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El problema de la política como un dilema
El diálogo político tiende a construir una nueva posición más enriquecida por el aporte de la diferente visión de las partes.
Por Luis Alberto Dalcol
Cuando existe un problema de cierta urgencia, frecuentemente, se lo tiende a llevar a un dilema. Es decir a desembocar en solo dos proposiciones - normalmente contradictorias, extremas y con puntos de vistas radicalizados- que crean disyuntivas y enfrentamientos.
Así la dificultad se transforma en una simplificación que aparenta de ineludible y que se mimetiza en una opción que excluye otras alternativas. Cada una de las posiciones se defiende con expresiones extremas y agraviantes que se arrinconan en una elección binaria y fatal.
Recientemente, en pandemia y en el ámbito educativo, lo fue por la presencia de alumnos en las aulas o por las vacunas Pfizer; un tiempo atrás con la resolución 125 relacionada con los derechos de exportación granaría que anulaba mercado de futuros.
La verdadera política debiera estar alejada de los dilemas y cerca de los consensos, de los acuerdos a través de las negociaciones. Aquellas dejan secuencias de discordia, pues aparece una parte vencida -no convencida- que cambia conductas futuras; aún más nucleares, más duras, para el tratamiento de los próximos problemas a resolver.
El dilema no cede, la política sí. La concertación es sabia, en tanto que la contienda debilita, distrae y demora soluciones.
Mientras que el dilema divide y crea ganadores y perdedores; la negociación buscar enriquecer posturas y reducir exageraciones, extremos y limitaciones.
El diálogo político tiende a construir una nueva posición más enriquecida por el aporte de la diferente visión de las partes; y, lo más importante, es que llegado a un acuerdo este unifica posiciones facilita su aplicación y no genera una desarmonía o distanciamiento que no concilia.
El acuerdo fortifica la decisión pues ya es construcción de ambos; y ambos, sin perder su identidad, la tendrán por propia y la defenderán en beneficio de todos. El dilema no aparece como amigo de la política. En muchos casos es un reduccionismo perverso.
De igual modo la solución ideologizada de la vacuna en la pandemia (compra y aplicación) procrastina y eleva el costo irreparable de vidas humanas.
La política ha dejado huellas de prioridad en posiciones de poder por sobre cuestiones de salud o de educación de los ciudadanos a los que debiera servir y se ha cargado un costo muy significativo e insalvable.