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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
Opinión

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9 años con Francisco

9 años con Francisco

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano  (*)


Tal vez pocas veces una chimenea haya sido vista por tantos millones de personas en todo el mundo. La expectativa estaba puesta en el color del humo: blanco o negro.

Eran las 15:05 en la Argentina y las 19:05 en la ciudad de Roma del miércoles 13 de marzo de 2013. Todos los medios de comunicación del mundo mostraban el esperado “humo blanco” y se preparaban para el ya cercano “¡¡¡HabemusPapam!!!”.

Los cardenales del mundo, inspirados por el Espíritu Santo, eligieron al hasta entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como sucesor del Apóstol San Pedro. El nombre elegido fue su primer mensaje: Francisco.

Hoy se cumplen 9 años de aquel acontecimiento. Es imposible en una página recoger la densidad y la trascendencia de estos años de su papado.

Deseo comenzar con sus gestos, parte integrante de su magisterio. Seguramente al hacer esta referencia habrán venido a tu recuerdo unas cuantas imágenes. Abrazo a los enfermos, a los adictos, comer con los pobres, sus zapatos, cercanía a los migrantes y refugiados, sus viajes a las periferias del mundo, su presencia en la embajada de Rusia para pedir la paz. Son enseñanzas entendidas también por quienes no saben leer, por “los de abajo”.

Sus cercanías a las periferias geográficas y existenciales en concreto. Ser Iglesia pobre y para los pobres, sinodal y en salida. Tierra-Techo-Trabajo, las conocidas como “3 T”. Francisco, con las “3 T” nos habla de los “anhelos muy concretos de cualquier madre y cualquier padre”, “derechos sagrados”, “es la Doctrina Social de la Iglesia”: “el amor a los pobres en el centro de Evangelio”. (Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 28 de octubre de 2014.)

No habla de la guerra o los pobres como “un tema” abstracto:

“Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una ‘educación’ que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones— cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes”. (Evangeliigaudium, Cap.1º; V, 60)

 

Sus encíclicas Lumen Fidei (la primera, escrita a partir de borradores del Papa Benedicto XVI), Laudato si’, Fratellitutti, cada una son un llamado a que la humanidad recupere con la primera el valor de la luz de la fe en todo tiempo; en la segunda, el valor de la creación Dios y el hombre como parte decisiva en el uso del bien común; y en la tercera, el valor de la fraternidad (amistad social) que nos iguala en dignidad, deberes y derechos en la construcción de la convivencia humana. Un tesoro que aún no terminamos de descubrir del todo.

Cada vez que he tenido la oportunidad de encontrarme con él de modo presencial, sea grupal o personalmente, me ha impactado su mirada profunda, sus comentarios evangélicos… “emana” pasión por Jesús y por su pueblo. Cuando voy en camino a esos encuentros, me imagino con qué va a sorprenderme esta vez: gesto, palabra, misión, análisis, preocupaciones inminentes globales, personales, comunitarias… todo amasado en la esperanza.

 

 

 

Recuerdo de Fernando Maletti

 

El martes 8 de marzo falleció un amigo, un obispo argentino, un tipazo decimos en mi patria: Fernando Maletti.

El padre Pepe Di Paola, en su homilía del mismo 8, lo evocó así: “Él era un padre que acompañaba, se alejaba de su dignidad para estar cerca de aquellos a los que la Iglesia le había confiado. Así iba a cada pueblo, a cada parroquia, atendía a cada seminarista como su superior con una dedicación extraordinaria. Los que estuvimos presentes en su ordenación de obispo recordamos la alegría que teníamos todos los curas porque, creo, fue el obispo más popular entre los curas porque sentíamos realmente que alguien que nos representaba iba a ser el obispo, en ese momento, de Bariloche. (…) Lo recordamos desde la Comisión de Adicciones, que durante 6 años acompañó y fue un padre y un pastor que se ocupó de todos: dejó trabajar, alentaba el trabajo y la creatividad, escuchaba en los distintos encuentros que teníamos, también visitaba a aquel que se lo pedía, escuchaba y orientaba a los que iban con alguna propuesta. (…) Fue obispo en serio, fue un párroco en serio, fue un padre en serio”.

“Fue el obispo más querido de nuestro episcopado”, compartió en la catedral de Merlo-Moreno, monseñor Oscar Ojea, en el rezo del responso previo a la misa exequial que llenó el templo del pueblo diocesano con sus aplausos, abrazos, recuerdos, canciones, lágrimas y sonrisas.

Fernando: Voy a extrañar tus palabras de aliento, tu mirada siempre positiva, alentadora respecto del futuro. Quisiera parecerme a vos en tu cercanía con todos y tu vida entregada. Un abrazo, querido hermano.

 

 

(*) Arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)

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