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Diario El Argentinojueves 28 de marzo de 2024
Colaboraciones

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El riesgo del tedio y la decepción

El riesgo del tedio y la decepción

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)


Cuando iniciamos un emprendimiento solemos hacerlo con optimismo, entusiasmo, esperanza. Bien puede tratarse de iniciativas personales, familiares o comunitarias, construir una casa, comenzar una carrera, cambiar de trabajo o mudarse, comenzar un tratamiento para adelgazar. También es la experiencia al organizar un grupo misionero, un servicio en un barrio para estar cerca de los pobres…

Cuando aparecen las adversidades, las faltas de respuestas de quienes se habían comprometido nos asalta una especie de fatiga que pone en peligro la perseverancia.

San Pablo advierte de este riesgo a los primeros cristianos: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, siempre que tengamos oportunidad, hagamos bien a todos”. (Gal. 6, 9-10 a)

Qué importante es no cansarnos de hacer el bien. Perseverar ante los fracasos y desilusiones. Liberarnos de la presión y ansiedad del “todo ya”. Debemos cuidar que no se deteriore la esperanza y se debilite el compromiso ante la falta de resultados inmediatos.

En su mensaje para la Cuaresma de este año el Papa nos ofrece una meditación y aplicación de esta enseñanza de San Pablo: “En este pasaje el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba (cf. Mt 13). San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha. ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen”. Desierto, tentaciones, pecados, misericordia… son experiencias concretas de nuestra vida que en este tiempo se nos ofrecen para la meditación.

“Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).”

Vivimos un tiempo de “sueños rotos”. La pandemia, la violencia, la guerra, el egoísmo…

En la Cuaresma tendremos momentos personales y comunitarios que se irán entretejiendo y potenciando mutuamente.

A nivel personal: debemos buscar el encuentro con la Palabra, la oración confiada, ayuno, servicio a los hermanos.

En cuanto a la dimensión comunitaria: observemos que recibimos las cenizas sobre toda la comunidad cristiana porque nos reconocemos necesitados de conversión como Iglesia. A su vez, en la Pascua renovaremos la fe de la Iglesia. Tendremos celebraciones penitenciales, iniciativas solidarias, la misa de cada fin de semana, algún Retiro Espiritual.

Se trata de recorrer juntos un proceso de “conversión pastoral”; esto nos lleva a revisar las actitudes, las estructuras, la mentalidad, las celebraciones comunitarias.

Es también conversión sinodal. Bajo el lema “Por una Iglesia sinodal: Comunión, participación y misión” deberíamos realizar un examen de conciencia y acoger también el llamado a la conversión.

 

Escuchemos con atención el llamado de Dios.

 

(*) Arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

 

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