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Diario El Argentinojueves 25 de abril de 2024
Opinión

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Cuarentena Siglo XXI para casi todos

Cuarentena Siglo XXI para casi todos

 La cuarentena de sanos en la Argentina duró siete meses y tuvo consecuencias que podrían ser consideradas "no queridas".


Las cuarentenas fueron para enfermos hasta el año pasado. Durante siglos se estimó conveniente separar a los enfermos de los sanos; hasta Pasteur no estaban claras las causas de las enfermedades contagiosas, pero era evidente que el contacto favorecía el contagio.

El primer confinamiento de enfermos dispuesto por un gobierno se aplicó en el siglo XIV a los tripulantes de los barcos que llegaban a la república de Venecia, entonces potencia comercial y naval, que debieron permanecer una "trentina", 30 días, en tres islotes deshabitados frente al puerto de Ragusa, actual Duvrovnik en Croacia.

Las autoridades de Ragusa, dependiente entonces de Venecia, decidieron una medida menos dura que la que había tomado poco antes Mantua, que expulsó a los enfermos de la terrible peste negra fuera de la ciudad para que se curaran o murieran en el campo; o la de Milán, que dispuso que los que viajaran a zonas con muchos enfermos no podrían regresar, y serían ejecutados si volvían.

El confinamiento obligatorio de sanos -y no pocos sino buena parte de la población mundial actual- fue una novedad aceptada por miedo, estupor, inconsciencia, disciplina, confianza ciega en los que hablan en nombre de la ciencia, en las autoridades políticas o por mero dejarse llevar.

La cuarentena de sanos en la Argentina duró siete meses y tuvo consecuencias que podrían ser consideradas "no queridas", como las de bombardeos de ciudades en las guerras o algunas medidas económicas, si no se hubiera sabido de antemano que se iban a producir sobre todo en los niños: angustia, regresión, temores, abulia, soledad, hostilidad, estrés postraumático, conductas de evitación y enojo.

Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia mundial, los gobiernos -no todos- confinaron a la población sana, en la Argentina mediante decretos de necesidad y urgencia a pesar de que el congreso funcionaba, prorrogables dos veces al mes sin fecha de vencimiento.

La OMS empezó considerando el confinamiento como "necesario para suprimir rápidamente el virus", y terminó advirtiendo que los encierros "sólo tienen una consecuencia que nunca se debe menospreciar, y es hacer que la gente pobre sea muchísimo más pobre". En la Argentina, esta consecuencia está a la vista, pero no necesita de pestes, es continuación de una decadencia de décadas.

Las personas y las familias quedaron aisladas y sus movimientos muy restringidos a pesar de normas constitucionales que fueron ignoradas o suspendidas "por motivos de salud".

Los recluidos se vieron obligados a una soledad desacostumbrada y larga, y padecieron la ruptura súbita de costumbres hechas segunda naturaleza. Sobrevinieron daños psicológicos temporarios y permanentes.

Había temor a enfermarse, frustraciones, aburrimiento, angustia ante la perspectiva de ruina económica inminente, y confianza en soluciones fantasiosas fundadas en información falsa o incorrecta.

Los niños encerrados largo tiempo muestran secuelas psicológicas como regresiones, agresividad, rebeldía y desórdenes de sueño. (AIM).

 

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