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Opinión

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En tiempos de Covid-19: estar unidos de corazón y de espíritu

En tiempos de Covid-19: estar unidos de corazón y de espíritu

Por Waldemar Oscar von Hof (*)


La génesis y el origen de la iglesia es fundamentalmente comunitario, también lo es en su concepción hoy todavía. Cuando el evangelista San Lucas cuenta, en el libro de los Hechos, las características de la primera comunidad, dice lo siguiente: “Todos los creyentes estaban unidos de corazón y de espíritu. Consideraban que sus posesiones no eran propias, así que compartían todo lo que tenían”. (Libro de los hechos de los apóstoles capítulo 4 :32). Hoy en algunas comunidades cristianas se trata de vivir este “compartir todo”, pero en gran medida este espíritu de los inicios ha quedado relegado solamente a las homilías y a las predicaciones.

En las discusiones sobre las restricciones y, las medidas que deben ser tomadas para contrarrestar el flagelo del Covid, uno de los argumentos que se esgrimen para apelar, y muchas veces no cumplirlas, tanto en Europa como por nuestros pagos, es el derecho a la libertad. “Libertad era un asunto, mal manejado por tres” cantaba Piero, cuando nuestras libertades fueron cercenadas y no hubo posibilidad de discutir.

Contraponer estas dos posiciones puede llegar a ser interesante para poner todo en su justa medida.

Hablemos primero de la libertad. La repetimos tres veces en nuestro Himno y es un sustantivo muy caro a nuestros sentimientos. Nuestros abuelos, los soldados de la patria, han dado la vida por ella, como también los que han luchado en las distintas revoluciones de las independencias. Estamos hablando de libertad política, la de no dejarse subyugar como país, por otro que detenta el poder.

Pero también está la libertad individual, que ha sido muy ponderada y sobrevalorada en los últimos años. Se habla de la libertad de tránsito, de circulación, de opinión y de voces. Y esto está bien y es muy necesario que exista.  Claro que la libertad individual está ligada a los derechos de cada uno, a los humanos, a la salud, a la vivienda y a la vida propiamente dicha.

Hegel, en su Fenomenología del Espíritu, que debo confesar no lo he leído completamente, sino más bien extractos y resúmenes, plantea que a la libertad individual se le antepone el estado, que hace de regulador socio político y por otra parte la moral y la ética, que son los aspectos de la filosofía que ordenan las libertades objetivas. La libertad es posible siempre en un contexto, en relaciones, en sociedad, si no, es un desangrarse que no tiene fin.

La pregunta es donde termina mi libertad y donde comienza la libertad del otro. Esta pregunta puede ser rápidamente contestada con el concepto del derecho, mis derechos terminan donde comienzan los derechos del otro. Y es allí donde encontramos los límites. No todo puede justificarse y ser sacrificado en el altar de la libertad. Porque es allí donde caemos en el libertinaje. No puedo reclamar mi derecho y mi libertad a hacer una fiesta multitudinaria, cuando está en juego el derecho a la salud y, a veces a la vida, del otro, en estos tiempos de pandemia.

Me llama mucho la atención que en nuestra sociedad y en el mundo estamos luchando por sobrevivir con propuestas que son individualistas. Tenemos un presidente que se pone solo, frente a la pantalla, y declara los DNU con un absolutismo individual, apelando al confinamiento en aras del cuidado de la salud de la población. Por otra parte, una sociedad, con líderes y grupos que se oponen a los planteamientos, demandando la libertad individual.  Incluso comenzamos con una escalada de judicialización de la escolaridad.

Seguramente desde uno y desde el otro lado cada uno tienen sus razones que pueden ser validas o pueden ser discutidas. Estamos viendo una escalada de oposición entre el individuo y la sociedad. Pareciera que se contraponen las propuestas individuales a las comunitarias y nos olvidamos de que la libertad individual se termina cuando comienza la responsabilidad comunitaria, que una sociedad puede sobrevivir cuando hay un equilibrio entre las libertades, los derechos y las obligaciones.

No es el momento de apelar a las libertades individualistas. Creo que es el momento de afirmar que “nos salvamos entre todos o no se salva nadie”. Tal vez es el momento de rescatar esto de estar “unidos de corazón y de espíritu” y sentarnos a la mesa y dialogar. Poner en juego las herramientas que tiene nuestro estado, poner a trabajar en serio, junto a los “COES” que trabajan muy bien en el territorio, al Congreso Nacional, a los Congresos provinciales y a los Concejos Deliberantes, para que los decretos sean promulgados desde estas instancias, considerando todas las libertades y todos los derechos. Solamente de una amplia base, que discute a fondo las decisiones, podemos esperar promulgaciones que tengan en cuenta todas las libertades como también todos los derechos.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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