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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

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Vida nueva a partir de un nuevo tiempo

Vida nueva a partir de un nuevo tiempo

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Por Waldemar Oscar von Hof (*)

Especial para EL ARGENTINO

 

El tiempo de adviento en mi infancia era muy especial. Mi madre, que había heredado algunas prácticas de fe de su familia, preparaba con simplicidad y con cariño esta época, ella sabía crear la atmósfera necesaria para que lo pudiéramos vivenciar. Para lograr esto, en nuestra humilde casa enclavada en el medio de una pequeña chacra de la selva misionera, ella tenía tres rituales. El primero era encomendar a mi padre a pintar una de las habitaciones de la casa, tarea a la que estábamos comprometidos los niños, ya que había que lavar las paredes para luego ser pintadas, expresión de preparación.

En segundo lugar, armaba una “corona de adviento”, un circulo de ramas de cipreses entrelazadas con cuatro velas sobre la mesa. Una a una las velas eran encendidas en los cuatro domingos antes de navidad. Las ramas de cipreses inundaban de perfume la casa en estas cuatro semanas. Al ponerse el sol y después de concluir las tareas, era el momento de escuchar una lectura y practicar los villancicos para que papa Noel nos trajera los regalos. En este momento también se prendía una vela a una pequeña casita con ventanitas que tenían dibujos alusivos a la navidad que se iluminaban creando una fascinación en nosotros. Mamá aprovechaba para darnos una pequeña amonestación sobre el buen comportamiento, que tenía como premio los regalos de navidad.

Pero lo que creaba la atmosfera plena de adviento eran las galletitas de navidad que se horneaban en el viejo horno a querosén, impregnando la casa con la mezcla de especias y miel. Lo que generaba el tiempo de espera, en este tiempo tan particular, era que a estas galletitas no las podíamos ni probar ni comer hasta navidad. Quedaban celosamente guardadas en latas de chapa, esas de aceite, incluso había una de una marca de galletitas reconocidas, con la cara de un niño y que en uno de los frentes tenía el vidrio. Todos vivíamos este tiempo de preparación y espera con mucha expectativa y con todos los sentidos.

Desde el domingo 28 de noviembre la iglesia comienza a celebrar un nuevo tiempo. Arranca un nuevo almanaque, en este caso el litúrgico, instituido en el siglo VIII como un tiempo de ayuno y de catequesis antes de epifanía, que es el tiempo en que Dios se muestra a la humanidad por medio de Jesucristo. Comienza algo así como un nuevo año para la cristiandad, calendario que compartimos todas las iglesias de la ecúmene. Cabe aclarar que epifanía, el 6 de enero, donde celebramos la venida de los reyes, originalmente era la conmemoración del nacimiento de Jesús, fecha aún celebrada en la antigua iglesia ortodoxa. Adviento se caracteriza por ser un tiempo de preparación, de espera y de expectativa.

Tiempo de preparación para la llegada del niño que ha de nacer, pero también una preparación a la segunda venida de Jesucristo. Un tiempo que se vivía antiguamente con el ayuno, el cual, en la actual liturgia, ha quedado reducido al tiempo cuaresmal y con momentos de reflexión y oración. Es un tiempo para preparar el cuerpo y el alma para encontrarse, con alegría, con el niño recién nacido.

Tiempos de espera. Al igual que en el embarazo es un tiempo dedicado a esperar la venida de quien ha de ser el nuevo rey de un tiempo que renueva las características queridas y soñadas por el Dios creador en el paraíso. Un tiempo de paz, de justicia, de inclusión y de entendimiento, que fueron las bases de la predicación y de las enseñanzas, como también de las vivencias, del Jesús que anduvo treinta y tres años en este mundo.

Tiempo de expectativa. Es un tiempo de mirar hacia adelante, de poner las esperanzas y los deseos en el Reino que ha de ser instalado definitivamente en el mundo. Pero se vive ya la realidad de este mismo Reino que comenzó en aquella navidad en el pesebre de Belén.

Con estas fechas comenzamos nuevamente a transitar por todo el año litúrgico para que lo sagrado, en nuestro caso el Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se encuentre con nosotros. Pasaremos por Epifanía (expresión de lo sagrado), por Cuaresma y en la semana de la pasión, por la entrega, muerte y resurrección de Jesús y por Pentecostés, fecha en que recordamos que el Espíritu Santo sopló sobre la comunidad cristiana. La segunda parte de este calendario celebramos domingo a domingo la expresión del Reino de Dios con todas sus características en y por medio de la iglesia, para culminar con Cristo Rey.

Con Adviento se nos abre una vez más la posibilidad de hacernos parte de una vivencia real y autentica en la liturgia. Prepararnos, esperar y poner nuestra expectativa en este año nuevo para que el reino de Dios se haga un poquito más palpable, vivencial y real entre nosotros.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y escritor.

 

 

 

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