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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Colaboraciones

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Dejen que los niños

Dejen que los niños

       


Por Waldemar Oscar von Hof (*)

Especial para EL ARGENTINO

 

“Le llevaban niños a Jesús, para que los tocara; pero cuando los discípulos lo vieron, comenzaron a reprender a quienes los llevaban. Entonces Jesús los llamó y dijo:

-Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Esta anécdota del evangelista Lucas nos hace ver que los niños siempre molestaron, Jesús se opone a esta posición. Para Jesús los niños son parte de la realidad, son parte del presente y necesitan de la atención. La Iglesia ha heredado esta tradición. Desde siempre, en las comunidades, los niños eran parte de ella. La catequesis ha sido la expresión de incluir a los niños en la vida eclesiástica y de fe.

Con horror leí, el 18 de mayo en EL ARGENTINO, que la pobreza entre los niños en el conurbano bonaerense roza el 73 por ciento, esto es seguramente igual en todas las ciudades de nuestro país y es terrorífico. Pensar que, de cada diez niños, siete no pueden satisfacer sus necesidades mínimas y que seguramente no serán personas que puedan desarrollar una vida de calidad y plena.

En nuestro país han existido excelentes programas que apelaron a salir al encuentro de la desnutrición y contrarrestar sus efectos en los niños. Seguramente en este sentido todo lo que se hace es poco, pero creo que algo se debe hacer ante el hecho de niños que quedan desnutridos en nuestras periódicas, o casi permanente, crisis que afectan a la economía de las familias, quedando vulnerados los más pequeños.

Para cualquier política de estado, y de gobierno, los derechos y las necesidades básicas de un niño deben tener prioridad. Una es la nutrición, para el desarrollo integral tanto físico como mental, debe cuidarse el afecto y la contención para apuntalar la autoestima. La cobertura de una educación es esencial como también proveer de agua corriente, de cloacas y de luz eléctrica para que el niño pueda desarrollarse plenamente.

En muchas iglesias se han instalado comedores comunitarios que también apelan a salir al encuentro de esta crítica y terrible situación. Algunos cuentan con el aval y el apoyo del estado, pero la mayoría sale adelante con donaciones y apoyos espontáneos e informales.

Creo que nos debemos un profundo análisis de por qué y cómo llegamos a esta situación. Pero, el análisis y la propuesta con perspectivas y líneas de trabajos para salir de esta situación, es más urgente aún.

Es una realidad que no puede ser pasada por alto, porque la cifra del 70 por ciento de pobreza en los niños y adolescentes entre 3 y 14 años es demasiado alta en un país que es productor de materia prima para la alimentación. Es cierto que la pandemia nos complica todo, también le podemos echar la culpa a las políticas de los gobiernos anteriores. Pero vuelvo a insistir que esta cifra es paradójica en un país que ha sido primero en las estadísticas de educación, de producción y de exportación. También es paradójico que llevamos casi cuarenta años de políticas de apoyo mediante planes, cajas y bolsones alimentarios a las familias, lo cual tan solo ha ayudado a que las familias no pasen hambre, pero no nos ha servido para cambiar la realidad de una sociedad que se va empobreciendo cada vez más.

Cuando nuestros abuelos llegaron a estas tierras venían en búsqueda de tierra y de trabajo. Dos elementos fundamentales para el desarrollo y el bien estar. Las políticas de ocupación de tierra han sido activas hasta la década del 60 en nuestro país, luego la concentración de tierras y la destrucción del aparato productivo ha desplazado a familias enteras desde sus campos hacia las ciudades. Hoy somos unos de los grandes proveedores de soja, de trigo y de maíz, pero a costa de ello hemos destruido la producción cárnica y ni que hablar de la lechera. Gran parte de los beneficios de estas exportaciones quedan retenidas para sostener un aparato estatal monstruosamente caro.

Como pastor hago un llamado profético a soñar y pensar en una sociedad que sea verdaderamente inclusiva y esto se pude lograr tan solo apostando a la producción y al trabajo. El mundo necesita comida y mucha, Argentina la puede producir en cantidad y en calidad, elaborada e industrializada.

Jesús no dijo: “dejen a los niños”. Si no que afirmó y nos encomendó encarecidamente que dejemos que los niños sean parte de una realidad y de un presente que tenga en cuenta al futuro.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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