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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

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La deuda ambiental y climática que pagarán las generaciones futuras

La deuda ambiental y climática que pagarán las generaciones futuras

En la próxima Cumbre sobre Cambio Climático, Argentina tendrá la oportunidad de presentar metas ambiciosas en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.


Por Bruno Giambelluca

 

La Tierra está sufriendo un nivel de destrucción inédito a ritmos alarmantes. La crisis climática propicia y acelera los fenómenos meteorológicos extremos que hemos experimentado en los últimos años, como huracanes, tifones, inundaciones y sequías.

A pesar de los compromisos adquiridos por los gobiernos del mundo en el Acuerdo de París en 2015, sus políticas de Estado, principalmente de los países que más gases de efecto invernadero emiten, como Estados Unidos y China, están lejos de apostar a un verdadero cambio sistémico que contribuya a la reducción de emisiones.

Cuando se celebra el Día de la Tierra, una fecha que sirve como recordatorio de que nuestro planeta requiere de una protección urgente. Hay múltiples evidencias científicas que demuestran que, si seguimos destruyendo ecosistemas vitales, estaríamos propiciando futuras pandemias.

Estimaciones científicas levantan la voz de alarma sobre el futuro de nuestro planeta, en caso de que no se tomen las medidas necesarias para combatir esta crisis. El Ártico podría estar libre de hielo marino durante el verano para 2035. El derretimiento del hielo polar causado por temperaturas más cálidas tiene enormes efectos dominó. No solo amenaza el hábitat de especies, sino que también hace que el nivel del mar aumente y amenace a ciudades y comunidades costeras.

Esta semana tendrá lugar una cumbre virtual, con motivo de la efeméride, que organizó el presidente de los Estados Unidos Joe Biden y en la que el presidente Alberto Fernández participará. El mandatario tiene una oportunidad única de comprometerse a abandonar el carbón para 2030, y el petróleo y el gas para mitad de siglo; acelerar la transición hacia las energías renovables y la eficiencia energética; frenar la destrucción de bosques y humedales; detener la expansión petrolera offshore en el Mar Argentino y dejar de invertir en soluciones falsas como la industria nuclear.

Argentina aún tiene un largo camino que recorrer en esa línea. Del total de la demanda global de energía del país, aproximadamente un 12% corresponde a renovables (energía solar y eólica). El año pasado, a pesar de las restricciones impuestas por la pandemia de COVID-19, se perdieron 114.000 hectáreas de bosque nativo en el norte del país. A su vez, los incendios continúan arrasando ecosistemas vitales. En 2020, se perdieron más de un millón de hectáreas en todo el país, una parte de ellas abarcaba bosques nativos y humedales de importante valor ecosistémico. Y en los primeros meses de este año más de 30.000 hectáreas de bosques fueron arrasadas por el fuego en Rio Negro y Chubut.

Por ello, es de vital importancia que Argentina presente metas ambiciosas en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

La última presentación de la contribución determinada a nivel nacional (NDC) realizada por el gobierno argentino a finales del año pasado no va en línea con el límite de 1,5°C ni con la emergencia climática que enfrenta el planeta. No cuenta con un plan de acción y las metas sectoriales aún no han sido publicadas. No hay compromisos concretos de reducción por parte de la industria de los combustibles fósiles y la agroindustria, los principales sectores que movilizan las emisiones a nivel país. Tampoco hay metas de deforestación cero o de protección de áreas marítimas.

A su vez, nuestro país continúa sosteniendo una matriz energética fuertemente dependiente del gas, cuando es uno de los países con mayor potencial para generar energías limpias.

Es el momento para que los gobiernos del mundo revean sus políticas y planes de desarrollo. Deben avanzar con medidas que contemplen los aspectos sociales, ambientales y climáticos. Y en este debate, Argentina debe tener un rol activo.

 

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