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Colaboraciones

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El Caso Villar-Seguí: crónica de un crimen en tres partes

El Caso Villar-Seguí: crónica de un crimen en tres partes

Por Hugo Daroca


Tercera parte

 

El hecho

La tarde del 13 de junio de 1897 es breve, cerca de las diecisiete, las sombras de la noche inundan las calles y los faroles apenas iluminan las veredas de Gualeguaychú.

Si se pudiera observar desde afuera a quienes a las 18:30 se encontrarán por última vez en una esquina, se vería que en las horas previas realizaron itinerarios que se cruzan no por casualidad, recorridos que abarcan apenas un radio de cuatro manzanas.

Promediando la tarde, el señor Claudio Rufino Seguí sale de su domicilio, ubicado en la esquina de Chile[i] y San Martín, acompañado por su peón, Pedro Ramírez. Con dirección este, recorre dos cuadras por esta última calle hasta llegar a Comercio.[ii] Allí, dobla hacia su izquierda, en dirección norte, y camina alrededor de dos cuadras hasta la casa del jefe de policía ?Marcos E. Funes?. En ese tramo, pasa frente al despacho de Mitjans y Guerra, también por la puerta de la casa de la viuda de Vicente Martínez Fontes.

El encuentro con el jefe de policía durará hasta cerca de las 18:15. De qué conversan Seguí y Funes es imposible saberlo, pero existen versiones de que el primero sabe de ciertas amenazas que lo acechan por el lado de los Villar Casacuberta.

Unas horas antes de que Claudio Rufino deje su casa para dirigirse al domicilio del jefe de policía, José María Villar cierra la puerta de la suya, ubicada en la esquina de Urquiza y Chile,[iii] para visitar a la viuda del juez Dr. Vicente Martínez Fontes y a su hija Petrona.

El itinerario que realiza Villar es, cuanto menos, extraño: si bien podría caminar dos cuadras en dirección este por Urquiza y luego doblar hacia su derecha en Comercio, y caminar una cuadra y media hasta la casa del fallecido juez, decide hacer otro camino.

De la puerta de su casa, avanza una cuadra por Chile con dirección sur, dobla hacia la izquierda en 25 de Mayo y camina otra cuadra en dirección este, gira hacia la derecha en 3 de Febrero y hace una cuadra hacia el sur, nuevamente dobla hacia la izquierda y recorre una cuadra por San Martín hasta la intersección con la calle Comercio, allí dobla otra vez hacia la izquierda y remonta media cuadra en dirección norte hasta la casa de Martínez Fontes.

Dos días después declarará que permaneció en ese domicilio hasta las 17:30, por lo que se encontraba a una cuadra del lugar donde Seguí y Funes conversaban. Al retirarse de allí, Villar se dirige hacia su casa. No hay forma de reconstruir el recorrido que realiza, aunque podría suponerse, por una economía de movimientos, que pasa frente al despacho del jefe de policía, caminando por Comercio hacia el norte, y dobla con dirección oeste en Urquiza.

Una vez en su domicilio, José María Villar decide volver a salir para ir al despacho de Mitjans y Guerra, ubicado en la esquina de calles San Martín y Comercio ?en la misma cuadra que la casa de la viuda de Martínez Fontes, donde ha estado momentos antes?.

Nuevo destino, casi idéntico recorrido: saliendo de su casa, camina por Chile una cuadra en dirección sur y dobla en 25 de Mayo hacia el este. Pero, esta vez, en la esquina del almacén de Rebagliatti, frente al Hotel del Comercio,[iv] José María se detiene a encender un cigarrillo y se encuentra con su hermano Leopoldo, quien viene caminando por la misma calle en dirección contraria.

Es alrededor de las 18 de una tarde de invierno, Villar espera y conversa en una esquina, tiene entre sus ropas un revólver.[v] Momentos después, él caminará hacia el sur por 3 de Febrero y Leopoldo volverá sobre sus pasos hacia el este por 25 de Mayo, para perderse al doblar la esquina en Comercio, hacia el sur.[vi]

Cerca de las 18:15, el señor Seguí se retira del despacho del jefe de policía y emprende el regreso. Hace una cuadra y media por calle Comercio con dirección sur, pasando frente a la casa de Martínez Fontes y el despacho de Mitjans y Guerra. Dobla hacia su derecha en San Martín con dirección oeste. Unos pasos detrás, a su izquierda, camina junto a él su peón, Pedro Ramírez. Qué inquietudes llevan, si conversan o si simplemente caminan en silencio, no es posible saberlo. Lo cierto es que Claudio Rufino Seguí volverá a su casa herido y al borde de la muerte.

Llegando a la esquina de San Martín y 3 de Febrero, Pedro Ramírez ve salir una sombra, oculta en la ochava noreste, no alcanza a ver el arma que trae José María Villar, tampoco el momento en que le apunta a Seguí, apenas escucha los dos disparos y ve cómo su patrón se desploma. Ahora sí, en la oscuridad identifica a Villar acercándose a su víctima para ultimarla y disparando sin acertarle. Desde el suelo, Seguí alcanza a sacar su revólver y, con el brazo casi inmóvil por la herida de bala, realiza dos tiros que silban a ras del piso. Recobrado de la sorpresa, Ramírez saca su arma y dispara contra Villar hasta agotar los cuatro proyectiles. Al ver que el atacante emprende la huida, toma el arma de Seguí, que agoniza en la vereda, y le tira, sin poder darle, al grito de: «¡Parate, cobarde, que has herido a mi patrón!».

 

Los testigos

Media hora antes del ataque, el jornalero de treinta y siete años Manuel González estaba en la zona. En la esquina del Hotel del Comercio vio parado a José María Villar. También vio a su hermano, Leopoldo, conversar con él un momento y caminar por 25 de Mayo para doblar en la esquina de calle Comercio hacia San Martín.

Momentos después, observó que José María dejaba la esquina del hotel para irse también en dirección hacia la calle San Martín ?«Como formando ronda de la manzana», dirá González en su declaración?. Unos instantes más tarde, escuchó dos disparos de arma de fuego que provenían de la bocacalle de 3 de Febrero y San Martín, corrió hacia el lugar y encontró a Claudio Seguí caído y herido en la vereda del mercado. También vio pasar a José María Villar disparando en retirada contra Pedro Ramírez, quien lo perseguía en dirección a la Plaza Independencia «haciendo fuego sobre este con el arma que traía en la mano».

Juan Giménez, que se encontraba junto a Manuel González en las puertas del corralón de la cochería de José Venturino ?25 de Mayo entre Comercio y 3 de Febrero?, también declaró haber visto a Villar parado en la esquina del almacén de Rebagliatti[vii] momentos antes de escuchar los disparos que hirieron a Seguí.

En el interior del almacén se encontraba Ángel Ferrari tomando un Bitter, quien al escuchar las detonaciones salió con su copa en la mano para ver de dónde provenían. Escuchó que alguien se quejaba, también escuchó el «cobarde, que se escapa» y vio a Villar huyendo en dirección a la plaza. Sin darle mayor importancia al asunto, se perdió en el interior del almacén nuevamente.

En la esquina de las calles Chile y San Martín estaba Manuel Bonando ?un dependiente de treinta años de edad?, cuando sintió los disparos que partían de la cuadra siguiente. Corrió hacia el lugar y vio herido en el suelo a Claudio Seguí, quien le manifestó que había sido atacado por José María Villar. Por su parte, José Venturino se encontraba en la fonda del mercado, tras escuchar los estampidos, salió y encontró a Seguí herido en la vereda.

Bonando y Venturino cargaron en brazos a la víctima de Villar y la llevaron hasta su domicilio, a una cuadra del ataque. Ya poco quedaba por hacer.

 

Las testimoniales

«En la ciudad de Gualeguaychú, a 15 días del mes de junio de 1897, en cumplimiento del auto que precede, se constituyó el juzgado en el domicilio de don José María Villar, quien se encontraba en cama herido de fuego»,[viii] con veintiocho años y una pierna perforada por un balazo, el hacendado se halla acorralado. Más adelante alegará que disparó contra Seguí y Ramírez en defensa propia, que ellos comenzaron la balacera, pero esa versión de los hechos no será creída por nadie: «debe rechazarse desde luego la hipótesis de que la persona que vestía las mencionadas ropas pudieran hallarse en posición de frente o de espalda con relación a la persona de la gente que disparara el proyectil», dirá el informe pericial al analizar los agujeros de bala encontrados en las prendas de Claudio Seguí ?atacado desde el flanco derecho, sin oportunidad de defenderse?.

Al día siguiente del tiroteo, el 14 de junio de 1897, en el despacho del juez Mir Márquez se halla un informe completo realizado por la policía, en el que se encuentran las declaraciones testimoniales de Manuel González, Juan Jiménez, Ángel Ferrari, Manuel Bonando y José Venturino. Según todos los testigos, no hay duda acerca de la mecánica del suceso: José María Villar atacó deliberadamente a Seguí, emboscándolo en la esquina de 3 de Febrero y San Martín, con su hermano Leopoldo como cómplice.

El 15 de junio, un día después, el juez solicita a la policía que se cite a Manuel González para una declaración indagatoria. Este es quien afirmó ver, momentos antes del crimen, a José María y a Leopoldo rondar la zona donde se produjo el tiroteo, como siguiendo los pasos de la víctima para encerrarlo. Pero Mir Márquez elige no preguntarle nada acerca de ese detalle declarado la noche del asesinato.

Junto a González había otro testigo: Juan Jiménez, quien podría corroborar lo de la supuesta ronda de los Villar a la caza de Seguí, ya que también describió en su declaración testimonial los movimientos sospechosos de los hermanos, momentos antes del ataque. Sin embargo, el juez Mir Márquez decide no convocarlo, omitir su testimonio, pasarlo por alto, favoreciendo al imputado con la exclusión de este testigo.[ix]

Incluso, deliberadamente, se abstiene de tomar en consideración lo declarado por González en sede policial y omite en el expediente cualquier sugerencia acerca de un posible complot entre José María y Leopoldo para asesinar a Claudio Rufino. Dejando solo al autor material involucrado en el hecho. Excluyendo a su hermano de la escena, todo probable vínculo con el clan Villar desaparece, se trata, apenas, de un enfrentamiento personal entre dos señores respetados.[x]

El mismo 15 de junio, en una indagatoria ante Mir Márquez y el fiscal Miguel Jaramillo, José María reconoce haberse encontrado con su hermano frente al Hotel Comercio momentos antes del enfrentamiento con Seguí. Aunque, en su versión, Leopoldo no participó de ninguna suerte de emboscada: luego de conversar con él, entró en el hotel para visitar a unos migrantes orientales.

Solo José María queda manchado por el asesinato de Seguí. Gracias a su declaración ?completamente distinta a la de González y Jiménez, dos testigos imparciales?, y con ayuda del propio juez Mir Márquez, Leopoldo regresa a su casa, continúa con su vida, junto a su familia, a su padre, al resto de sus hermanos, junto a Sixto Neyra y sus socios en los negocios.

Para el 1 de agosto, el juez de la causa ha cambiado, ahora es el Dr. Antonio Medina quien tiene en sus manos el asunto.

Detenido en su casa y acompañado por el procurador Sixto Neyra y su abogado Enrique Masón, José María Villar insiste en que su actitud fue una respuesta al ataque de Seguí, que su único error fue defenderse. Sin embargo, el juez, el agente fiscal ?Dr. Isaac Díaz Romero? y el secretario actuante ?Eduardo Gomensoro? tienen información clave sobre lo ocurrido, intuyen el motivo que pudo tener Villar para empuñar el revólver contra Seguí. Saben sobre el informe presentado por jefe de policía, Marcos Funes, la mañana del 14 de junio, ante el juez de primera instancia, acerca de un antecedente directo del enfrentamiento:

 

[…] el día 9 del corriente el doctor Claudio R. Seguí se presentó en la comisaría de órdenes e hizo la siguiente exposición. Que ha llegado a su conocimiento y hasta se asegura por pública voz que el joven José María Villar ha proferido contra él amenazas de muerte, llegando hasta rondar su domicilio con propósitos hostiles; que tienen conocimiento de este hecho los señores Gustavo [ilegible] y don Francisco Parma, entre otros que lo han escuchado a bordo de un vapor el día 6 del corriente. Que el hecho que denuncia es público y notorio. En salvaguarda de sus derechos viene a firmar la presente denuncia. C.R. Seguí. La policía desde que se hizo público un duelo que se intentó entre los señores Seguí y Villar había adoptado medidas de vigilancia respecto de estas personas, pareciendo en estos últimos momentos que no podría producirse un hecho sangriento como el de la noche de ayer.

 

Sabiendo esto, Villar se ve expuesto a una confrontación en la que ya no puede negar su intención de provocarle daño a Claudio Rufino.

 

PREGUNTADO en qué periódico de la localidad han visto la luz pública los antecedentes existentes entre el declarante y el doctor Seguí. responde que en “EL NOTICIERO” de la localidad. PREGUNTADO si el declarante lo había provocado a duelo al doctor Seguí antes del hecho, y si este aceptó o no dicho duelo. Responde que sí lo provocó, pero que el doctor Seguí no le aceptó, alegando por causa que los insultos que había proferido eran contra el padre del declarante y no contra el deponente. Preguntado si él confesamente ha proferido amenazas de muerte contra el doctor Seguí en público y días antes de ocurrir el hecho que ha motivado esta causa. responde que no ha proferido ninguna clase de amenazas […][xi]

 

Ante el juez, el agente fiscal y el secretario actuante, el procesado, el ejecutor de Seguí, José María Villar, reconoce la existencia de un enfrentamiento previo, que él retó a su futura víctima a duelo, pero no tuvo respuesta favorable, ya que con quien realmente tenía problemas Seguí era con su padre, Reynaldo.

 

El fin

 

El asunto Villar-Seguí

Resolución de la Suprema Corte

Comunican de Buenos Aires que la Suprema Corte acaba de resolver el recurso directo interpuesto por el representante del señor José M. Villar, en el proceso que se sigue por muerte de su primo hermano Dr. Claudio Seguí. La Corte por unanimidad y contra la opinión del procurador fiscal Dr. Botet, rechaza el recurso y declara bien denegada la apelación del superior tribunal de Entre Ríos.

Por tal resolución queda el reo, José M. Villar, hoy fugado en Europa, condenado á 6 años de presidio y al pago de unos 300.000 pesos en que se estiman las costas, daños y perjuicios.[xii] [Cursivas mías]

 

Cae el telón, ni aplausos ni silbidos, nada, apenas silencio sobre un caso que se pierde, que silba sobre el suelo como las balas de aquél 13 de junio y se estrella en el horizonte infinito del tiempo. Como todo lo relacionado a la camarilla dirigida por el héroe de la defensa de Gualeguaychú, por el señor, el don, el vecino, el dueño de jueces, fiscales y medios de prensa, el teniente coronel José María Reynaldo Villar.

 

[i] Actual Chalup. La casa se encontraba en el ángulo suroeste de la esquina.

[ii] Actual Mitre.

[iii] Ángulo sureste, haciendo cruz con la Plaza Independencia.

[iv] 25 de Mayo y 3 de Febrero.

[v] El arma con que finalmente Villar asesina a Seguí es un revólver calibre .450.

[vi] Es muy posible que haya visto a Claudio Seguí caminando junto a su peón.

[vii] Frente al Hotel Comercio.

[viii] Declaración testimonial de José María Villar.

[ix] Es común la frase “lo que no está en el expediente no está en el mundo”.

[x] Versión que para nada coincide con el informe redactado por el jefe de policía la noche misma del asesinato y que el propio juez pudo conocer la mañana del 14 de junio al llegar a su despacho.

[xi] Declaración indagatoria de José María Villar, fojas 128 a 134, 1 de agosto de 1897.

[xii]  El Entre Ríos (1906). Jueves 23 de abril, Paraná.

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