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Opinión

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Por qué el acuerdo con el FMI es necesario, pero lejos estará de ser suficiente

Por qué el acuerdo con el FMI es necesario, pero lejos estará de ser suficiente

Por  Roberto Cachanosky


En primer lugar, al 31 de octubre la deuda pública sumaba USD 348.346 millones de los cuales USD 43.294 millones son con el FMI, es decir, solo el 12% de la deuda de la Administración Central corresponde al Fondo Monetario. La mayor parte se concentra en bonos del Tesoro con privados, tanto en pesos como en dólares.

El Gobierno, repite constantemente que la deuda con el FMI que tomó Mauricio Macri debe ser revisada por el organismo porque fue irresponsable al otorgar esa deuda y, además, “por que estamos en una situación crítica por tener que pagar esa deuda”.

Sin dejar de reconocer que hubo groseros errores de política económica en la gestión de Cambiemos cuya responsabilidad cae en los economistas que vendieron humo con el gradualismo y nunca presentaron un plan económico consistente, lo concreto es que, en todo caso, este Gobierno no solo viene tomando deuda en forma más acelerada que el anterior, encima es más inmanejable.

En efecto, sin tomar la contraída por el BCRA que es impagable, el Frente de Todos aumentó la deuda pública en USD 35.046 millones desde que llegó al poder en diciembre de 2019. Mientras que los compromisos asumidos por el ente monetario con colocación de Leliq y Pases en las entidades financieras se elevaron en el equivalente a USD 25.148 millones.

De ahí que, en total, en 2 años el actual gobierno aumentó la deuda pública en el equivalente a USD 60.194 millones, bastante más que lo que se le debe al FMI que tanto se quejan los máximos representantes del kirchnerismo.

En Argentina un gobierno tras otro se queja de la deuda que heredó del anterior. En la época de Raúl Alfonsín se quejaban de la deuda que había contraído gobierno militar. Luego Duhalde y los Kirchner se quejaban de la deuda que había contraído Menem y ahora se ahora se quejan de la deuda que contrajo Macri.

El tema es que la deuda no surge por generación espontánea, sino que es consecuencia del déficit fiscal. Gobierno tras gobierno gasta más de lo que recauda y termina emitiendo moneda y tomando deuda para financiar ese déficit. Por eso cada tanto explotan la inflación y entramos en default, porque el populismo lleva a destruir la moneda y a tomar deuda para financiar un gasto público que la economía no está en condiciones de pagar.

Sin dejar de reconocer que las deudas hay que honrarlas y se debe acordar con el FMI, tampoco hay que hacerse ilusiones con que llegando a ese acuerdo quede despejado al camino al crecimiento.

 

Origen de la deuda

 

Al respecto cabe recordar que a fines de 2000 el entonces presidente Fernando de la Rúa lograba el blindaje, que no era otra cosa que un respaldo financiero conjunto del FMI, otros organismos multilaterales, España y las entonces AFJP. El monto de ese blindaje era de USD 39.700 millones que fue anunciado a principios 2001 y a valores actuales era un apoyo financiero de USD 63.106 millones ajustado por la inflación de EE.UU. en los últimos 20 años. En aquel momento, el Presidente dijo: “Qué lindo es dar buenas noticias” y pronosticaba un 2001 de crecimiento y mejora.

La realidad fue que en marzo de 2001 renunciaba José Luis Machinea, entonces ministro de Economía. Asumía Ricardo López Murphy que estuvo apenas un par de semanas en el cargo, y lo reemplazaba Domingo Cavallo que inició el proceso de megacanje, que consistía en postergar los vencimientos de ese año hasta el 2010.

También se estableció en forma “transitoria” el Impuesto a los Créditos y Débitos Bancarios. Eso no alcanzó para revertir la confianza y a mediados de año se anunció el déficit fiscal cero, por el cual se iba a gastar solo lo que ingresara en impuestos.

Como la gente seguía inquieta y se iniciaba un retiro de depósitos de los bancos, el Congreso sancionó la ley de intangibilidad de los depósitos que, finalmente, fueron tangibles. Llegó el corralito, renunció De la Rúa, asumió Rodríguez Saá que anunciaba la suspensión del pago de la deuda pública, anuncio que fue aplaudido por casi todos los legisladores como el gran logro de independencia económica y soberanía nacional. En pocos días fueron pasando un presidente detrás de otro hasta que llegó Duhalde, salió de la convertibilidad, devaluó el peso, pesificó los depósitos en dólares e hizo un gran zafarrancho económico que solo se vio favorecido por el viento de cola que comenzó a llegar a mediados de 2002.

La decisión de devaluar y pesificar los depósitos en dólares todavía hoy tiene impacto en la economía argentina porque fue una ruptura de los contratos que forzó el mismo estado. Es decir, Argentina perdió total credibilidad porque demostró que el mismo Estado era capaz de romper incluso los contratos entre privados. Esto le dio tal grado de imprevisibilidad a la Argentina que tendrán que pasar décadas de buena letra para que el mundo vuelva a confiar en las instituciones argentinas.

Por lo anterior, el eventual acuerdo que pueda lograrse con el FMI no es garantía de nada. Las reformas estructurales que tiene que llevar a cabo Argentina son independientes de un acuerdo con el Fondo. Es más, la dirigencia política argentina cree que el acceso al crédito o un acuerdo financiero son sustitutos de las reformas estructurales. Es decir, que esos apoyos financieros no liberan de una reforma monetaria, fiscal, del sector público, laboral, desregulación de la economía, integrar la economía argentina al mundo y transformar los planes sociales en trabajo genuino.

Al creer que los arreglos financieros evitan tener que hacer las reformas, Argentina termina más hundida porque sigue con los problemas estructurales y, encima, carga con una deuda pública mayor.

En síntesis, acá se está poniendo el foco en el punto equivocado. No es un acuerdo con el FMI lo más relevante. En todo caso un eventual acuerdo puede alargar un poco más la mecha de la bomba que es el descalabro económico que rige y profundizó este gobierno.

El problema de fondo a resolver es lograr un gobierno creíble y un plan económico consistente de largo plazo con sólidas reformas estructurales.

El resto es puro humo y no hay acuerdo con el FMI que pueda evitar encarar las reformas estructurales por más que le disguste a gran parte de la dirigencia política.

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