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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

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Un Presidente prescindente y una Vice eclipsada

Un Presidente prescindente y una Vice eclipsada

Por  Jorge Grispo (*)


Yo, el peor de todos,  es un libro autobiográfico escrito por Jorge Rial en 2014. Dice: “Yo, para algunos, soy el peor de todos. El mafioso. El apretador. El que se caga en todo el mundo”. Una autobiografía que describe como brutal, honesta y descarnada.

El pasado 11 de abril con motivo del nacimiento de Francisco, el segundo hijo del Presidente, el periodista lo entrevistó. Preguntado sobre si pensaba hablar con Cristina Kirchner, Alberto Fernández dijo: “En algún momento vamos a hablar, pero en lo único que voy a trabajar es en la unidad porque todos nosotros somos prescindentes, lo que no es prescindente es que por nosotros esto se rompa y se pase a la derecha en la Argentina, porque el daño que han hecho créanme que yo trabajo incansablemente como Presidente, y no paro de asombrarme de la cantidad de cosas que han hecho, así que seguro que vamos a estar unidos todos”.

Y el momento en que volvieron -supuestamente- a hablar fue el pasado viernes en un nuevo acting nacional y popular, donde se festejaban los 100 años de la deteriorada YPF. Quizás el único punto de coincidencia sean las críticas al gobierno de Macri. Todo lo demás sigue igual que antes. En la intimidad Alberto continúa siendo el “traidor” y Cristina la “loca”. La nueva representación del dúo Pimpinela dejó sabor a poco, donde lo más destacado podría ser la “lapicera”, ese objeto que hoy se ha convertido en la espada de Darth Vader de Star Wars. La ya famosa lapicera de Alberto Fernández es la demostración más firme de su escaso poder. Trump regalaba sus lapiceras, a Alberto se las regalan.

Más allá del acting en Tecnópolis, Alberto fue declarado un traidor a la causa y será tratado como tal, por más que ahora intente discursivamente acercarse a su jefa política, ya no goza de su confianza. No nos olvidemos que el actual presidente fue un férreo opositor al segundo gobierno de Cristina. La criticó por todo lo que hoy intenta defender. Semejante vuelta de carnero en el aire lo deja como un panqueque intelectual que no tiene credibilidad alguna, más allá de habernos demostrado que “no cambió”, sigue siendo el mismo de siempre, ese que dice una cosa y hace otra. Que Alberto Fernández sea hoy presidente fue un error de Cristina que lo paga muy caro, sabe que comenzó a recorrer su propio camino del adiós, lo que explica en parte que se volvieran a mostrar juntos para la foto.

A Cristina la eclipsa la realidad. Si como dijo gobernar es administrar la realidad, nos debemos preguntar qué están haciendo. El mayor problema que tiene Cristina es que el modelo “K” está agotado y su persistencia sólo agudiza la crisis tanto del Estado como de la sociedad. El “estado modelo K” ya dio sobradas muestras de su ineficiencia, es un faraónico monumento al gasto público. La inflación, que vuela por los aires, es el síntoma de la enfermedad terminal del modelo “K”. El déficit fiscal, producto del ADN cristinista, es el tumor que debe ser extirpado. El problema no es, como dijo Cristina la deuda, sino el gasto. Gastan más de lo que tienen y eso genera el endeudamiento. No entenderlo es vivir en un estado permanente de eclipsamiento donde todo se ve diferente a lo que en realidad es.

Con ese esquema por delante, y la cantidad de problemas que trae, sin dudas Alberto Fernández será recordado por la historia como el peor presidente de la democracia Argentina. Y Cristina la responsable, la que en su decadencia se subió al lomo del escorpión que la terminó hiriendo de muerte. Alberto no solo es un pésimo presidente, sino que se ha rodeado de las personas equivocadas. ¿En manos de quiénes estamos? No hay una sola respuesta. La mejor es rezar para los creyentes y esperar al 2023 para los que no lo son. Esto es lo que convierte en un presidente prescindente dejándolo más solo que nunca. Muchos de los suyos ya comenzaron a buscar en el Instituto Patria y en La Cámpora un techo para cuando llegue la tormenta.

Más allá de las críticas compartidas del dúo Pimpinela a la gestión del gobierno anterior, lo cierto es que la actual administración es nefasta. Argentina es hoy un peor país que el 10 de diciembre de 2019. No sería justo omitir los efectos que la pandemia tuvo sobre nuestra sociedad y en el mundo, pero tampoco lo sería atribuirle todas las consecuencias. El Presidente con el correr de los días nos fue mostrando su “verdadera” personalidad. Evidenció de la forma más cruda posible, que decía una cosa, para hacer exactamente lo contrario, hasta convertirse en un presidente éticamente deplorable. De Vicentin en adelante todo lo que vino de parte de Alberto Fernández fue de mal en peor. Reconocido por propios y ajenos como un procrastinador crónico, unos pocos ejemplos alcanzan para comprobarlo. El acuerdo con el FMI se demoró dos años, dejó pasar el mejor momento, al inicio de la pandemia, para luego llevarnos al filo del abismo hasta el último instante, en una actitud tan imprudente como torpe. El segundo ejemplo es el problema energético, generando con el retraso tarifario un conflicto aún mayor que lo que hubiera significado seguir un rumbo más lógico. De yapa nos quedamos “dormidos” dos años con Vaca Muerta y la generación de gas que hoy es de los productos más preciados en todo el mundo.

Debemos agregar una cuestión adicional, pero muy ejemplificadora. La Fiesta de Olivos es un ejemplo claro de la ética del profesor de Derecho y de cómo contamina el relato “k” a todos sus feligreses. El periodista Diego Brancatelli afirmó: “La gente es muy ingrata, le diste cuatro vacunas y después critican la fiesta de Olivos”. Cómo si las vacunas fueran un regalo del gobierno y no una obligación del Estado que se pagó con los impuestos de los contribuyentes. La “fiestita presidencial” sí debe ser criticada y, por cierto, será un hecho que lo seguirá al Presidente hasta el final de sus días. Nos mintió en la cara. La ética no tiene una doble vara. Es una sola y debe ser para todos igual. Se olvida Brancatelli que el Frente de Todos perdió en 2021 muchos votos, los que no se olvidan de la Fiesta de Olivos son los votantes que agigantan tanto la prescindencia del presidente como su soledad.

Con el paso de los días Alberto y Cristina nos confirman que son los peores de todos, como por ejemplo con la decisión de cambiar los billetes, sin modificar la denominación. Una clara demostración de la torpeza en la toma de decisiones. No resuelven los problemas, los esconden cambiando los billetes como si fueran “figuritas”. Discutir sobe las imágenes importa ocultar la verdadera discusión: la inflación y las causas que la generan. En este contexto, que un dirigente de la experiencia de Jorge Ferraresi, actual ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat afirme que si el Gobierno pierde en 2023 “algunos vamos a ir presos y, seguramente, otros volverán a dar clases” constituye un crudo reconocimiento de la incapacidad actual del gobierno de Alberto y Cristina para torcer el rumbo del Titanic en su trayectoria hacia el iceberg. También explica que Cristina intente pararse en la vereda de enfrente (que no es ni más ni menos que la Provincia de Buenos Aires) para resistir, y mantener los “benditos” fueros que le aseguren su libertad ambulatoria.

Es Cristina quien ahora sostiene el relato de “la culpa no es mía”. Alberto y Cristina son la expresión más clara de la hipocresía sin ética, donde todo vale para sostener un relato agotado. La actualidad del Frente de Todos representa la decadencia del relato cristinista que solo nos ha generado un peor país y más pobres. Juntos son el origen de los problemas. El acting de Tecnópolis fue sólo un capítulo más en la saga de un ocaso que se aproxima a toda velocidad, pese a los últimos intentos de la Vicepresidenta por domesticar al Presidente, al que le pide que use la lapicera, pero para hacer lo que ella quiere. En el medio “nos meten” por la rendija un proyecto de reforma a la Corte Suprema que es más un montaje político que algo que pueda terminar en realidad. Un proyecto destinado al fracaso y a seguir horadando al Poder Judicial.

En palabras de Dostoievski: “La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”.

 

(*) - Abogado, especialista en Derecho Corporativo, autor de numerosos libros y publicaciones

 

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