patrón!», disparan desde lejos. En la oscuridad de una esquina yace agonizando el Dr. Claudio Rufino Seguí.

El 13 de junio de 1897, el hijo menor del autor de la proclama urquicista del 1ro de mayo, ese que Juan Francisco Seguí no llegaría a conocer, era asesinado por un primo suyo. Con su muerte, el pueblo de Gualeguaychú asistía a un acto más de una obra que llevaba varios años desarrollándose bajo el amparo del que décadas antes había sido un héroe en la defensa de la ciudad contra la invasión de López Jordán, el teniente coronel Reynaldo Villar.[1]

 

 

Primera parte (DE TRES)

El hecho

La noche del viernes 6 de enero de 1893 está llegando a su fin. A la salida del Teatro Primero de Mayo,[2] las miradas del periodista Sixto Doroteo Neyra y el jefe político de Gualeguaychú, Protasio Méndez Casariego, se cruzan por última vez.

Algo dice quien poco después encontrará la muerte de un disparo, alguna expresión, algún gesto que impulsa la mano de Neyra hacia su revólver. Hay algún cruce de palabras, quizás un pedido de explicación por parte del jefe político ante la constante prédica en su contra que el periodista hace desde las páginas de El Independiente, quizás un insulto, quizás nada. «Como es natural en estos casos, se hacen tantos comentarios á cual mas exagerado», declarará un periódico unos días después.[3]

Lo cierto es que una detonación de Remington provoca la reacción de quienes salen del teatro y de parroquianos que se encuentran en el Café Independencia.[4] En la vereda del local donde funciona la escribanía de Asisclo Méndez, se queja, malherido y tendido en el suelo, Protasio Méndez Casariego, quien afirma haber sido atacado por Sixto Neyra. Entre las ropas del herido todavía están intactas las seis cápsulas de su revólver.

Evidentemente, algo cambió desde aquel enero de 1891 en que Méndez Casariego dejara de ser el jefe político interino de Gualeguaychú[5] para asumir el cargo en forma efectiva, y desde Los Principios anunciaran: «Muy bien recibida, y más aplaudida ha sido la noticia de este nombramiento, por todos los vecinos de esta localidad, nacionales, extranjeros y hasta de los adversarios políticos ò de oposición».[6] [Cursivas mías]

Quienes se acercaron al lugar del incidente tras las detonaciones, trasladan a Protasio sobre un catre hasta la casa de su hermano, el comisario de órdenes Honoré Méndez Casariego, en Rivadavia e Independencia,[7] donde los médicos Raffo, Goyri, Seguí y Blanco, le practican las primeras curaciones y lo dejan en reposo con pronóstico reservado.

Cuando Sixto Neyra es arrestado, aún tiene consigo el arma con el que disparó minutos antes. Su amigo Pedro Maupe, quien fue testigo del encuentro con Protasio, también es detenido y presta declaración antes de quedar en libertad. El fiscal Battilana, sin demoras, inicia un sumario y comienza una investigación que es seguida por el juez de feria, el Dr. Galbraith.

El sábado a primera hora, los médicos Chávez, Goyri, Raffo y Seguí extraen el proyectil del cuerpo del herido. «El Sr. Méndez, está fuera de peligro»,[8] dice, optimista, una página periodística. Sin embargo, la práctica apenas servirá para darle unos días de gracia a la vida que abandona a Protasio Méndez Casariego.

Después de 24 horas de incomunicación, la mañana del domingo 8 de enero, el detenido Sixto Neyra comienza a recibir la visita de familiares y amigos que se acercan a la cárcel del pueblo a darle su apoyo. El periódico El Independiente se hará eco de esto y, quizás exagerando, comentará: «son numerosísimas las personas que de distintas esferas sociales han concurrido a visitarlo y ofrecérsele. Habían [sic] momentos el día jueves, en que estaban agolpados mas de cincuenta personas». Además, el medio local aplaudirá los incontables abrazos que llegan a la celda del detenido en forma de cartas y telegramas provenientes de distintos puntos del país, «lenitivos para el alma afligida en las horas del infortunio ó las crueldades del destino».[9]

Durante los días siguientes, correrán por todo el pueblo infinidad de rumores acerca de qué fue lo que sucedió esa noche de viernes en que un periodista decidió disparar contra el jefe político: que Méndez Casariego increpó a Neyra «como hombre, no como empleado público»[10] y le exigió explicaciones de sus continuos ataques desde las páginas de El Independiente; que el periodista atacó verbalmente al jefe político y éste respondió con un bastonazo que nadie vio; que «prodújose un cambio de palabras entre los señores Jefe de Policía Protasio M. Casariego y Sisto D. Neyra, trabándose inmediatamente en riña de la que resultó herido gravemente de bala el primero, y el segundo roto el cráneo y contuso las manos y varias partes del cuerpo».[11] Lo cierto es que hubo un intercambio verbal y Neyra tiró con su Remington a quemarropa, hiriendo gravemente en un costado a Méndez Casariego.

Por el lugar y la forma en que recibió el disparo, desde El Noticiero y, de acuerdo con él, El Centinela, afirman que es imposible que la víctima hubiera llegado a utilizar su bastón para golpear al atacante,[12] tampoco hacer uso del revólver que llevaba en la cintura, ni del estoque.[13]

La madrugada del miércoles 11 de enero, finalmente, a la 1:30, Protasio Méndez Casariego deja de respirar. «[Muere joven dejando un hogar desolado con una inmensa familia que hoy viste luto»,[14] se lamentan desde un periódico. «Todos saben el desgraciado incidente que ha traído tan fatales consecuencias! No valía la pena de sacrificio alguno, y sin embargo hoy uno desaparece de la vida y el otro se halla sumido en una celda».

Miércoles de banderas a media asta en señal de duelo en las oficinas públicas.[15] Desde la casa del fallecido parte un cortejo fúnebre llevando a pulso el ataúd cubierto con la insignia argentina, seguido por dos carruajes con coronas enviadas por las familias más renombrabas de la zona, un piquete de seguridad de treinta hombres al mando del subteniente García y la banda de música militar. A las 17:30, en el cementerio del norte, resuenan las sentidas palabras del diputado provincial Policarpo de la Cruz; las de Pastor Britos, su gran amigo, no pasan de la garganta, ahogadas por la emoción.

El féretro es depositado en el panteón en el que se encuentran los restos del Dr. Clavarino. Tras una descarga del piquete, los ancianos, jóvenes y niños que han asistido a la ceremonia comprenden que todo ha terminado, y emprenden el regreso a sus hogares, dándole fin a una historia que desde hace tiempo se desarrolla ante los ojos del público de Gualeguaychú.[16]

 

Suspensión del comisario de órdenes

Un día después del fallecimiento de Protasio Méndez Casariego, el jueves 12 de enero, los habitantes del pueblo amanecen con una nueva noticia en torno al caso:

 

Se nos asegura á última hora que don Honoré Méndez Casariego que desempeñaba, como se sabe, el puesto de Comisario de Órdenes acaba de ser suspendido por el Coronel Blanco, actual Jefe de Policía, y que el doctor Calderón autorizado en forma por el señor Sisto D. Neyra, ha iniciado querella criminal, con los recaudos del caso, contra dicho funcionario.[17]

 

El periodista, según sus dichos, ha sido torturado por la policía tras ser detenido por el asesinato del hermano del comisario de órdenes. Mientras el pueblo acompañaba el cajón del muerto hasta el cementerio, Neyra solicitó a Calderón ?su representante? querellar contra Honoré Méndez Casariego. «Mil voces repiten que el señor Sisto D. Neyra hoy preso en la cárcel pública, ha sido bárbaramente torturado en la madrugada de la noche misma del desgraciado suceso»,[18] se denuncia desde El Independiente. «Primero ha sido azotado en la policía y después puesto en cepo colombiano en una celda de la correccional».[19]

Para el periódico, es indudable que empleados de la policía, con Honoré Méndez Casariego a la cabeza, han torturado al detenido en venganza por el ataque a su jefe: «¡Ahí está la víctima que enseña sobre su cuerpo las huellas marcadas de la bárbara torturación!».[20] Según los colegas del reo, cientos de personas de distintos estratos sociales han ido a verlo al periodista a su celda y constatar las marcas de los golpes, atestiguar el sufrimiento de «[u]n hombre que por desgracias de la vida cae bajo la acción de la justicia».[21]

En el sumario que se levanta contra Honoré, sus declaraciones ofrecen una versión de los hechos un tanto distinta a la del periodista: «el Sr. comisario de órdenes declaró que le aplicó un empujón en su despacho, habiéndolo encontrado momentos después del suceso sentado en la silla de su escritorio con el sombrero puesto y luego un bastonazo por haberle contestado á unas palabras que le ha dirigido».[22] Según el ex comisario de órdenes, Neyra culpó al herido ?Protasio Méndez Casariego? de ser el verdadero criminal de la jornada, «por haber salido á matarle á palos»,[23] y esa injuria provocó una reacción instintiva contra el asesino de su hermano.

 

el independiente

Durante los meses siguientes, el periódico El Independiente se encargará de defender la figura de su periodista ante los ojos lectores de la ciudad de Gualeguaychú. Los compañeros del asesino de Méndez Casariego se abocarán a resaltar la injusticia del encierro de un personaje tan honorable, comentando sobre las numerosas y distinguidas visitas que recibe diariamente en su celda.

El 8 de marzo, desde el título “Nuestro amigo Neyra”,[24] pregona: «Tenemos el placer de anunciar que la causa de este amigo se halla á punto de terminar, debiendo salir en libertad de un momento á otro, con su inocencia bien comprobada», y denuncia: «Ya lo hemos dicho, lo que vino á demorar esta causa, y por consiguiente á prolongar los procedimientos [sic] del señor Neyra, ha sido una declaración incompleta, prestada por una persona que pudo haber impedido todo». El caso es seguido de cerca por El Independiente, debido al interés que tiene en torno a la liberación de una de sus principales voces.

De salida bisemanal, el periódico comienza a publicar en forma asidua números desde los cuales mantener el interés de la población sobre el tema y limpiar la imagen de Neyra. «Ayer viernes se notificó el defensor del señor Neyra, doctor Ramón Calderón la resolución del juez de 1.ª Instancia no haciendo lugar al sobreseimiento solicitado por el Fiscal doctor Battilana»,[25] anuncia a mediados de marzo, impaciente por que el Superior Tribunal conduzca los autos a buen término, «resolviendo antes la escarcelación que va á solicitarse inmediatamente».[26]

La liberación de Sixto Neyra y la purificación de su figura resultan de extrema necesidad para el periódico “político, literario, comercial y noticioso” ?como le gusta describirse a El Independiente–, no solo por tratarse de una de sus plumas principales, sino también, por ser un referente del medio ante la sociedad de Gualeguaychú. Limpia la imagen del periodista, limpia la imagen del impreso.

Administrado y dirigido por L. A. Galindo, detrás de la publicación gravitan nombres de gran peso político y social en la región. Desde hace años, la familia Villar Casacuberta maneja medios periodísticos desde los que poder defender aquellas causas que consideran favorables a sus negocios ?al mismo tiempo que El Independiente, publican La Reacción (su “hermano menor”, según la prensa contraria)[27] y, previo a ambos, El Guardia Nacional (fundado y dirigido por Juan A. Casacuberta, cuñado político del coronel Reynaldo Villar)?.

Desde las páginas de un medio es posible apoyar o atacar a quien sea necesario, publicar a favor o en contra de quien se quiera encumbrar o destruir, proteger o denunciar a propio gusto. Así, por ejemplo, en octubre de 1892 ?apenas dos meses antes del asesinato de Méndez Casariego?, en El Independiente se denunció:

 

SUELTOS

Tomamos de la Memoria de la Policía

Personal de la misma, don Protasio Méndez Casariego, Jefe de Policía.

Secretario – don Agustín Palma, su primo hermano.

Oficial 2o – don Pedro M. Obispo, su primo hermano.

Médico de Policía, hoy su hermano político – Dr. Claudio Seguí.

Comisario de Ordenes – don Honoré M. Casariego – su hermano.

Comisario de sección – don Vicente Rodríguez, primo.

Don Adolfo Gabito – primo, quedando dos ó tres empleados solamente que no pertenecen á la familia; y esto sin contar los demás parientes que se encuentran desparramados en las Oficinas, Escribanías públicas, Receptoría, Tribunal, etc., etc.

Ahora dígasenos, si en Gualeguaychú gobierna ó nó una oligarquía de familia.

De todo esto, dejamos los comentarios al lector. [Cursivas mías]

 

Tres meses después del asesinato de Protasio Méndez Casariego, finalmente, su agresor es puesto en libertad «por órden superior».[28] Así se cierra un capítulo de una serie de hechos que tuvieron al coronel Villar como protagonista, digitando los hilos de las circunstancias detrás del telón.

 

 

[1] Apenas unos meses antes, ambos, tío y sobrino, Reynaldo y Claudio, habían sido parte de la fundación de la Sociedad Rural Gualeguaychú. Los Principios (1897). Año IX, nro. 992, pág. 2, cols. 1 y 2, domingo 10 de enero, Gualeguaychú.

[2] Calle Urquiza, frente a la Plaza Independencia ?hoy plaza San Martín?.

[3] El Centinela (1893). Año V, nro. 464, pág. 1, col. 1 y 2, lunes 9 de enero, Gualeguaychú.

[4] Ubicado en Urquiza entre 3 de Febrero y Mitre ?entonces: Comercio?.

[5] Por un viaje del jefe político local, el señor Sebastián Rosso, a Paraná, en junio de 1890, Protasio Méndez Casariego fue nombrado jefe político interino del Departamento de Gualeguaychú. En enero del año siguiente, por decreto, Méndez Casariego pasó a ocupar el lugar de Rosso.

[6] Los Principios (1891). Enero, Gualeguaychú.

[7] Actual Sáenz Peña.

[8] El Centinela (1893). Año V, nro. 464, pág. 1, cols. 1 y 2, lunes 9 de enero, Gualeguaychú.

[9] El Independiente (1893). Año II, nro. 70, pág.2, col. 4, 8 de marzo, Gualeguaychú.

[10] El Centinela (1893). Año V, nro. 464, pág. 1, cols. 1 y 2, lunes 9 de enero, Gualeguaychú.

[11] El Independiente (1893). Año II, 9 de enero, Gualeguaychú.

[12] El Centinela (1893). Año V, nro. 464, pág. 1, cols. 1 y 2, lunes 9 de enero, Gualeguaychú.

[13] Por esa época eran comunes los llamados bastones estoque, piezas que en su interior escondían una espada o un puñal para defensa personal. Ya desde el siglo XVIII, los bastones estoque se incorporaron como complemento de la indumentaria.

[14] El Independiente (1893). Año II, nro. 56, pág. 2, cols. 1 y 2, miércoles 11 de enero, Gualeguaychú.

[15] Según lo decretaran, desde el Gobierno provincial, salvador Maciá y Francisco Gigena. El Centinela (1893). Año V, nro. 465, pág. 1, 12 de enero, Gualeguaychú.

[16] El Centinela (1893). Año V, nro. 465, pág. 1, col. 4, 12 de enero, Gualeguaychú.

[17] El Independiente (1893). Año II, nro.57, pág. 2, col. 1, 14 de enero, Gualeguaychú.

[18] El Independiente (1893). Año II, nro. 57, pág. 1, cols. 1 y 2, 14 de enero, Gualeguaychú.

[19] Ídem.

[20] Ídem.

[21] Ídem.

[22] El Centinela (1893). Año V, nro. 465, pág. 2, col. 3, 12 de enero, Gualeguaychú.

[23] Ídem.

[24] El Independiente (1893). Año II, nro. 70, pág. 2, 8 de marzo, Gualeguaychú.

[25] El Independiente (1893). Año II, nro. 71, pág. 2, 11 de marzo, Gualeguaychú.

[26] Ídem.

[27] Los Principios (1893). Año V, nro. 530, pág. 2, 12 de mayo, Gualeguaychú.

[28] Los Principios (1893). Año V, nro. 524, pág. 2, 21 de abril, Gualeguaychú.

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