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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
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Bitácora del río Uruguay

Un abrazo que el Río de los Pájaros extiende a los pueblos ribereños

Un abrazo que el Río de los Pájaros extiende a los pueblos ribereños

Bitácoras del Río Uruguay fue una expedición organizada por los Guardafaunas de Gualeguaychú Alfredo Casella, Ricardo Rivollier y Carlos Rolando Parada. La iniciativa fue guiada por el lema “que se ama lo que se conoce”, consistió en recorrer ida y vuelta los aproximadamente 140 kilómetros de distancia entre la ciudad y Colón, confluyendo por las islas y tomando contacto con una naturaleza impar y una singular cultura isle&ntilde


Esta empresa contó con el apoyo la Asociación de Pescadores Artesanales y Protectores de las especies del Bajo Río Uruguay (APAPEBRU), que está integrada por pescadores artesanales y los propios Guardafaunas en un espacio que es ejemplo a nivel provincial y regional dado que es única en su género.
Además, contó con el apoyo de la delegación argentina ante la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), la Secretaría de Ambiente de Entre Ríos y el área de Medioambiente de la Municipalidad de Colón. Extrañamente y sin tener explicaciones, estuvo ausente el área de Medio Ambiente de la Municipalidad de Gualeguaychú, que se perdió una oportunidad muy importante y sensible. Por su parte, Prefectura Naval Argentina acompañó la expedición con relevo de postas durante todo el trayecto, aportando la experiencia y el conocimiento de sus hombres. Y la Asociación Ambientalista del Río Uruguay de Colón, que fue un factor clave porque la travesía tenía como objetivo unir las islas del banco de La Inés y los arenales del Caraballo (Colón) que ahora son propiedad de la provincia gracias a que esa entidad solventó los costos para la mensura de ambos territorios.
Bitácoras del Río Uruguay se inició a las 7 del viernes 5 de noviembre y finalizó el lunes a las 15, luego de recorrer casi 280 kilómetros por el río Uruguay que une pueblos y ciudades. Esta expedición tuvo como invitados a periodistas, la mayoría de Gualeguaychú (Diario El Día, Canal 4, Radio Nacional, FM Máxima y EL ARGENTINO), además de colegas de San José (departamento Colón) y Rosario del Tala y documentalistas de Gualeguaychú y Gualeguay.
Junto a los periodistas viajó de regreso (Colón-Gualeguaychú) Ricardo Juárez, biólogo que dicta clases en la carrera de Medio Ambiente de la UADER.
El viernes se inició esta travesía histórica que permitió conocer la abundancia cultural y biológica de un corredor fluvial que está amenazado por la depredación del hombre cuando compite con la naturaleza en vez de convivir con ella. Las embarcaciones que durante la travesía fueron parte del equipaje fueron dos: “Facu” y “Sabalito I”.
La expedición partió con el sentimiento que reinó soberano durante todo el trayecto: el entusiasmo, el respeto y las ganas por conocer, por saber y por comprender. Para ello se tuvo como baqueanos, anfitriones y maestros a la familia Pujol, integrada por Carlos Pujol y Elena Batto como jefes de familia y dos de sus hijos: Fernanda y Luciano, quienes nacieron en la isla de Boca Chica, el mismo lugar donde en el umbral del siglo XX, sus abuelos hicieron raíz a orillas del río Uruguay.
Del puerto de Gualeguaychú hacia Puerto Boca, de allí se pasó por “La Draga” que se hundió en la histórica creciente del 1959, se saludó desde el río al balneario Ñandubaysal que se destacaba por el cordón de oro de sus playas en medio de un verde vegetal que acompañó a Bitácoras. La ciudad de Fray Bentos también se destacaba a orillas del río, excepto por la amenaza ecocida y foránea de la pastera Botnia-UPM, que exhalaba su presencia de muerte silenciosa.
Es indudable que las primeras horas del recorrido era un territorio conocido por la mayoría de quienes integraron Bitácoras. Sin embargo, se intuía lo que luego se comprobó: nadie imaginó las bellezas que la navegación iba a ofrecer, la majestuosidad de un curso de agua que lleva bien puesto su nombre milenario: Río de los Pájaros.
El paisaje ingresó al alma de cada uno por el corazón, porque la vista ya era incapaz de abarcar la inconmensurable belleza de esta porción del planeta.
El arribo a la isla Boca Chica, propiedad de la familia de Carlos Pujol y Elena Batto, permitió armar el campamento base. Allí estaba esperando Juan Roberto, un joven santafesino que es el amigo-hermano de Luciano Pujol.
Desembarcar los bolsos y mochilas, armar las carpas, avivar el fogón y las enseñanzas de los Guardafaunas y los Pujol que no cesaban de señalar aquel pájaro que era identificado por su canto, por su pico, por sus patas, aquel otro por sus plumas… y cuando eso era imperceptible por la distancia, era nombrado con exactitud por la forma de volar y desplegar sus alas.
El primer almuerzo fueron empanadas de pescado que preparó con amor maternal Elena y que hizo delicias en los visitantes. Por la tarde, de nuevo a embarcar: esta vez rumbo a la isla Juanicó, donde se encuentra la Escuela Nº 84 “República Argentina” (pertenece al departamento Uruguay) y que desde el año pasado está cerrada.

La apertura

La Isla Juanicó tiene –como todas las islas del Río de los Pájaros- costas sinuosas que exhiben, orgullosas, su húmedo follaje, en un abrazo interminable de ramas y lianas. Los rayos del sol besan ese follaje, que a su vez se inclina para besar al río que no cesa de pasar.
La Escuela Provincial N° 84 “República Argentina” está cerrada desde la última creciente del año pasado. Por esa situación es una espina clavada en el corazón de todas las familias isleñas, que desesperadas claman para que su campana vuelva a llamar a clases.
En el pizarrón todavía se puede leer: “Bienvenidos a nuestra escuela” y debajo de ese título, los nombres de los cincos alumnos depositarios de esa esperanza: “Fiama, Andrea, Joaquín, Luis y Santy”.
La Escuela N° 84 “República Argentina” está cerrada. ¿En qué habrá estado pensando el funcionario que cerró una escuela? ¡Y que encima se llama “República Argentina” y está en la frontera con el Uruguay!
En sus aulas se observan todos los elementos: libros, lápices; en su cocina comedor están acomodados los platos limpios y en otra habitación hasta juegos de mesa con una partida interrumpida. Pareciera que todo era vida hasta que alguien avisó de una calamidad y se fueron al instante, sin tiempo para acomodar las cosas… que quedaron suspendidos como esperando el regreso de esos alumnos.
Esta escuela tiene como padrinos a la Prefectura Naval Argentina. Los pobladores además tienen a este espacio como centro de reunión y el área de Salud como un espacio vital para ampliar la política sanitaria. Pero desde que está cerrada, ya no hay más clases ni recreos como tampoco volvió el médico con sus remedios y vacunas. Los pobladores, hombres curtidos de soles y soledades, tienen esperanzas: “Nosotros sabemos que para las autoridades la educación es un derecho. Por eso queremos transmitir que los pobladores nos hacemos cargo de todos los arreglos que hay que hacer para que la Escuela sea la casa de todos. Sólo falta que la autoridad firme el papel para que vuelva a funcionar. No pedimos más, sólo que vean esta realidad como una oportunidad”. Quien habla así es Carlos Pujol, 60 años, apicultor y pescador.
Un salto en el tiempo de Bitácoras. En el regreso desde Colón hacia Gualeguaychú, se volvió a visitar la escuela. Esta vez, los expedicionarios propusieron espontáneamente izar la Bandera Argentina. La familia Pujol, con lágrimas en los ojos, fueron los tributarios de elevar la Enseña Patria, y mientras sucedía ese acto solemne y emotivo, se entonaron las estrofas del Himno Nacional, con voces que hermanaban. El arrío de la Bandera lo hizo el más pequeños de todos: Justo, hijo de Fernando Raffo, secretario de Ambiente de la provincia, simbolizando la unión generacional. La bandera le fue entregada al capitán de Bitácoras, Alfredo Casella, quien emocionado se la entregó a los hombres de Prefectura para que la escoltaran hasta la embarcación.
El compromiso será volver en marzo de 2011, cuando por obra de las autoridades provinciales, se inaugure el ciclo lectivo. Porque como dijo Pujol: “esta es una oportunidad”.
La primera noche fue en Boca Chica y un lechón a la parrilla iba a calmar el hambre, el cansancio y a dar la energía suficiente para continuar abrazando islas y ciudades.
Don Aníbal Sampayo le cantó a este mismo río: “Pasa mi río / caminito de cristal / Mi dulce río / Canto azul / Que busca el mar”.
Con esa sensación, Bitácoras del Río Uruguay se despidió hasta el próximo amanecer.

Destino a los arenales

El poeta Jorge Enrique Martí dice: “Yo no soy el cantor, / el cantor es el río, / Uruguay de los pájaros/ en conciertos de trinos. / Yo no soy el poeta, / el poeta es el río/ que me dicta los versos: / yo sólo los escribo”.
El amanecer en la Isla Boca Chica fue un concierto de pájaros. Algunos en el monte, otros en los árboles y también aquellos saludando al sol desde el aire.
Las embarcaciones “Facu” y “Sabalito I” partieron, esta vez más livianas porque muchos enseres se dejaron en el campamento base.
El río iba presentando las islas, siempre con la majestuosidad de una naturaleza imposible de abarcar. Así se llegó hasta la isla Jaula de Tigre, cuyo nombre ya anticipa la leyenda. Allí vive Norma, hermana de Carlos Pujol y la cocinera desde hace 26 años de la Escuela Nº 84. Ella dio testimonio de la importancia de ese establecimiento educativo y relevó a los niños que esperan por sus clases: “Ahora hay más, porque los niños chicos han crecido y ya habría varios que cumplieron cuatro años. Así que además de abrirla hay que pensar que se debe ampliar”.
La partida de Jaula de Tigre se hizo rápida, porque los tiempos estaban muy ajustados. En el mediodía del sábado, el almuerzo se hizo en Isla Rica, donde Daniel Trigo esperaba a los expedicionarios. De allí al puerto de Concepción del Uruguay para el aprovisionamiento de combustible y enseguida retomar la navegación rumbo a Colón.
Se llegó de noche con un recibimiento especial: el primero en la Reserva de la Municipalidad de Colón y el segundo en el puerto.
Esta vez el alojamiento serían unos bungalows y la cena en un restaurante. El cansancio, reparar fuerzas no iban a ser de la partida porque a las 5 de la mañana, el amanecer esperaba a Bitácoras del Río Uruguay en los arenales de los bancos del Caraballo.
Las finas arenas del Caraballo, forman parte de una isla en formación de aproximadamente setenta hectáreas. Es uno de los paisajes más hermosos que ofrece el río Uruguay y allí estaba Pablo Latzina, de la Asociación de Ambientalistas Río Uruguay, quien enseñó que la isla Bancos del Caraballo posee una singular belleza paisajística, ya que son los bancos de arena más grandes de todo el río Uruguay y allí se reproducen distintos tipos de aves como el rayador que ponen sus huevos en la arena.
Gran cantidad de kilómetros de arenas blancas, bañados y una vegetación en crecimiento predomina el paisaje, esa porción de país que se aprecia desde un punto único.

El regreso

De las islas Bancos del Caraballo de nuevo al puerto de Colón para aprovisionar alimentos; de allí a Concepción del Uruguay por más combustible y finalmente, la noche del domingo en Boca Chica, donde el fogón volvía a reunir a los expedicionarios con sus emociones, sus lágrimas y sus risas.
El poeta le dijo al río Uruguay: “Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre” y en la mañana del lunes, las embarcaciones “Facu” y “Sabalito I” volvieron a guardar todos los enseres y emprendió el regreso hacia el puerto de Gualeguaychú, siendo una bisagra entre el viento y el río.
Un fuerte viento obligó a tomar precauciones de navegación, pero el Río de los Pájaros siempre protegió a Bitácoras, justamente para que la historia que se cuente de paso a las realizaciones de los hombres que sueñan con abrir de nuevo una escuela y que el hombre sea uno con el paisaje que lo rodea.
Mientras las lanchas amarran en el puerto local, se sigue fluyendo en esa correntada de vida que regaló la travesía. El río Uruguay acunó a los expedicionarios durante cuatro días y su cauce fue más que nunca como un vientre y al mismo tiempo esa correntada de agua fue un cordón umbilical que asegura el alimento del pan y del alma para pueblos y ciudades, islas y pescadores, hombres y naturaleza. El río nos sigue sosteniendo como si fuéramos sus hijos. Es necesario honrar ese canto a la vida. Los versos del maestro Aníbal Sampayo se presentan oportunos y eternos: “El Uruguay no es un río / es un cielo azul que viaja / pintor de nubes; camino / con sabor a mieles ruanas. // Los amores de la costa / son amores sin destino / camalotes de esperanzas / que se va llevando el río”.

Por Nahuel Maciel
Fotografías Eleonora Cardoso
EL ARGENTINO ©

Bitácoras del Río Uruguay

 

Bitácoras del Río Uruguay fue posible por la impecable organización de los Guardafaunas de Gualeguaychú.

Alfredo Casella fue el capitán de la travesía que unió en un abrazo de ida y vuelta a las islas del banco de la Inés con los bancos del Caraballo en Colón.

Casella además es un baqueano del río y un conocedor profundo de las aves y las plantas autóctonas y medicinales de la zona.

Carlos Rolando Parada también fue una pieza clave en la organización, especialmente en todo lo vinculado con trámites y gestiones. Pero su aporte más esencial fue el de mantener el espíritu de grupo.

Ricardo Rivollier, especialista en aves, completa el equipo asumiendo un rol imprescindible en materia organizativa. Atento a cada una de las necesidades individuales y grupales, nada quedó librado al azar y todo fue previsto sin ninguna clase de fisuras.

En rigor, este equipo de trabajo también enseñó con sus intervenciones y testimonios la fortaleza que implica cuando se reemplaza la primera persona por el “nosotros”.

Esta organización contó con una llave maestra que permitió acceder a los rincones más recónditos del río Uruguay: la familia Pujol.




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