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Colaboraciones

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Voz profética

Voz profética

     


Por Waldemar Oscar von Hof (*)

Especial para EL ARGENTINO

 

El papa Francisco afirmó en una conferencia ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que una reforma a fondo de la economía es urgente para lo cual la propiedad privada es “un derecho secundario” que depende de un derecho primario entendido como “el destino universal de los bienes”. En nuestro país esta declaración, que estaba en un contexto más amplio, causó estupor y sorpresas, tanto en las filas de aquellos que insisten en la posibilidad de la usurpación, la toma de tierras e incluso en una expropiación como un plan de estado, y por otra parte también en los periodistas, pensadores y grandes propietarios.

Estas reacciones y lecturas sorprenden, pero esta afirmación de Bergoglio no es nueva ya que lo ha hecho antes y en realidad es una posición ampliamente conocida de la misma iglesia. Como ejemplo, hizo una declaración similar en Bolivia en julio del 2015, repitiendo afirmaciones y posiciones que no son suyas, si no que reflejan la tradicional doctrina social de la iglesia.

En el año 1931 el papa Pío XI afirmaba que los sindicatos deben ser “una expresión de perfil Profético de la sociedad” para morigerar las injusticias que se generan entre la asimetría entre trabajadores y empresarios. Apelando, casi a principios del siglo veinte, a que el sindicalismo cumpla verdaderamente su rol profético buscando el dialogo y el acercamiento, siendo verdaderos puentes entre el empresariado del mundo de los años ’30, que estaba en franco desarrollo y la masa obrera que había tomado una fuerza descomunal con la industria mundial. Apelaba a conciliaciones y no a tácticas extorsivas y a connivencias con gobiernos de turnos de pseudo sindicalistas que no son más que empresarios.

Cuando el papa, que adoptó el nombre del pequeño “Fratelli” de Asís, hace alusión a la propiedad privada no lo hace como si fuera una iluminación caída del cielo, si no que se sube a una posición que la iglesia católica ha venido afirmando desde estos años treinta, pasando, sobre todo, por el Concilio Vaticano II donde se puso sobre la amplia tabla este tema. Paulo VI, en dos de sus encíclicas y también Juan Pablo II escribían que la tradición cristiana no sostiene al derecho a la propiedad privada como algo absoluto e intocable, si no que la extienden al derecho común de todos.  Esta posición tampoco fue iluminación de estos hermanos mayores de nuestra iglesia, si no que están basadas en la enseñanza bíblica (Génesis 1) de que todos somos “administradores”, aunque las versiones utilicen las palabras “gobernar” “sojuzgar”, e incluso “reinar” el concepto en hebreo es “convivir”, del bien común que es la creación que nos fue legada por Dios al principio de los tiempos. Jesús adopta esta línea cuando proclama su Sermón del Monte; San Mateo 5, donde proclama un mundo justo y sin necesitados.

Más allá de la iglesia misma, que tuvo diversas propuestas de encarnar proyectos fundamentados en el evangelio, hubo muchos movimientos e incluso partidos políticos que trataron de llevar a la realidad estas propuestas. La más conocida, el social cristianismo, un movimiento cristalizado en distintos partidos políticos, en varios países, que propugna una política basada en principios del bien común, dice Enrique San Miguel Pérez, catedrático de Historia y del Derecho y de las Instituciones, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid, España, “Ser socialcristiano hoy representa ofrecer una respuesta integral a problemas integrales, problemas de humanidad. Con energía, y con esperanza consciente”.

Cuando nuestro papa, que fue elegido después de ser obispo en Buenos Aires, habla, no lo hace como ciudadano argentino y menos como adherente a alguna idea partidaria política, lo hace subiéndose al tren de toda una historia consciente y coherente de la iglesia. Conciencia que no puede ser utilizada para fundamentar acciones arrebatadas ni desmedidas y tampoco para asustar a los propietarios en nuestro país. Son, a mi buen entender, enseñanzas, posiciones y discursos que tienden a apelar a la conciencia de la búsqueda de un mundo que trabaja en pos de una justicia social integral, a la cual nos debemos sumarnos todas las iglesias que tenemos al evangelio de Jesucristo como base y fundamento de nuestras ideas y de nuestro accionar. Pero también de la sociedad toda, buscando un sincero y abierto dialogo “profético” basado en el respeto y fundamentado en el sistema democrático que ha heredado e incluido mucho de estas enseñanzas judeocristianas y que son ya un bien común de toda la humanidad.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

 

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