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Opinión

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No es Javier Milei, es el hartazgo

No es Javier Milei, es el hartazgo

Por Pablo Rossi


Hay mucho revuelo en torno a Juntos por el Cambio y en torno a los seguidores más acérrimos o más activos a las discusiones en las redes. El fenómeno Milei se ha transformado en un revulsivo.

Es como un elemento químico que provoca reacciones. Yo lo analizo más desde esa perspectiva. Javier Milei puede llegar a ser un fenómeno político inusitado en la política argentina, muy parecido a los fenómenos que han habido en otras partes del mundo. Un outsider de la política que irrumpe porque hay un problema con los partido tradicionales y te rompe con la estructura. Pero también puede ser una golondrina de verano o un fenómeno pasajero.

No me importa tanto la figura de Milei, si sus propuestas sirven o no sirven o si son aplicables; sino lo que produce desnudando algunas carencias en la oposición.

Hay una nota en Clarín, de Walter Smith, dice “El pacto (implícito) de Cristina con Milei, y la pelea por el voto de derecha”. La Vicepresidenta alimenta al líder de derecha al que ideológicamente debe enfrentar. Hay una tesis que dice que a Cristina le conviene alimentar a Milei porque le mete una cuña a Juntos por el Cambio.

Pero a mí me importa, en beneficio del debate, preguntar: ¿Es Milei o hay un efecto o carencia que describa algo de lo que está pasando?. No, no es Milei. Es el hartazgo de una parte de la sociedad con los fracasos que ha habido en Cambiemos en los cuatros años… y ni hablar en el kirchnerismo y en el peronismo.

Hay un kirchnerismo dominante y un peronismo herbívoro, lastimoso, cobarde, recluido o vegano. El peronismo que dice que va a ser y nunca es. Es el peronismo de Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti y Miguel Angel Pichetto. Con todo respeto, este es un peronismo chiquito, que se define por la oposición a Cristina pero no por su fortaleza, autonomía o referencia.

Hay un hartazgo contra la impotencia que ha demostrado el resto del arco político para detener a Cristina Kirchner y para darle un punto final al fenómeno kirchnerista, que está agotado, es reincidente y está empeorando. Cristina y Alberto Fernández están empeorando la herencia que le dejaron a Mauricio Macri en 2015.

A Macri le dejaron una bomba de tiempo. Todos sabemos qué pasó con esa bomba de tiempo, qué hizo y qué no hizo, cómo lo intentó resolver, la inflación que se le disparó, la reforma del Estado que no pudo realizar, el gradualismo que fracasó, los brotes verdes, el acuerdo con el FMI. No me meto en esa discusión.

El votante firme de Cambiemos dice “que bien que estábamos cuando nos iba mal con Macri” y eso tiene que ver con el Gobierno de Alberto Fernández empeoró todo. Empeoró el gobierno de Macri y el de Cristina.

Hoy tenemos la inflación más importante, el aumento del costo de vida más importante. Fernández va a batir los récords de los malos gobiernos que hemos tenido en los últimos años.

 

El fenómeno Milei no habla de lo grandioso que es Milei, habla de las carencias que tiene una parte de la sociedad argentina y de los enojos con el sistema político argentino. Es la percepción, tal vez, de que Juntos por el Cambio se parece o se diferencia al Frente de Todos.

El Frente de Todos demostró ser una confederación de tribus en la que cada cual hace lo que se le ocurre, está el “sálvese quien pueda”, no hay un proyecto en común, es una bolsa de gatos.

A favor de Juntos por el Cambio, digo que se han mantenido unidos. Cuando era presidente, Macri se imponía con un verticalismo que molestaba a los radicales, quienes protestaban en los rincones contra Marcos Peña y el dirigismo que tenía el PRO. Los radicales se quejaban de que era una alianza electoral y no de gobierno.

Ahora bien, ya fue el gobierno de Macri que busca el segundo tiempo. Para el nuevo desafío: ¿Cómo están las tribus? Los radicales dicen “basta” y no quieren que Horacio Rodríguez Larreta ni Patricia Bullrich les digan lo que tienen que hacer, hay un empoderado Gerardo Morales y hay un Facundo Manes que apareció como alternativa. Los radicales sacan pecho, tienen sus propias ideas y las quieren hacer valer.

También hay un Martín Lousteau que plantea un estado presente y una visión de un progresismo presente. Está la pata de los liberales de los radicales, con Martín Tetaz, Ricardo López Murphy, y está la Izquierda de Juntos por el Cambio, en términos económicos, que es la Coalición Cívica de Lilita Carrió.

El fenómeno de Milei viene a interpelar a Juntos por el Cambio. ¿Cuán capaces van a hacer de presentar un programa económico homogéneo o de mostrarse unidad para ir a fondo?. Milei tiene la ventaja de estar solo e ir fondo.

Javier Milei se mandó, en las últimas horas, a decir que hay que cancelar el Ministerio de Educación. Dice cosas extravagantes, como que hay que cerrar el Banco Central y va contra la casta. Dice cosas atractivas para gente harta.

Hay gente que dice que Milei es un loco y que no va a poder hacer ni el 10% de las cosas que dice porque no tiene estructura. El punto es que las elecciones, a veces, las gana un tipo que no propone nada lógico, como dice Durán Barba. Perú, por ejemplo, tiene un presidente que no podía articular tres palabras juntas ni explicarle a los periodistas que son las corporaciones. Entonces ¿puede ganar un loco que dice barbaridades? Si.

Las elecciones a veces las gana un tipo que no propone nada lógico. Milei es un síntoma que interpela a Juntos por el Cambio, a los partidos tradicionales y al Frente de Todos. Milei también recogió en la Ciudad de Buenos Aires el hartazgo del voto kirchnerista, que votó a Cristina y a Néstor porque les gustaba y mañana pueden votarlo a Milei, que es la derecha.

Hay un votante base de Juntos por el Cambio que no está híper ideologizado. Discutirlo a Milei puede ser una trampa. Es quedarse con el desopilante candidato que dice barbaridades e ignorar lo que está representando. Está representando un hartazgo social importante que va creciendo. Cuando Milei sube en las encuestas tenemos que pensar que sube la calentura de los argentinos.

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