Secciones
Diario El Argentino
Secciones
Diario El Argentinojueves 25 de abril de 2024
Colaboraciones

.

El duelo no es político

El duelo no es político

Waldemar Oscar von Hof (*) Especial para EL ARGENTINO


Hemos visto, en el tiempo de pandemia del Covid, muchas despedidas de las víctimas del coronavirus. Hileras de fosas en la tierra roja del Brasil y pequeños grupos de familia despidiendo a los deudos, a veces con distancia y otras sin respetarla. En varios países latinoamericanos las familias haciendo cola con sus ataúdes envueltas en negras bolsas para conseguir un espacio en los cementerios. Miles de piras funerarias quemando día y noche, en la India, con las familias haciendo complicados trámites para conseguir leña y el combustible para cumplir con el ritual de despedida.  En Alemania las familias siempre pudieron acompañar a sus seres queridos ya que la Asociación Federal de empresas funerarias estableció rápidamente un protocolo de cuidado. En nuestro país el protocolo no permitía despedir a los fallecidos ya que estaba restringida la circulación para estos casos. Incluso en los primeros meses los ministros pastorales estábamos excluidos del acompañamiento a los deudos.

Sabemos del dolor que generaron los desaparecidos en la década del 70 y 80 del siglo pasado. Las madres se unieron para acompañarse en el duelo, pero también para reclamar por sus muertos porque necesitaban despedirlos, sepultarlos, llorarlos y cerrar el dolor que la perdida por la muerte genera.

La necesidad de despedir a un ser querido, con la presencia del cuerpo y la vivencia del proceso, ayuda a que la despedida pueda ser más vivencial y el dolor pueda ser mitigado. La humanidad ha desarrollado rituales y liturgias para esta despedida que si no se hacen presencialmente deben ser re elaboradas mediante algún elemento simbólico para que el proceso del duelo llegue a cerrarse. La despedida y la tranquilidad de que el ser querido está descansando en un lugar apropiado y seguro es inherente a este proceso.

En los casos de las desapariciones o la no presencia en este proceso deja abiertos resquicios en la psiquis que luego deben ser elaborados mediante símbolos, o en su defecto no se cierran nunca, generando sufrimientos crónicos.

El testimonio bíblico en el evangelio de San Mateo da cuenta de ello, cuando en el capítulo 27, narra la muerte de Jesús. Las mujeres se acercaron “para cuidar de él”, son las que acompañan a José de Arimatea para realizar el ritual de envolverlo en un lienzo de lino limpio y colocarlo en la tumba tallada en la roca, para luego sellarla con una piedra. Es interesante observar que Pilato accede al permiso para retirar el cuerpo y a realizar las exequias. Las mujeres también fueron las que al tercer día acudieron temprano para realizar el ritual de despedida al cuerpo ungiéndolo con aceites y perfumes. Rituales que ayudan, acompañan y permiten superar el dolor en la despedida.

En este año un grupo de personas tomó la iniciativa de realizar un gesto ritual para expresar el hecho de no haber podido acompañar a sus seres queridos en sus últimos momentos y en su despedida a la eternidad en el tiempo de la cuarentena. Lo hicieron escribiendo nombres sobre piedras y las colocaron en túmulos en la plaza de mayo. Entristece y lastima las distintas idas y venidas que han tenido estas manifestaciones. Por un lado, la politización y la generación de una división entre el público que expresaba su dolor y la dirigencia que veía en esta manifestación una expresión de encono hacia los que detentan el poder. No quiero pecar de ingenuo, pero genera dolor, cuando precisamente el dolor ante la muerte, es vapuleado de esta forma. Es triste también observar que no todo ha quedado allí, si no que las expresiones en contra continúan sin tener en cuenta la necesidad de un duelo en paz y en serio.

Es interesante que, en el relato bíblico, Pilato, el que fue parte de la condena a muerte, que se lavó las manos, ahora al tener que emitir una orden para que los familiares despidan dignamente a Jesús, lo hace sin poner cuestionamientos. Evidentemente tenía en claro que el dolor de los deudos es algo caro al sentimiento. A pesar de detentar el poder, de decidir sobre la vida y la muerte de sus súbditos, considera necesario e imprescindible realizar el ritual de despedida del condenado. Exigencia a la que no puede oponerse.

El dolor, la muerte y el sufrimiento no deberían ser utilizados para controversias o para marcar y ahondar diferencias. Solamente con el respeto llegaremos a construir una democracia que no tenga a las divisiones, generadas por el duelo, como base.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

    ComentariosDebés iniciar sesión para poder comentar