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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
Opinión

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Del Paraná a su hermano mar

Del Paraná a su hermano mar

Por Jorge Daneri (*)


Intentaba escribir un poema al mar argentino desde las selvas en galerías del río Paraná. Busqué inspiración en los sueños conscientes. Pero ella, conversando con los pensamientos, se visualiza empetrolada. Siempre en diciembre, entre las dos fiestas, se tejen grandes negocios, desde Gobiernos Nacionales y otros locales, finalmente corporativos y colonizados.

Lo que habilita la Resolución publicada el 29 de diciembre de 2021 en el Boletín Oficial de la República Argentina, consolidando la exploración “sísmica” en el mar argentino para “la explotación” de combustibles fósiles, desmoviliza la poesía y cultiva la bronca.

Es un sismo de explotación política, social y ecológica. Y puede llegar a ser un tsunami de despertar social y ecopolítico. Que así sea, por la Pachamama, su mar y sus gentes.

La política al sur del mundo en argentina, es un mega incendio de las ideologías. Esos “sistemas de ideas relacionados con la acción”. Este peronismo como el aún llamado radicalismo, se vienen incendiando de la mano del pragmatismo neocolonial.

Se incendian bosques, selvas, praderas, humedales; alerces, lengas y arrayanes patagónicos, ahora intentando incendiar sísmicamente las profundidades del mar y sus seres, manifestación desoladora de estos modos de hacer mala política, mal desarrollo.

Los sucesos populares, lecciones de dignidad democrática brindadas como una bendición por los pueblos de Chubut ayer, como de Mendoza en el diciembre de hace dos años ya, parecen que no mueven la brújula de más de lo mismo.

En este diálogo de saberes populares se va advirtiendo un choque frontal entre la democracia que se expone como representativa y la apropiación popular de la democracia participativa.

La primera profundiza esos acuerdos como secretos entre la coherente política macrista en el mar argentino que decidió a escondidas el proceso de ocupación petrolera en la plataforma continental y la vergonzante supuesta “nacional y popular” que pretende ahora consolidarla y cancelar el debate ciudadano sobre qué mar queremos, de quiénes y para qué.

El extractivismo voraz logra degradar, descomponer y corromper discursos y promesas. Más de lo mismo. Volverán así maremotos cívicos, utopías por aquellos otros mundos posibles.

Alguna verdad es, que desde la colonia venimos a los golpes, León Gieco, Mereces Sosa, Eduardo Galeano, Violeta Parra, Pablo Neruda y William Ospina, en sus libros y canciones lo enseñan y denuncian.

No rendirse es para esas minorías silenciosas, chubutenses y andinas, pasar a ser mayorías. Necesitamos un despertar chileno, a la argentina, radical y definitivamente valiente, coherente hacia la ecologización de las ideologías políticas desde las juventudes diversas y amorosas para con la madre tierra.

No será este tipo humano político responsable del pasado reciente, los que llevarán adelante las reformas extremas en sentido democrático, en paz y esculpiendo transiciones justas hacia esos otros mundos posibles a escala humana.

No alcanzó la Encíclica ecológica del Papa en las promesas presidenciales; al “Manifiesto por la vida por una Ética para la Sustentabilidad” seguramente estos decisores no lo conocen, pero no dejen de contemplar y escuchar un documental fantástico que se titula “El botón de nácar”, quizás sus decisiones, dejan de ser y vuelven a renacer hacia más sanadores sentidos de vida.

El río Paraná te abraza hermano mayor, solidaria y amorosamente.

Te pide disculpas por estos tiempos, también los explotadores incendiarios lo vienen hiriendo.

Dicen que la poesía es contrapoder, antisistema, que la poesía también dialoga y entonces viene bien abrazarnos mucho con Eduardo Galeano contemplando el mismo mar, ese de presidentes y ministros, de pescadores, artistas y cantores, millones de seres no humano y de amores:

“El mar. Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.

Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: ¡Ayúdame a mirar!”.

 

(*) Jorge Daneri es abogado y ecologista.

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